Relato de un Parto Respetado.
Por Marcela Osa, periodista y escritora,
autora del libro 101 Maneras de calmar a un bebé
El sábado 2 (de enero de 2010), al mediodía, empecé a sentir contracciones indoloras pero frecuentes. De distinta intensidad y duración, algunas suaves, pero ninguna pasaba desapercibida. Diez días atrás me había pasado algo semejante, y al día siguiente fuimos a ver a la partera y no había siquiera dilatación. Por eso no estaba segura de si el proceso estaba arrancando.
Durante ese día estuvimos trabajando en la casa (estamos en una especie de fiebre de reacomodamientos, instalaciones, muebles nuevos…). A las tres de la tarde vino de visita un amigo que hace tiempo no veíamos, y paramos para comer en la terraza. La pasamos muy bien, pero a eso de las 18 le pedí que cortáramos la reunión, porque me quería dedicar a prestarle atención al proceso de mi cuerpo. No podía pensar en otra cosa, con las contracciones tan seguidas. En ese momento tenía bastante conciencia del trabajo de las contracciones, sentía como unas pincitas que iban abriendo el útero.
A Dante justo le tocaba su noche con su papá, y yo todavía pensaba en que podíamos salir con Rodo, pero al pasar las horas él sugirió que nos quedemos en casa… Por suerte, porque fuimos hasta la heladería que queda a tres cuadras y me costó un poco la caminata.
A la noche pusimos una película de dibujos animados muy poética, pero no la pude terminar de ver, porque tenía electricidad en las piernas y preferí subir a darme un baño de inmersión (me estaban haciendo bien). Tomé una buscapina simple para ver si las contracciones menguaban. Nos acostamos a eso de la 1 de la mañana, las contracciones seguían igual, y me despertaron de a ratitos durante la noche. A las 6 de la mañana ya decidí levantarme.
Tomé mate, leí el diario por encima, todo atravesado por las contracciones y busqué información en Internet. Leí que en el trabajo de parto eran de alrededor de 45 segundos de duración y había tres en diez minutos. Así estaban siendo. Salí de la compu porque no quería quedarme en la cabeza, buscando información, sino sentir el proceso y las certezas en contacto con mi cuerpo. Subí a la terraza con mi cuadernito, al sol, el día arrancaba hermoso, a pleno sol. Escribí un rato y a eso de las 8 me di cuenta de que el proceso estaba en marcha. Empecé a hacer la O suave, y decidí despertar a Rodo. Cuando bajaba la escalera para hacerlo, él apareció, justo se había levantado, tampoco había podido dormir mucho.
Le conté lo que me pasaba, y a la vez que todavía el proceso era suave, estaba empezando, no tenía ganas de llamar a la partera todavía, ni de moverme de casa. Desayunamos y decidimos llamar a la partera a las 10. Un ratito antes de esa hora fui al baño y vi que tenía un par de rayitas marrones: se estaba desprendiendo el tapón mucoso.
Llamé a la partera, Carina Caldelas, me hizo algunas preguntas, y me dijo que a eso de las 11.30 iba a estar en casa. El plan era hacer todo el trabajo en casa y salir al hospital con 8 de dilatación.
Esas horas fueron tranquilas, yo estuve recostada en el sillón, haciendo la O. Terminé de ver la película. Después, entre una y otra contracción cerraba los ojos, pero bueno, eran cada tres o cuatro minutos, y ya empezaba a sentir no digo dolor, pero sí la sensación bastante fuerte e instalada. Rodo aprovechó esos momentos para adelantar un trabajo que tenía que entregar el martes.
Carina llegó re puntual, y me hizo un tacto para ver en qué andaba. Tenía 2 de dilatación, y eso fue un impacto, porque con Dante fui al médico con 4 de dilatación y todavía ni sentía prácticamente molestia. Yo pensaba que ya estaría en 5 o 6, y cuando dijo 2 me dio cosa… ¿este parto iba a ser más doloroso???
De todas maneras, el parto ya se había desencadenado. Como faltaban unas horas, hicimos unas tostadas con dulce de leche y mate para Carina. A mí me había recomendado té de gengibre y de ginseng, porque da vitalidad, y tomé durante la tarde tres vasos fríos, riquísimos, y fueron efectivos. Mientras charlábamos, yo hacía la O con cada contracción y ella de reojo calculaba la frecuencia con el reloj del celular. También escuchaba los latidos después de algunas contracciones, y después de cada tacto. Rodo de a ratos largaba el trabajo y venía a ver cómo iba la cosa. Fueron horas muy amenas y tranquilas.
(Entre paréntesis:
A todo esto, nosotros habíamos hablado mucho con la obstetra (Karina Da Camara) y la partera de cómo queríamos el parto, con la menor intervención posible, sin episiotomía, sin anestesia, los menores controles para el bebé (esto lo hablamos con la neonatóloga del lugar), pero yo ya no me animaba a pedir algo que consideraba que ya era mucho, y era conservar la placenta y el cordón. Cuando hice mi libro investigué los rituales andinos de enterramiento de la placenta, relacionados con la enfermedad folklórica del susto, y tenía ganas de hacerlo completo, pero me daba vergüenza. La cuestión es que en las horas que pasamos con Carina le mostré mi libro y justo lo abrió en ese capítulo, y me dijo que si queríamos nos preparaban la placenta para traer!!! Fue genial, le dije a Rodo que prepare la heladerita, porque había que mantenerla refrigerada. Para él era rarísimo, pero enseguida preparó todo, un amor total!!)
A eso de las 14 Rodo preparó la comida para él y Carina, yo nada más quería fruta, y seguía con la O. Todo era cada vez más intenso, y ya sentía algo de dolor. Carina me hizo un tacto y tenía 4 y me dijo “el útero está tenso. Cuando aflojes se va a acelerar el proceso”. Yo no me había dado cuenta, pero al chequear estaba re tensa cada vez que llegaba una contracción, y tenía los hombros muy tensos. Tomé conciencia y aflojé. Ahí pensamos qué hacer en relación a Dante, que llegaría a eso de las 15.30. Ella sugirió que viniera a casa, porque estaba bueno que me viera y le contáramos. Y como la casa de mi mamá está de camino a Fundación Hospitalaria, al salir lo dejábamos. La idea era hacer el último tacto a las 16 y ahí Carina podría decir a qué hora había que salir.
Me di un baño de inmersión. Al subir la escalera tenía que parar cada tres escalones para hacer la O en cada contracción (son como tres pisos para llegar a mi bañadera...) Rodo me acompañó en todo y al llegar al baño me preguntó si estaba nerviosa. Ahí le pude decir que en realidad estaba asustada, porque me estaba empezando a doler y me parecía que faltaba. El baño fue breve, porque tenía mucho calor, pero fue un buen momento para conectarme con ese miedo y soltarlo…
Llegó Dante. Le contamos, se mostró contento de ir a lo de su abuela. Cuando llegó el momento del tacto, Carina me dijo que el útero se había aflojado, ya tenía siete y pico de dilatación, y era hora de salir. Me dijo también que la bolsa estaba a punto para estallar en cualquier momento, y que ahí e iba a acelerar el desenlace. Que llevara un toallón para el asiento del auto.
Rodo ya tenía todos los bolsos subidos al auto (era una mudanza…) y partimos a lo de mi mamá, que de casualidad estaba con la mamá de Rodo. Dante me acompañó en algunas O y estuvo re lindo. Las dos abuelas bajaron a recibir a Dante y a tirarnos buena onda, estaban súper emocionadas.
Seguimos nuestro camino. Rodo le preguntó a Carina si tendría que ir más rápido, y ella le contestó que como no había roto la bolsa, no. A las diez cuadras de decir eso, estalló la bolsa. Fue un baldazo. Y, obviamente, me había dejado el toallón en casa, me di cuenta apenas arrancamos, pero ya no quería volver. Junto con el agua de la bolsa salió algo de meconio, y Carina enseguida escuchó los latidos, y estaban perfectos.
En el primer momento la rotura de la bolsa fue muy liberadora y a los pocos minutos las contracciones se intensificaron muchísimo. Les pedí que hicieran la O conmigo.
Al ratito llegamos a Fundación Hospitalaria. Eran las 17.10. Bajé con la partera y entramos tan rápido que cuando a los dos minutos Rodo volvió de estacionar, la gente de seguridad le preguntó quiénes éramos, nos estaban observando por las pantallitas…
Fuimos a la sala de preparto, Carina escuchó los latidos, estaban perfectos, y yo ya tenía dilatación completa. Me sentaron en una silla para ir a la sala de partos.
Al llegar, estuve sola unos minutos, porque la partera se fue a hacer preparativos y Rodo tenía que hacer un trámite en la entrada. No me gustó estar sola. Igual llegaron enseguida, fue muy tranquilizador ver a Rodo.
Yo seguía con la O, y Rodo también, a la panza. Era indispensable su voz ahí.
Llegó la obstetra, la neonatóloga, y estábamos todos. Me dijo que empezara a pujar cuando quisiera.
En ese momento el dolor era muy fuerte, y se le sumaba el miedo. Miedo a no poder… y también al dolor en sí. Ahí fue como que me desconcerté y no sabía qué hacer. Como que me dejé tomar por el dolor. La obstetra me sugirió ponerme en cuatro patas, porque al bebé le faltaba bajar un poquito. Lo hice y ahí sentí que bajaba, pero hice mal la fuerza, yo digo que por un momento me descontrolé, y la consecuencia fue que después tuve hemorroides.
Esa posición no era para mí, y una vez más la sugerencia de la obstetra: ponerme en cuclillas. Enseguida dije que sí, me acordé de que en las clases me había ido muy bien con esta postura. (Te aclaro que todos estos movimientos fueron sobre la camilla. La partera y la obstetra habían probado que se podía, para cuando llegara el parto). Le pregunté cuánto faltaba y me dijo “dos buenas fuerzas tuyas, nada más”, y le dijo a Rodo que mirara, ya estaba la cabeza del bebé asomando. La médica me puso vaselina en el canal de salida, dijo que iba a facilitar.
Igual seguía tomada por el dolor. Creo que nunca sentí tanto dolor, y que el parto es la experiencia más extrema del chamanismo femenino, lo viví así. En un momento pegué un zapucai tremendo, y ahí la partera me dijo: - no grites, focalizá. Y Rodo: - bajá el diafragma y prolongá el cóccix (habíamos quedado en las dos consignas). Y también me dijo: - podés ayudarte con los brazos como los usabas en la clase.
Yo estaba como un poco en el aire, pero ahí fue como que me hizo el click que me volvió a centrar.
(En ese momento hubo un episodio risueño, la neonatóloga dijo: - este parto es para filmarlo, qué calma!!- A mí me dio risa porque me sentía en medio de un torbellino, y los demás se contagiaron.).
Tomé conciencia de que tenía que pujar, y empecé a hacerlo sostenido, sostenido, sostenido... ¡y salió Tucma!
Fue un momento único en la vida y en el universo. Me resultaba increíble: no sólo había parado por completo el dolor, sino que había nacido este bebé precioso más allá de todo límite. ¡Y todo ocurrió en menos de media hora!!! Tucma nació a las 17.41.
Los miraba a él y a Rodo y todo brillaba. Yo quería tenerlo en brazos y no soltarlo, pero estaba envuelto así nomás, empapado, y la neonatóloga me dijo que iba a tomar frío, así que fueron a la sala de al lado con su papá y mientras me quedé anonadada, feliz, exultante, mientras expulsaba la placenta, lo cual fue un proceso re suave. Cuando salió, la doctora me la mostró en detalle, cuál era la cara que daba al bebé, y cómo estaba insertado el cordón (“en raqueta”, yo no tenía idea), me encantó saber eso.
Y al revisarme, vio que tenía un pequeño desgarro, muy superficial, me tuvo que dar tres puntos pero me dijo que ni comparación con una episiotomía, y fue verdad, realmente ni sentí molestia por esos puntos, ni para sentarme ni dolor, nada.
Volvieron Rodo y Tucma vestidito, una belleza, y a partir de ese momento no nos separamos más.
Mi doctora preguntó si había sido como lo deseábamos, y de corazón le dije que eso había sido realmente un parto respetado, estamos tan pero tan agradecidos a ella y Carina la partera… Sobre todo, algo que me hace bien es pensar que logramos este parto dentro de nuestro sistema de obra social, es decir: ¡se puede!!! Aclaro que a la partera le pagamos mil pesos aparte.
Y en lo personal, estoy feliz de haber llegado a la meta que tenía, en relación al cuerpo, al miedo, a mi deseo profundo de experimentar el nacimiento en toda su intensidad. El dolor es mucho, pero es muy breve, fue menos de media hora de dolor en realidad, en mi caso no justificaba una anestesia para nada. Haber atravesado así el nacimiento me hace estar cada vez más enamorada de Rodo, que me apoyó completamente, y lo sigue haciendo cada día de esta maternidad reciente.
Tucma es un tranquilo total, más allá de algunos gases que aparecen, duerme, toma la teta super bien.
La O en casa merece un capítulo aparte. Cuando está molesto por algo se le hacemos y afloja, afloja, afloja… Anoche nos maravillamos porque tenía un cólico re fuerte, lloraba fuerte (él nunca llora!!) y pensamos que se venía una noche tremenda. Le hicimos la O (es notable que funciona cuando se la hacemos los dos juntos), aflojó, se durmió y pasamos una noche buenísima!! O sea que usamos el Método de principio a fin, y sigue!!!
Frida, gracias por acompañarnos y enseñarnos!!! El Método es redondo, contempla todo y nos dio herramientas durante todo el embarazo y el nacimiento, y ahora, en los primeros tiempos de Tucma. Y lo veo a Dante, enorme, que también llegó con el Método, y todo se convierte en emoción...
Un abrazo gigante, lleno de agradecimiento y amor!!!!!
pd.: dos buenas noticias estéticas. una es que no se me hicieron estrías nuevas (Tucma nació más chico que Dante), y la otra es que no se me cerró el piercing del ombligo... son pavadas, pero estoy chocha...
Hola, soy Rodo: Marce me dio todo para que lea y agregue. Pero no hay mucho más para decir. El trabajo de parto en casa fue genial, tranquilo, parecía lógico (si bien, obvio, mi nivel de stress era altísimo). Sin grandes sustos, apuros, situaciones incómodas. Luego, ya en la fundación, todo fue mucho más intenso (esa intensidad empezó en el auto....). El dolor de Marce me asustó, pero como dice, fue corto. Realmente, la parte que le dolió tanto duró unos cinco minutos. Cuando el bebé nació, fue como una película: se hizo silencio (salvo el llanto de Tucma, por unos segundos), se paró todo. Cuando lo llevamos al otro cuarto para los análisis, cambiarlo y principalmente ponerlo en una habitación mucho más caliente (la sala de parto tenía aire acondicionado), empecé a temblar, tenía como los brazos anestesiados y dormidos, pensé que tal vez me desmayaba. Pero no. Creo que la “O” me ayudó mucho en el parto, porque yo “sabía qué tenía que hacer”. No estaba ahí parado viendo la cara de dolor de Marce, sino que tenía una función. Y eso hice. Y nos sirvió a ambos (bueno, a los tres). Frida, ¡¡gracias!!
Fuente www.kangurito.com.ar
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