Por Ángeles Cano
Mucho se ha hablado de los beneficios del
cuidado piel con piel entre madre y recién nacido. Se ha comprobado en estudios
(Hospital Joan XXIII de Tarragona, Adolfo Gómez Papi, 2005) que el ingreso de
los recién nacidos prematuros o enfermos se reducía drásticamente, así como el
uso de fármacos durante el mismo. Y que los padres tenían más seguridad a la
hora de cuidar a sus bebés tras el alta, cuando ya formaban parte activa de los
cuidados dentro de la UCI Neonatal. Y que la lactancia era más fácil y se
alargaba lógicamente, si se respeta al máximo la unidad madre-bebé tras el
nacimiento, es decir si se promueve el contacto piel con piel ininterrumpido nada
más nacer el bebé. Es una larga lista de beneficios para todos los implicados a
corto, medio y largo plazo.
Si nos detenemos en cómo se ha tratado el
tema de la lactancia materna, vemos que ya hubo un cambio de paradigma que se
traslada al lenguaje “oficial”. Ya no se habla de los beneficios de la
Lactancia Materna, sino de los riesgos de la lactancia artificial. Que un bebé
se alimente de su madre es lo normal, lo que debe ser una excepción es que se
alimente con sucedáneos artificiales que nunca llegarán a imitar la calidad de
la leche humana.
Esto mismo se debería aplicar a las
necesidades y cuidados esenciales de los bebés y niños ingresados. No se trata
de favorecer el contacto piel con piel, sino de garantizarlo. Deberíamos
atrevernos ya a hablar de cuáles son los riesgos para un bebé ingresado que no
tiene contacto físico con su madre y su padre, que no recibe cuidados
continuados de sus padres. ¿Cuáles son los riesgos de separar a un bebé de su
madre, de privarle de sus primeras necesidades en un momento crítico como es el
nacimiento?
Los riesgos que suponen que un recién
nacido no encuentre su hábitat, que su entorno no cumpla las expectativas con
las que nace, sí, de supervivencia, de satisfacer su instinto. Que no pueda
reconocer a su madre, tocarla, olerla, reencontrarse con ella. Que no pueda
tomar su calostro cuando tiene sed. Que no pueda disfrutar de su calor para no
perder temperatura en esos momentos frágiles tras el nacimiento. Que no pueda
buscar consuelo en sus brazos. El sentirse desorientado por estar lejos del
cuerpo de la madre que lo es todo para un bebé recién nacido: calor, alimento,
seguridad, consuelo, protección y amor.
Los principales riesgos son, entre otros:
ü Falta
de apoyo para la regulación de la temperatura corporal
ü Dificultades
en el comienzo del vínculo y apego con su madre
ü Dificultades
para el establecimiento de la lactancia materna
ü Alteración
del ritmo cardiaco y de la respiración, ansiedad, estrés
ü Hambre,
sed y dolor
ü Falta
de movimiento y estímulos por parte de la madre
ü Llanto
excesivo (que implica pérdida de temperatura, etc.)
ü Pérdida
de peso
ü Dificultad
para conciliar el sueño, falta de descanso
ü Desorientación
y soledad
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