martes, 25 de enero de 2011

Una vida trayendo vidas

La partera que revolucionó los nacimientos en el siglo XX, Ina May Gaskin, en la comunidad de La Granja, en Tennessee, Estados Unidos, visitó la Argentina y resaltó que las mujeres deben ser tratadas como diosas en el momento de parir, pero que no sólo en los partos en el hogar se puede llegar a nacimientos plenos. También incentivó a que las madres eviten la culpa y que la maternidad ofrece muchas oportunidades para conectarse con los hijos. Tiene 69 años, atendió 1200 partos en los que no murió ninguna mujer y sólo tuvo que recurrir en el 1 por ciento de los casos a cesáreas. Una historia de vida de una mujer que se dedicó a traer vidas.
Por Luciana Peker
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5180-2009-09-18.html
Cifras: Los resultados del método de Ina May Gaskin
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/5180-532-2009-09-18.html
Más información sobre partos espirituales
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/5180-534-2009-09-18.html
Volver a nacer
Por Irina Hauser
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/5180-533-2009-09-18.html

Nunca es tarde

Un día cualquiera aparece un maestro, un libro, un amigo o un pensamiento que cambia el curso de nuestras arraigadas creencias. Dentro de ese viraje personal, lo que hemos hecho con nuestros hijos ya no nos gusta. Hoy no haríamos lo mismo. Nosotros hemos cambiado. Pero lo que no podemos cambiar es el pasado.
Pues bien, llegó el momento de reconocer que ya no nos cabe en nuestro ser interior una modalidad antigua, basada en el prejuicio o el miedo. Tal vez hemos sido demasiado exigentes con nuestros niños, creyendo que hacíamos lo correcto pero alejados de nuestros sentimientos amorosos. Quizás los hemos maltratado sutilmente. Les hemos mentido y hoy son poco confiados. Hemos menospreciado sus sentimientos. Hemos exigido obediencia y nos han respondido con rebeldía. Hemos hecho oídos sordos a sus reclamos y ahora ellos no nos escuchan a nosotros.
Han pasado los años y querríamos rebobinar la vida como una película para hacer las cosas de otro modo. Pues bien, hay algo que sí es posible hacer hoy: darnos cuenta. Luego, hablar sobre ello con nuestros hijos. Incluso si tienen dos años. O cinco. O catorce. O veintiséis. O cuarenta. O sesenta años. Poco importa. Nunca es tarde. Siempre es el momento adecuado cuando humildemente generamos un acercamiento afectivo para hablar de algún descubrimiento personal, de un anhelo, de un deseo o de nuevas intensiones. Para un niño pequeño es alentador escuchar a su madre o a su padre pedirle disculpas, comprometiéndose a ofrecer mayor cuidado y atención. Para un adolescente, es una extraordinaria oportunidad, hablar con alguno de sus padres en una intimidad respetuosa nunca antes establecida entre ellos. Para un hijo o hija adultos, es una puerta abierta para formularse preguntas personales. Para un hijo maduro, es tiempo de confort y de profunda comprensión de los ciclos vitales.
Cualquier instante puede ser la ocasión perfecta para compartir el cambio que uno ha decidido asumir. No hay lección más virtuosa que compartir con los hijos el “darse cuenta” y la intención, la firme intención de devenir cada día mejores personas. Definitivamente, para un hijo es extraordinario encontrarse con la sencilla y blanda humanidad de los padres que buscan su destino, cada día.
Laura Gutman
Fuente

lunes, 24 de enero de 2011

Milagro en La Nueva Gloria por Almudena Grandes

El País
Lunes 24 de enero de 2011
MADRID
Era una caja de cartón corriente, más bien pequeña, y algo en su aspecto le llamó la atención.
José Alberto Gutiérrez estaba muy acostumbrado a ver cajas de cartón en la calle, porque desde hacía tiempo trabajaba de noche, como conductor de un camión de recolección de basura en la ciudad de Bogotá. Junto a los cubos, en las esquinas o al lado de las papeleras, las cajas de cartón formaban parte del paisaje de su vida, pero aquella le pareció especial. Parecía que alguien hubiera puesto mucho cuidado en abandonarla, porque estaba cerrada, apartada de las bolsas, casi alineada con las baldosas de la acera. Por eso, mientras sus compañeros se afanaban en la parte trasera, él se bajó del camión y se acercó a ella. Al levantarla en vilo, comprobó que estaba llena y, como pesaba mucho, volvió a dejarla en el suelo antes de abrirla. Entonces, a la luz de una farola, leyó dos nombres. Arriba, en letras mayúsculas, León Tolstoi. Debajo, en caracteres más grandes, de florida caligrafía, Ana Karenina .
Aquella caja estaba llena de libros. No le dio tiempo a leer más títulos, porque cuando levantó el primero, sus compañeros le reclamaron. Ya habían terminado y quedaba mucha basura que recoger, así que José Alberto volvió al camión, pero decidió llevarse la caja con él. Al volver a casa, antes de acostarse, fue mirando todos aquellos libros, leyendo los títulos y los textos de las solapas, estudiando sus portadas y las fotos de sus autores para colocarlos después en una estantería. Se reservó, eso sí, Ana Karenina , para empezar a leerlo inmediatamente.
Esa novela de Tolstoi cambió la vida de José Alberto Gutiérrez. También su trabajo, porque desde que la encontró, salió cada noche a recorrer las calles de Bogotá de otra manera. Estaba seguro de que el propietario de aquella caja se había desprendido de sus libros porque no tenía más remedio, porque necesitaba el espacio que habían ocupado hasta entonces para otros nuevos, porque se había mudado, había tenido un hijo o había heredado una biblioteca con títulos duplicados. De lo contrario, calculó, los habría arrojado en el cubo de su casa o de mala manera sobre un contenedor. Eso significaba que la ciudad estaba llena de cajas que le esperaban, y que su misión era encontrarlas, recibir los libros sin futuro que sus dueños le habían encomendado y darles cobijo, un nuevo lector, una nueva vida.
José Alberto encontró muchos otros libros en cajas de cartón, más bien pequeñas, posadas con cuidado sobre las baldosas de la acera, a veces solitarias, a veces en grupos de dos o tres, cerca de los portales de edificios en obras, de los camiones de mudanzas, de los solares donde se apilaban muebles rotos o trastos viejos. Y siguió rescatándolos, mirándolos, acariciándolos, atesorándolos en sus estanterías como si fueran nuevos. Hasta que llegó a tener tantos que su riqueza empezó a parecerle un abuso. Si Bogotá le regalaba libros todas las noches, sería justo que él se los devolviera a Bogotá algún día.
Aunque el nombre de su barrio es La Nueva Gloria, allí nunca había existido ninguna biblioteca pública. José Alberto Gutiérrez miró hacia arriba y después a su mujer, Luz Mery, cuyo taller de costura ocupaba toda la primera planta de la casa. Los libros hacen más falta, le dijo, y cuando la convenció, su casa se convirtió en la primera biblioteca comunitaria de La Nueva Gloria, un lugar para leer, para tomar y devolver libros prestados, para compartir lecturas. La mirada amorosa de Ana Karenina preside desde entonces muchas otras historias de un amor más feliz que el suyo, el amor de muchos adultos, muchos niños del suburbio bogotano que han descubierto la emoción de la literatura en unas páginas rescatadas de la basura.

Esta biblioteca tiene un nombre, La Fuerza de las Palabras, y un lema aún más hermoso: "Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca". Jorge Luis Borges escribió estas palabras, y José Alberto Gutiérrez las tomó prestadas para situar a su amparo un proyecto cada vez más ambicioso. Ahora, cuando personas de toda Colombia le envían a diario libros nuevos y usados para ampliar unos fondos que cuentan ya con más de diez mil títulos, ha convertido la primera planta de su casa en la sede de una fundación que aspira a sostener nuevas bibliotecas comunitarias en distintos barrios marginales de Bogotá, y no descarta extenderlas a otras ciudades de Colombia. Quien desee seguir la trayectoria de este pequeño y gran milagro, puede consultar su página web, www.lafuerzadelaspalabras.com.
En diciembre de 2010, José Alberto Gutiérrez acudió a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, para dar difusión a su proyecto. Después, volvió a Bogotá, donde sigue conduciendo cada noche un camión de la basura.
(Este artículo es para María de los Angeles Naval, que al conocer a José Alberto, en la FIL, miró a los escritores que la rodeaban y preguntó: "Y esta historia... ¿quién la va a contar?".)
La autora, española, es escritora. Su última novela es Inés y la alegría

Más sobre la Lactancia Materna



Concentración de mujeres a favor de la lactancia (Foto: El Mundo)
HISTORIA FAMILIAR
La lactancia protege a las mujeres con antecedentes de cáncer de mama. Algunos trabajos han sugerido hasta ahora que retrasa la edad del diagnóstico
Actualizado martes 11/08/2009 03:04 (CET)
MARÍA VALERIO
MADRID.- Otro factor más que añadir a la lista de beneficios que aporta la lactancia materna a las mujeres. Un estudio ha comprobado por primera vez que el hábito de dar de mamar puede tener un efecto protector contra el cáncer de mama en mujeres con antecedentes de esta enfermedad en su familia.
La investigación que ha permitido averiguar este nuevo dato a favor de la lactancia es el Nurse's Health Study, un gran trabajo que en 1989 recopiló los datos de más de 116.000 enfermeras estadounidenses.
A base de cuestionarios periódicos a estas mujeres de entre 25 y 42 años, los investigadores de la Universidad de Harvard y el Brigham and Women's Hospital (ambos en EEUU) han extraído importante información sobre distintos aspectos de la salud femenina.
El último que ha dado a conocer la revista 'Archives of Internal Medicine' tiene que ver con el cáncer de mama. Según los datos obtenidos de un subgrupo de 60.075 enfermeras, la lactancia materna redujo un 59% la incidencia de cáncer de mama en mujeres que habían tenido algún pariente cercano con este tumor. Entre las que no tenían antecedentes familiares, no se observó este tipo de protección.
Una cuestión ampliamente estudiada
De hecho, como explica el propio trabajo y aclara el doctor Carlos Vázquez, presidente de las sociedades internacional y española de patología mamaria, la relación entre lactancia y cáncer de mama no está clara al cien por cien, pese a los numerosos estudios llevados a cabo hasta la fecha.
"Aunque sí tenemos la idea de que dar el pecho confiere un cierto factor de protección a las mujeres, todo indica que no se trata de una reducción del riesgo propiamente dicha, sino un retraso en la edad de aparición", explica este especialista.
De hecho, sugiere, ésta es una de las posibles explicaciones de que las mujeres africanas tengan una tasa de cáncer mamario tan reducido, "porque en este continente la leche materna es la única forma de alimentación a los hijos y se prolonga durante años". Sólo ahora que la esperanza de vida de las mujeres en África comienza a aumentar, concluye, empieza a verse también un aumento de la incidencia de diagnósticos oncológicos.
"El problema de esta cuestión es que siempre tiene que tratarse de estudios retrospectivos [que repasan factores pasados que pueden haber influido en la aparición del cáncer]", señala el doctor Vázquez, "y a menudo no incluyen un número suficiente de pacientes para darle potencia estadística a los resultados".
En el nuevo trabajo, el primero sobre esta cuestión que ha analizado el papel de los antecedentes familiares, se diagnosticaron 608 tumores mamarios en mujeres premenopáusicas entre los años 1997 y 2005 (tenían una media de 46 años en el momento del diagnóstico).
Otros beneficios indudables
Entre las que sí tenían parientes con cáncer de mama, dar el pecho resultó ser un factor protector, independientemente de la duración de la lactancia, de que ésta fuese la única forma de alimentar a los hijos o de que sufriesen la retirada de la menstruación como consecuencia.
El factor protector que observaron los investigadores, dirigidos por Alison Stuebe, es equivalente al porcentaje que se obtiene en la actualidad con algunos fármacos quimioprotectores que toman las mujeres con alto riesgo de sufrir este cáncer (como el tamoxifeno).
Aunque el equipo de Stuebe reconoce que habrá que seguir estudiando la relación entre cáncer de mama familiar y lactancia, tanto ellos como el doctor Vázquez, insisten en que los beneficios de la lactancia materna son indudables para cualquier mujer. "Nuestros datos sugieren que las mujeres con antecedentes deberían ser animadas a dar el pecho [a sus hijos]", concluye el trabajo. "Especialmente durante los seis primeros meses de vida, aparte de su indudable valor nutricional, es la mejor manera de transmitir la inmunidad materna al bebé".

Más adopción = menos abortos

Ver nacer un hijo debe ser uno de los actos más gratificantes que una persona pueda vivir en su vida, lamentablemente mucha gente en el mundo, por diferentes motivos, no tienen la dicha de vivir ese acontecimiento. Sin embargo varias de estas personas no bajan los brazos y realizan otro acto que es, a mi parecer, más noble aún: adoptar a un niño para criarlo y tomarlo como hijo.
Por medio de la adopción se crea una relación filial logrando que un hijo biológicamente ajeno sea propio. En la Argentina para poder adoptar a un niño se debe realizar un proceso judicial, pues sólo se obtiene la adopción por medio de una sentencia dictada por el juez competente. Esto es lógico, debido a la importancia del acto y por todas las cuestiones que hay en juego, sobre todo el bienestar del menor.
Sin embargo, al ser necesario que el trámite se haga por vía judicial, lleva a que el procedimiento se alargue y se trabe, muchas veces con cuestiones solamente burocráticas, que no se relacionan con la adopción en sí misma.
Lo más urgente a modificar en materia de adopción son los requisitos para realizarlas. Sería muy positivo, de cierto modo, flexibilizar la legislación. Actualmente, para poder adoptar, la persona que así lo desea, tiene que tener al menos treinta años de edad, y una mínima diferencia de dieciocho años con el menor a adoptar. Además la regla es que sólo puede adoptar una sola persona, salvo que se trate de un matrimonio, en cuyo caso, los padres adoptivos serán ambos.
En el año 2003 fue sancionada la ley que creó el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, generándose un gran avance a nivel nacional. Dicho registro permite a los solicitantes inscribirse y realizar una adopción en cualquier provincia del país.
Otro tema a tener en cuenta es que, por lo general, y sobre todo tratándose de matrimonios jóvenes, se quiere adoptar a bebés recién nacidos, que es siempre más complicado que querer adoptar a un chiquito más grande. Es significativo resaltar que la ley da prioridad a las personas que quieran realizar la adopción de niños mayores de cuatro años, grupos de hermanos o menores que padezcan discapacidades o patologías físicas o psíquicas.
Un paso muy grande se ha dado con un proyecto de ley que cuenta con dictamen favorable en la Cámara de Diputados, que modifica las licencias por maternidad contempladas en la ley de Contrato de Trabajo, ya que se instaura la posibilidad de solicitar licencia para poder realizar las visitas al menor que se intenta adoptar, como así también, si se adoptó a un niño menor de un año, se puede solicitar lo que se llama licencia por crianza. Con esta modificación se va a ayudar a simplificar las tramitaciones. Pero la flexibilización no debe quedar allí, hay que implementar trámites más rápidos y quitarle la burocracia a las adopciones actuales.
Si bien es fundamental que una asistente social tenga una entrevista con las familias o personas aspirantes a la adopción para estudiar el ambiente socio-económico-cultural de aquéllos, quizás deberían ponerse menos exigencias burocráticas. Y tener en cuenta que si una persona se inscribió en el Registro Único de Aspirantes es porque realmente quiere llevar a cabo a una adopción y, se supone, va a querer siempre lo mejor para el niño.
Por último, cabe resaltar, que la tasa de abortos ilegales de nuestro país crece año a año, y los números son cada vez más alarmantes. Una muy buena forma de evitarlos es reformando la legislación vigente. Promoviendo trámites de adopción más sencillos. Ello ayudará a miles de mujeres que, por distintos motivos, no pueden hacerse cargo del recién nacido, a que no cometan un error tan grande como es recurrir a un aborto, otorgando, en cambio, a los bebés en adopción. De este modo, se beneficiarán muchas familias, y lo que es mejor aún, se salvarán muchas más vidas.
Por María del Rosario La Madrid. Abogada. Junio 2009
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