John Kinnear
Cuando mi esposa estaba embarazada de
nuestra hija, siempre salía a relucir la pregunta
“¿Planeas amamantar?” En mi etapa de casi
papá, súper emocionado de-ser-participar-en-la-crianza de mis hijos/as, un par
de veces al principio yo mismo respondí: “¡Sí, definitivamente!”. Ahora me doy
cuenta de lo tonto que debió sonarle a mi esposa mi respuesta a esa pregunta tan
personal y específica de género. Era obvio que yo no iba a amamantar a nuestra
hija, y no me correspondía responder a mí. Pero tengo que decir que esa pregunta
sobre lactancia viene por lo general acompañada de otras como… “¿Vas a…?” y a
éstas si puedo responder. “¿Estás pensando en inscribirla en la guardería?, ¿ya
escogiste un nombre? ¿Estás emocionado detener una niña?”. A pesar de que mi
esposa era la que llevaba a nuestra hija en su vientre, nos acostumbramos a
responder a estas preguntas como un equipo.
Mi esposa es una persona a la que no le
gustan los conflictos. En vez de hablar conmigo, ella hizo lo que una persona
no conflictiva hace ante un problema: se lo guarda y se preocupa. No fue sino
hasta meses después, cuando yo le decía lo contento que estaba de que “nosotros”
decidiéramos amamantar que me dijo en voz baja: “No sé si quiero dar el pecho”.
Yo. Estaba. En. Shock. Me quedé atónito. “Pero, decidimos...”
“En realidad, no lo hicimos.”
“Pero cuando hablamos de...” Y entonces
vino la realidad y me di cuenta. No habíamos hablado de esto. Yo lo asumí. Y la
peor parte fue que, a pesar de que yo era el que me había pasado de la raya,
ella era la única que se sentía culpable.
Entonces, experimentamos una extraña
mezcla de emociones. Me sentí mal por asumir y me decepcionó saber que quizá no
amamantaríamos. Creo que lo siguiente que dije fue algo así: “Metí la pata. Supuse
que pensábamos lo mismo. Creo que deberías amamantar...”.
Pero lo que REALMENTE debí haber dicho
es: “Metí la pata, supuse que pensábamos lo mismo. Estoy listo para escuchar.”
Y eventualmente lo logramos (yo
escuchando). Al principio le expliqué los beneficios de la leche materna (que
ya ella ya conocía), alabé a otras mujeres de mi vida que habían amamantado con
éxito (a quienes ella había escuchado antes), y cité todo lo que ella misma
había mencionado sobre las ventajas de la lactancia materna (que ella por
supuesto también recordaba). Yo hablaba antes de que ella se pudiera comunicar conmigo,
sobre todo con sus ojos que decían que yo no era el único involucrado en la
conversación. Mi esposa es una mujer muy paciente. Así fue que con el tiempo me
callé y escuché. Y esto fue lo que escuché.
Me dijo que se sentía nerviosa, pero que
también le daba un poco de asco, y esto la hacía sentir culpable. Le preocupada
no poder hacerlo, y sentía mucha presión de tener que hacerlo o de causarle un
daño permanente a la bebé. Y ella no quería decepcionarme, porque ella
realmente quería ser una buena madre... y entonces empezó a llorar, y yo empecé
a llorar también.
Entonces comprendí que si ella no quería
amamantar estaría totalmente de acuerdo. Ella dijo que sabía que no era así,
pero apreciaba que se lo dijera. Seguimos hablando por un rato y ella sugirió
que tomáramos una clase de lactancia juntos. El plan era: ella consideraría mis
ideas, la clase, su cuerpo y a la bebé, y luego tomaría una decisión cuando se
fuera acercando la fecha del parto. Yo la apoyaría y la amaría sin importar la
decisión que tomase.
El plan funcionó – al empoderarse y
sentirse cómoda y feliz con la decisión que ella tomara. La clase fue maravillosa
e informativa. Mantuve mi boca cerrada y escuché (no es una tarea fácil para
mí). Ella leyó un par de libros, y cuando la princesa llegó, ella decidió que
quería darle pecho. Fue muy difícil y frustrante al principio. Mi primer
instinto fue apoyarla como a un atleta cansado. “¡VAMOS! ¡AMAMANTA A ESA BEBÉ! ¡BRAAAVOO!”
Pero como habíamos mejorado nuestra comunicación para entonces, ella me dijo lo
que necesitaba: un abrazo o pequeñas palabras de aliento, un hombro para llorar
o algunas de esas compresas de gel para pezones. Sus palabras eran órdenes para
mí.
Sí, me siento orgulloso de la decisión de
mi esposa de amamantar. No fue una tarea fácil, especialmente cuando ella
volvió a trabajar y tuvo que extraerse leche. Aprendí que ser un padre activo e
involucrado no necesariamente significa que tengo una participación del 50 por
ciento en cada decisión – sobre todo las que involucran su cuerpo. Ella supo
que si me miraba fijamente lo suficiente y lentamente levanta su ceja izquierda
yo me iba a dar cuenta de que debía parar. Bueno sin bromas – ella aprendió a
hablar más, y yo aprendí a escuchar más, y nos encontramos en el medio. La
leche materna puede ser saludable para nuestra hija, y yo espero que
comunicarnos así sea muy saludable también.
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Adaptado de: http://www.huffingtonpost.com/john-kinnear/the-wrong-way-to-support-your-wifesbreastfeeding_b_5663442.html
Imagen George Hodan PublicDomainPictures.net
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