Hablábamos el otro día sobre si el parto
sin epidural es ya una opción accesible a todas la embarazadas. Cada vez
más hospitales abogan por partos menos intervenidos en los que la anestesia
empieza a ser un complemento y no necesariamente una parte fundamental del
protocolo.
Sin embargo, a veces
parece que para una embarazada no es fácil obtener una respuesta clara a una de
las preguntas básicas que cualquier mujer se plantea antes de tomar una
decisión en un sentido u otro: un parto sin epidural ¿duele mucho?
Hablando en plata
Por lo visto, en ciertos foros está mal visto decir que sí, que un parto sin epidural duele mucho, muchísimo a veces. Como si negar lo evidente fuera una estrategia para atraer más incautas a nuestra secta de sufridoras natas.
Creo en cambio que es
perfectamente compatible animar a cualquier mujer a tener un parto natural por
todo lo positivo que conlleva sin necesidad de negar, maquillar u ocultar lo
obvio: un parto sin epidural duele. Bastante
Cada parto es un mundo
Cierto es que cada parto
y cada mujer son un mundo. No seré yo quien le niegue a nadie sus experiencias
orgásmicas en plena expulsión o contradiga a todas aquellas mujeres
que pasaron por el parto sin despeinarse ni enterarse casi. Pero digamos que no
es lo habitual.
De la misma manera que
podemos afirmar con cierta rotundidad que un cólico nefrítico duele –
independientemente de que haya personas que los hayan sufrido sin dolores – no
es descabellado tampoco afirmar con cierta vehemencia que, para la inmensa
mayoría de las mujeres, un parto sin anestesia implica dolor. Que éste pueda
ser perfectamente tolerable y no empañe en absoluto lo que es a todas luces una
experiencia maravillosa, no es excusa para no contar la realidad con todas sus
caras.
Dilatación, esas contracciones
que todas conocemos
Muchas veces escuchamos
cómo se equiparan los dolores de parto a los de una regla dolorosa. Si bien
esta comparación no le hace justicia a la intensidad del parto, es cierto que
los dolores de dilatación son muy parecidos a los menstruales, sobre todo en
los inicios de la dilatación.
Las contracciones de
dilatación, esas que permiten que nuestro cuello del útero se dilate lo
suficiente para dejar que pase la cabecita de nuestro bebé, son muy parecidas a
los retortijones que algunas mujeres sufren cada mes.
Muchas veces también
estas contracciones empiezan en los riñones y producen desasosiego en las
piernas igual que los dolores menstruales. A diferencia de éstos sin embargo,
las contracciones de parto van ganando intensidad progresivamente y cada vez
son más difíciles de compatibilizar con una actividad normal.
A medida que la
dilatación avanza lo normal es que no podamos hablar durante una contracción,
ni andar y que necesitemos toda nuestra concentración para sobrellevarlas. La
frecuencia de las contracciones también va siempre en aumento, por lo que cada
vez tenemos menos tiempo para recuperarnos entre contracción y contracción. Si
nos cansamos en exceso la sensación de dolor o incomodidad puede acentuarse
independientemente de que las contracciones sigan siendo igual de intensas.
Las buenas noticias son
que estos dolores pueden hacerse mucho más llevaderos con ejercicios de
respiración, cambiando de postura, baños relajantes o simplemente con una mano
experta en los riñones. La misma contracción que tumbada en la cama sin ayuda
puede ser un infierno, puede ser algo completamente soportable en la postura
adecuada y respirando correctamente.
La peor forma de dilatar
es tumbada, es cómo más duele. Normalmente cualquier postura que nos permita
reclinarnos hacia delante para que la tripa cuelgue con libertad, como apoyar
los brazos sobre una cama, de rodillas o a gatas, se hacen mucho más llevaderas
aunque algo más cómicas.
La diferencia durante la
dilatación la marca sobretodo la duración de la misma y el agotamiento que la
mujer vaya acumulando. Si con la asistencia adecuada, se ayuda a la embarazada
a permanecer tranquila y relajada este es un dolor soportable y perfectamente
llevadero.
La transición, el
verdadero coco
La transición es una
fase muy breve del parto entre la dilatación y la expulsión. Y la más dolorosa.
La transición se nota perfectamente, es un cambio brutal, las contracciones ya
no son algo seco que nos aprieta la espalda y el abdomen, un dolor conocido. La
transición no se parece a nada que hayamos sentido antes y es de una intensidad
sobrecogedora, animal.
Nadie tiene que decirte
que algo ha cambiado, tú lo sabes, el bebé va a salir y tú notas como te abres
por dentro para dejarle pasar. Probablamente si hasta ahora nos hemos
contentado con resoplar y algún gemido quejicoso ahora tengamos que gritar o
mascullar abiertamente. Es un dolor húmedo difícilmente comparable con nada que
hayas podido sentir antes.
En este momento es
posible que pienses que no puedes más, que alguien haga algo, que tu lo dejas,
se acabó. Lo bueno es que esta fase suele ser muy corta y en lo que tardas en
decir esta boca es mía ya se ha pasado. Lo mejor es rendirte a tu naturaleza y
hacer lo que te pida el cuerpo, gritar, ponerte de cuclillas, a cuatro patas o
insultar a tu marido. Éste es el mejor momento.
La expulsión
La expulsión no es
necesariamente dolorosa per se a no ser que sufras un desgarro o se alargue
demasiado. Durante la expulsión se siente el alivio de haber pasado la
transición y más que dolor lo que puede sobrevenirnos es una sensación tremenda
cuando la cabeza del bebé corona y tu cuerpo se abre al máximo.
Un momento que recuerdo
muy claramente es tener la cabeza fuera y el resto del cuerpo dentro. La
sensación de impaciencia porque saliera de una vez y aliviar la tensión en la
que estaba todo mi cuerpo. Es una sensación muy fuerte, más intensa que
dolorosa y se pasa en cuanto sale el resto del bebé con la siguiente
contracción. Como un milagro, salen los piececitos y no te duele nada, el
alivio es instantáneo y el bienestar inmediato. Tú bebé está aquí y tú estás en
plena forma para disfrutarlo al máximo.
El alumbramiento
Es posible que en pleno
éxtasis con tu bebé nuevo sientas una contracción y pienses: no puede ser… ¿otra vez? Pero
tranquila, es la placenta que saldrá tranquilamente un rato después de haber
nacido tu bebé.
El subidón
Muchas veces oímos
hablar de las endorfinas y del subidón que nos invade después de dar a luz sin
epidural como si fuera un cuento chino que nos venden para colarnos el parto
sin anestesia. No es así. Realmente, después de dar a luz sin epidural –
siempre y cuando no haya habido complicaciones en el parto – nos encontramos
fenomenal, nos vuelven las fuerzas a una velocidad sorprendente y tenemos el
ánimo y la energía perfecta para ponernos al bebé al pecho y disfrutarlo al
máximo.
Esto no quiere decir que
cuando tenemos un bebé con epidural o mediante cesárea no lo disfrutemos o no
nos enamoremos de él al instante. Para nada. Recuerdo con la misma ternura el
nacimiento de mis dos primeras hijas con su epidural que el de las dos pequeñas
sin epidural. Pero sí es cierto que tras un parto sin anestesia estamos en un
estado de alerta y excitación que nos permite vivirlo de otra manera. Es una
sensación difícil de explicar como si nos dijéramos “así tenía que ser y ha
sido”.
De bonus además este
subidón dura días, incluso semanas, y hace del puerperio una experiencia mucho
más agradable porque tenemos la energía suficiente para cuidar de nuestro bebé
sin agotarnos.
En cualquier caso no hay
vencedores ni vencidos, traer un niño a este mundo, con o sin anestesia, es una
experiencia inolvidable y maravillosa para cualquier madre. Habiendo vivido dos
partos con epidural y dos sin epidural quería aportar mi granito de arena para
esclarecer en la medida de lo posible lo que puede sentirse durante un parto
sin anestesia aunque los ritmos del mismo y lo cansadas o nerviosas que estemos
puede hacer que tomemos más consciencia y recordemos más nítidamente unas
sensaciones que otras.
En mi caso particular,
cuando me preguntan si duele mucho el parto sin epidural mi
respuesta siempre es la misma: Sí, pero compensa.
Foto | Lou Bueno en Flickr
En Bebés y más |Parto sin epidural, ¿una opción para todas las embarazadas?, El 70% de las mujeres embarazadas que piden un parto sin epidural acaba cambiando de opinión
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