jueves, 21 de julio de 2016

HIRKANI: distribuidora de leche, madre extraordinaria

El título de este libro, las Hijas de Hirkani, se inspiró en un antiguo cuento de la India. Hirkani, mujer, madre, y distribuidora de leche vivió en las cadenas montañosas del Ghats Oeste de la India durante el siglo 1600. A pesar de que su historia se desarrolló hace más de cuatrocientos años, Hirkani no es diferente de las mujeres de hoy día ya que enarbola el mismo instinto materno para superar desafíos para sus hijos. Se ha debatido si Hirkani fue una historia real o una leyenda. Una cosa es segura: su instinto materno fue real, biológico y ciertamente, universal.

La vida de Hirkani se desarrolla en un momento de la historia de la India cuando el poderoso líder Rey Shivaji reinaba desde la capital hacia lo alto. Dentro de los muros del fuerte del Rey Shivaji comenzó el evento que situó a Hirkani en el corazón de este libro. A pesar de que es famosa en la India, el mundo no ha escuchado hablar de esta heroína. Es tiempo que otros aprendan esta leyenda materna que se conoce en su tierra natal como “una joya de las montañas”.

Aquí está la historia de Hirkani como nos fue contada por un pediatra de la India el Dr. Prashant Gangal.

Hirkani fue una repartidora de leche que vivió en un pequeño pueblo en las faldas de Raigad con su marido y su hijo. Ella y su marido poseían ganado y sus ingresos provenían de la venta de la leche de sus vacas. Su historia comienza durante una luna llena en el mes Hindú de “Ashwin”, un tiempo llamado “Kojagiri Poornima”. Era un tiempo para celebraciones jubilosas e unificadoras ya que los agricultores habían finalizado la cosecha. Naturalmente, que los ánimos estaban altos en estos tiempos de abundancia, especialmente en el reino del Rey Shivaji.

La ocasión demandaba extraordinarias cantidades de leche para la cocina del palacio por lo que las repartidoras de leche de la vecindad habían recibido instrucciones con antelación para viajar al fuerte a entregar más leche. Hirkani nunca había visitado la capital antes; el viaje le daría la ocasión de hacerlo. Había escuchado impresionantes historias de palacios maravillosos, de un gran mercado y de muchas pompas y esplendor acordes con la capital del reino. La noche anterior a su viaje, soñó con todo lo que había escuchado. Sin embargo, había algunos obstáculos que harían este viaje de negocios algo difícil. Su marido estaba fuera en una expedición militar y no había nadie para cuidar de su pequeño. Además, debía organizar su viaje en el intervalo de tres o cuatro horas entre las sesiones de amamantar. Era una perspectiva atrayente y su familia necesitaba el dinero, por lo que hizo arreglos para viajar. La tarde siguiente, Hirkani amamantó a su pequeño abundantemente, lo acostó a dormir y lo dejó con amigos de la familia.

Con emociones encontradas, se dispuso a cumplir su misión. El viaje implicaba caminar unas pocas millas hasta la entrada del fuerte y luego escalar 1,250 pies (420 metros) hacia arriba, con adicionales 1,460 escalones para alcanzar la puerta principal del fuerte. El palacio que había dentro estaba a media milla alejado de la puerta principal, y la calle que llevaba hacia él pasaba por un animado mercado. Cubrir esta distancia de un lado a otro con las pesadas jarras de leche era difícil y parecía más complejo por el hecho que Hirkani tenía poco tiempo.

Por razones de seguridad las puertas del fuerte se cerraban a la hora de la puesta del sol y no se volvían a abrir hasta la mañana siguiente. Hirkani tenía miedo de ver lo que antes solamente había soñado.

Entregaron la leche en el palacio y ella y las demás repartidoras de leche recibieron su pago. Naturalmente, el área estaba congestionada ese día y Hirkani terminó separada de sus amigas. Las buscó en vano.


Finalmente, decidió emprender sola el regreso a casa. Sin embargo, con la multitud y la confusión, no logró encontrar su camino hacia las puertas principales. Hirkani había perdido tiempo muy valioso.

Pronto se asustó al escuchar a los cañones sonar, estos indicaban que las puertas pronto se cerrarían. A cada disparo que escuchaba, Hirkani corría más rápido. Cuando logró alcanzar la puerta principal, era demasiado tarde. Las enormes puertas se cerraron bajo llave. Hirkani rogó a los guardias que le abrieran pero sus suplicas fueron vanas. Las puertas solo podían abrirse por orden del Rey Shivaji. El imaginarse a su bebé, ahora hambriento en el pueblo de abajo, la hizo sollozar. Su blusa estaba mojada de leche. Continuó llorando y finalmente los guardias accedieron a llamar al oficial a cargo, quien iría a ver al rey para intentar obtener el permiso para abrir las puertas.

El tiempo pasó y Hirkani se puso más y más nerviosa. Todo estaba tomando mucho tiempo. El cielo estaba oscuro y la luna llena reflejaba la preocupación o en su rostro. Su instinto materno la llevó a explorar otra vía de salida, quizás una menos convencional. Se marchó de la puerta principal y continuó caminando dentro del fuerte buscando una vía de escape. Finalmente, encontró un lugar sin guardias. A lo lejos abajo en el valle podía vislumbrar las luces de su pueblo.

Era imposible; se sentía angustiada separada de su pueblo y de su hijo. Pero había una pendiente vertical que subía por más de 1000 pies (330 metros) de las profundidades de abajo. Ni siquiera el mejor soldado de la armada del Rey podría aventurarse hacia abajo, era una muerte segura. Mientras esperó, Hirkani no vio otra cosa sino el rostro de su hijo y no escuchó sino su llanto. La luz de la luna llena no le ayudaba pues la pendiente vertical estaba del otro lado. A pesar de ello decide hacerlo. Comienza a descender y arbustos espinosos y piedras filosas cortan su piel, infligiendo heridas y dolor. Continuó su descenso con gran determinación hasta que no sintió más nada. Para cuando llegó abajo, sus ropas estaban en jirones y sus piernas temblaban.

Corrió hacia su choza y tomó en sus brazos a su bebé, sosteniéndolo cerca de su pecho. Era casi la media noche, y la felicidad descendió sobre la pareja madre-hijo así como los dioses poblaron el cielo para ver la maravilla de la tierra.

En el fuerte del Rey Shivaji, la conmoción había comenzado. El Rey había ordenado a los guardias que abrieran las puertas, pero estos no lograron encontrar a la madre desesperada. Antorchas especiales se encendieron para buscarla. La búsqueda finalizó junto a la jarra vacía al borde de un precipicio. El rey se quedó horriblemente disgustado al escuchar las noticias y asumió que la joven madre había muerto. A la mañana siguiente, los caballos reales fueron enviados abajo para informar a su familia. Llegaron para escuchar el cuento de coraje que Hirkani había vivido. El Rey Shivaji estaba muy impresionado con esta hazaña y Hirkani fue apropiadamente honrada. El pueblo donde vivió todavía existe hoy día y se llama el pueblo de Hirkani; en su honor.

Las mujeres en las historias que ustedes están a punto de leer son, de tantas formas, las Hijas de Hirkani. En el siglo veintiuno ellas también están sobrellevando obstáculos para trabajar y amamantar a sus bebés. Ellas también están buscando sus propios caminos alrededor de las puertas que las personas cerraron delante de ellas. Y ellas también, están ansiosas, temerosas y extrañan a sus hijos e hijas. Algunas historias, comparten el drama de Hirkani; otras hablan con una silenciosa calma. Todas son historias de mujeres evaluando sus opciones a través de trepidaciones y latidos de corazón y, al final con coraje toman el camino que mejor funciona para sus familias.

Hirkani, nuestra amiga de siempre, sabía bien la dificultad de encontrar un equilibrio con cada uno de los peldaños que tomó cuando descendió, despacio, pero firmemente la montaña.

"Las Hijas de Hirkani: mujeres que escalaron montañas para combinar Amamantar y Trabajar"
Compilado y editado por Maria Castells-Arrosa y Mariana de Petersen. LLLI
Para leer más historias ir al link

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