viernes, 6 de junio de 2014

El dolor en el parto


Como parte de nuestro ciclo reproductivo, el parto no debería ser algo doloroso, de la misma manera que no deberían serlo en ningún caso las relaciones sexuales. Por el contrario, en condiciones plenamente favorables de intimidad y confianza, incluso es factible tener sensaciones placenteras durante el parto. Pero esto es algo realmente complicado de conseguir en el ámbito hospitalario, pues el ambiente no es el propicio para facilitar la desinhibición de la mujer.

El origen del dolor en el parto no hay que buscarlo únicamente en razones físicas. La explicación podemos encontrarla en la influencia de la educación y la cultura que afectan a nuestra visión de las cosas y nos predisponen a sentir lo que la sociedad en general nos augura que nos encontraremos cuando estemos de parto.

El miedo con el que nos enfrentamos al parto nos conduce irremediablemente a vivir un parto doloroso. El útero contraído por el miedo tiene dificultades para realizar su trabajo, está en tensión y produce contracciones espásticas en lugar de contracciones naturales.

El miedo al parto está muy presente en nuestra sociedad por eso es raro encontrar casos de mujeres que no hayan sentido nada de dolor en el parto.

Cada mujer es un mundo y cada parto es diferente, por eso las sensaciones que la mujer experimenta cuando está de parto son muy variables. Cada mujer tiene además su propio umbral de tolerancia al dolor, por eso a unas mujeres puede dolerle más que a otras. Suele ocurrir que algunas mujeres no sienten casi dolor hasta el expulsivo. En este momento la cabeza del bebé va presionando y distendiendo los tejidos, abriéndose paso, y cuando está abombando al máximo el periné, la mujer se siente como si le quemara un "aro de fuego" en la vagina. También puede ocurrir lo contrario, que la mujer sienta mucho dolor en la dilatación y muy poco en el expulsivo, pues empujar sea para ella una manera de aliviar la presión que siente en el periné.

Sin embargo, el dolor no es sinónimo de sufrimiento. De hecho, el dolor de parto es el único dolor que no tiene relación con algo que no anda bien en nuestro cuerpo. Tiene la función de "meternos para adentro", de ayudarnos a ese viaje maravilloso que nos hace perder de nosotras mismas para conectarnos con el bebé e irnos a otro planeta como dice Michael Odent. Las contracciones duelen, pero es un dolor que viene y se va. Fuera de la contracción, se acabó el dolor, te da un tiempo para reponerte, y vuelve a comenzar. No es un dolor que conlleva susto o miedo por la salud porque sabemos lo que está ocurriendo, y tiene una función muy clara y específica en el trabajo de parto.

Claro que, si a ese dolor se le suma el estar acostada, separada de tus afectos, con las piernas atadas y rodeada de personas desconocidas, eso sí puede llamarse sufrimiento.

El útero durante el parto realiza un gran esfuerzo en poco tiempo. Es un músculo que, a diferencia de otros, no solemos ejercitar a menudo. Durante el orgasmo también se contrae, pero son contracciones distintas, mucho menos intensas y duraderas. Por ello, puede sorprendernos la actividad del útero durante el parto por ser algo a lo que no estamos habituadas. El estar relajada ayudará a la mujer a percibir los movimientos del útero como algo nuevo, pero no necesariamente doloroso. Bañarse o recibir masajes le aliviarán del esfuerzo que está realizando su cuerpo. Pasear, balancear y rotar la pelvis ayudarán a su bebé a descender por el canal de parto, al beneficiarse del empuje que ejerce sobre él la fuerza de la gravedad.

¿Que hace el parto más doloroso?

Podemos hablar de dos aspectos importantes y diferenciados:

Por una parte está nuestra actitud frente al dolor. Pensar que "no vamos a ser capaces de aguantarlo", que "va a ser terrible", nos hace estar tensas y en alerta esperando ese dolor, hace que nos centremos en él y por tanto nos predispone a sentirlo y  percibirlo con mayor intensidad. La actitud de las personas que nos rodean también influirá, pues el miedo al dolor y al sufrimiento de los demás es contagioso. Pensar que vamos a ser capaces de hacerlo y recibir los ánimos y el apoyo de los demás nos ayudará a sobrellevarlo. Pensar que es algo natural, unas sensaciones que responden a un proceso fisiológico normal y no a algo patológico también ayuda, así como recordar que es algo pasajero y que tiene un fin concreto y maravilloso que es el nacimiento de nuestro bebé.

Por otro lado, la medicalización del parto añade una dosis extra de malestar a la mujer:

Estar incómoda: no poder moverse ni cambiar de postura, tener sed y no poder beber, tener demasiado calor o demasiado frío y no poder solucionar la situación...
La administración de oxitocina sintética.
Tener la bolsa rota, bien porque se haya roto espontáneamente o porque la hayan roto artificialmente.
El miedo por estar sola, por no sentirse segura.
Todos estos factores aumentan la sensación de dolor de la mujer, situación que se suele "solucionar" en el ámbito hospitalario mediante la administración de la epidural, que a su vez supone una mayor medicalización del proceso. Pero existen otras formas de paliar el dolor con métodos menos invasivos,  como son p ej.: los baños de inmersión en agua caliente, pero sobre todo la mejor manera de evitar el sufrimiento de la mujer de parto sería crear un ambiente adecuado y tranquilo y no manipular el cuerpo de la mujer innecesariamente, si no dejarle tiempo y libertad para que el parto transcurra con normalidad.

Más información:

El placer y el dolor en el parto. Montserrat Catalán Morera.

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