Dos seres increíbles aunque cotidianos como todos, esperan su primer hijo con mucha felicidad, eligen su médico, encuentran el que les dan confianza para un parto lo más natural posible. Una mañana aparece ella, la pérdida de sangre, siempre tan temida, y comienza la espera día a día. El diagnóstico dice reposo más reposo más reposo, cuántos días serán?
Llega mi fin de semana de trabajo allá por abril, donde ya estaba el otoño, el sábado 20, no recuerdo si hacía frío o calor, pero ese día conocí a Ivana y Diego, ella mostraba una incipiente panza de 27 semanas, una cara de nena triste, él disimulaba como lo hizo todo el tiempo su miedo.
Ese fin de semana supe que estos padres iban a estar internados bastante tiempo, lo sentí, obvio que no lo deseaba, pero fue así finalmente, fueron 11 fines de semanas, 11 semanas, 78 días, esperando, una espera que se hizo eterna para toda una familia e insoportable por momentos para la madre.
Termino un campeonato de fútbol, vimos mucho tenis, pasamos cortes de luz largos, comimos cosas ricas, nos reímos juntos, también lloramos.
Solo la fortaleza que da la maternidad, hace posible, que a pesar de todos los inconvenientes médicos que presentó esta madre durante una larga espera, ya resultaba increíble que le pasará algo más, pero si un diagnóstico trajo otro y las cosas parecían complicarse.
De todas formas ese no es el tema mirando las fotos y ya habiendo nacido Teo, la felicidad de Ivana y Diego es lo mejor de todo, fue un gran aprendizaje mutuo atenderlos, ayudarlos, estar con ellos en momento feos, de miedo, de intranquilidad, ellos me dieron una oportunidad, entrar en sus vidas, Diego con su comicidad y simpatía siempre me hizo reír, también la contuvo a Ivana, disimulando todo lo que le pasaba, por eso yo le decía anda pasear un poco, yo la cuido a Ivana, salí que te hace falta, así fue como descubrió que podía jugar tenis cerca del hospital, una de las enfermeras le hizo compañía, también le dio varias palizas.
Los fines de semana la habitación se llenaba de amigos y familia que pasaban horas acompañando a estos padres, a veces resultaba cansador, otras veces divertido, siempre compañía y apoyo, algo muy necesario.
Ivana se enteraba de todo lo que pasaba en el sector, cuantos nacimientos había, los nombres de los recién nacidos, a pesar de estar confinada a la cama, solo poder levantarse para darse una corta ducha, cuando las cosas empezaron a calmarse.
Y pasó una quincena, luego un mes, otra quincena, otro mes, luego empezaron a contar por semanas, después por días y después por horas, llegó finalmente el 1 de julio y nació Teo por la tarde, y una inmensa felicidad lleno los corazones de Ivana y Diego, formaron su familia.
Doy gracias a la oportunidad que me da mi profesión de enfermera a entrar en la vida de estos padres y ayudarlos,
Eso se llama F E L I C I D A D!!!
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