Donó un riñón / En el hospital Británico de Buenos Aires
El órgano se extrajo por vía transvaginal; es la primera vez en América latina y sólo se hicieron ocho en Barcelona
Claudia, ya en su casa y con uno de sus hijos,
Tomás, tres días después de donarle un riñón a su padre
Foto: LA NACION / Hernán Zenteno
Nora Bär
LA NACION
Apenas tres días después de haber sufrido la ablación de un riñón, Claudia Sabater, madre de Tomás, de siete años, y de Sol, de tres, está de regreso con su familia. Cansada, pero feliz: inmediatamente después de que le fuera trasplantado a su padre, el órgano comenzó a funcionar y a restablecer el equilibrio de un organismo que hacía mucho tiempo dependía de la diálisis para sobrevivir.
"No habíamos salido del quirófano y él ya estaba haciendo pis -cuenta esta joven maestra jardinera de 38 años-. Además, me operé el lunes y hoy [por ayer] ya tenía el alta."
Semejante celeridad en la recuperación fue posible gracias a una técnica quirúrgica que acaba de aplicarse por primera vez en el país y en América latina, y que sólo se empleó hasta ahora en ocho pacientes operados en Barcelona.
"¿Dolor? Ninguno -dice Claudia-. Apenas habré sentido alguna molestia. ¡Ahora mismo estoy parada caminando! No tengo palabras de agradecimiento para todo el equipo de Nefrología del hospital..."
"Tradicionalmente, en los casos de trasplante a partir de un donante vivo relacionado se hacía una lumbotomía, que exigía una incisión importante en la zona lumbar -explica el doctor Marcelo Featherston, cirujano urólogo que tuvo a su cargo la intervención-. A comienzos de esta década comenzó a aplicarse la laparoscopia. Se hacían dos o tres pequeñas incisiones para hacer la resección del riñón y luego había que hacer un corte de unos cinco a ocho centímetros en la parte baja del abdomen para extraerlo. Pero igual había una incisión; igual había dolor... Nosotros ya estábamos empleando la laparoscopia para extirpar el riñón en pacientes con enfermedades renales. El problema con el trasplante es que hay un tiempo limitado entre que se «clampea» o se cierra la circulación y se libera el órgano, hasta que se enfría para poder injertarlo en el receptor. No puede superar los ocho minutos, aproximadamente."
El año pasado, en Barcelona, el doctor Antonio Alcaraz fue el primero en extirpar un riñón para donación por vía transvaginal. Los especialistas del Hospital Británico tomaron contacto con él para solicitarle algunos detalles importantes, que finalmente pudo revelarles la semana última, durante un congreso en la ciudad de San Francisco. "Esa información, sumada a las condiciones de la paciente (ya que no se puede hacer en todos los casos), nos animó a hacerlo -comenta Featherston, que trabaja con los doctores Alejandro Nolazco, jefe del servicio de Urología, Cayetano Vallone, subjefe, y José Juan Rozanec-. Ella, por supuesto, sabía que era la primera vez que lo intentábamos y que no era algo seguro, porque lo primero que teníamos que asegurar era que el riñón funcionara..."
El papá de Claudia tiene 64 años y una larga lista de comorbilidades, además de la insuficiencia renal: es diabético, hipertenso; tiene problemas cardíacos y arteriopatía periférica [enfermedad en las arterias de las piernas].
"Discutimos mucho este caso en ateneos y en nuestro comité de ética -dice Featherston-, sobre si era correcto extirparle un riñón a una joven sana de 38 años para dárselo a un hombre con un estado general deteriorado. Hablamos sobre las ventajas y desventajas durante más de un año entre nosotros, y también con los pacientes y sus familiares. Pero cada vez que les preguntábamos, ellos nos decían que querían seguir adelante."
Claudia, cuya mamá había fallecido hace trece años, explica que su papá había empezado con diálisis hace dos años y el trasplante se presentaba como la única solución .
"Yo era compatible, pero primero tuve que hacer una dieta para bajar de peso 22 kg -cuenta-. Por suerte, aunque tengo dos hijitos, mi marido, Fernando, nunca tuvo dudas: me dijo que él lo hubiera hecho por su papá y me apoyó en todo. Ahora, se ocupa de la casa, de los chicos..."
Según Nolazco, como toda persona con un solo riñón, Claudia podrá hacer una vida totalmente normal con sólo tomar la precaución de evitar los deportes de contacto y de controlar algunos parámetros fisiológicos, como la presión.
"Creemos que esta técnica es muy superior a la cirugía convencional -afirma-, porque evitamos la incisión, con todas las posibles complicaciones, además del dolor posoperatorio."
En el Hospital Británico, la cirugía laparoscópica en urología empezó a aplicarse hace siete años. "Primero, con las nefrectomías [extirpación del riñón], que después pasaron a ser la técnica de primera elección en el mundo -detalla Nolazco-; luego hicimos la prostatectomía radical [extirpación de la próstata] y ya estamos extirpando la vejiga. O sea, tenemos un servicio bien entrenado que nos permitió enfrentar este desafío."
De cara a un nuevo futuro, Claudia, la gran protagonista, no se considera especialmente valiente: "Esta es una historia de amor mutuo -dice-. Sólo le estoy devolviendo a mi papá lo que él nos entregó a mí y a mi hermano durante todos estos años. Y un grupo extraordinario de médicos, como el doctor Mariano Forrester y Hernán Trimarchi, que tanto nos apoyaron emocional y afectivamente, lo hizo posible".