Publicado el septiembre
4, 2013 por rousbaltrons
Aisha y Jan nacieron por
la puerta grande.
Aquella que se abre
aparentemente sin esfuerzo y de golpe ves la luz.
Quiero desterrar hoy los
mitos de la cesárea, así como ya todxs sabemos, porque hay mucha información
sobre ello, las ventajas físicas, espirituales y obviamente naturales del parto
vaginal, he aquí dos historias muy abreviadas de dos cesáreas, de dos hijxs que
parí con Amor, esfuerzo, consciencia, terror y cantos infinitos.
Aisha nació primero, 3
años antes que Jan. Un embarazo deseado, esperado y una niña en mi vientre.
Me informé en la medida
que pude, asistí a charlas sobre partos en el agua, el parto en casa por mil
motivos, influencias externas y debilidad ante el sistema, solo pude plantearlo
nunca llegué a creer en que sería posible, y no lo fue.
En el agua tampoco, sin
epidural tampoco, cantando tampoco…
Pasé de las 40 semanas
de gestación, la presión de la familia, de los médicos, las historias que te
cuentan antes de parir que curiosamente todas son negativas, el desacuerdo de
mi compañero a esperar más y mi miedo me
llevaron a una fría sala de hospital donde me hicieron las mil y una maniobras,
introducciones, pinchazos y etc para provocar el nacimiento de Aisha. Ella,
sabia entre las sabias, decidió que todo iba demasiado rápido, que ella no
podía con tanto estimulo para que saliera de su nido así que su corazón se
debilitó y de una patada se abrió una puerta a una sala aún más fría si cabía y
allí, con prisas y nada de Amor, me abrieron para sacarla, llevársela,
revisarla y finalmente presentarme a mi hija vestida, limpia y dormida. Fue
hermoso el re-encuentro, sostenida por una comadrona Aisha apoyaba su mejilla
contra la mía mientras me cosían. Al día siguiente mamaba perfectamente y así
siguió hasta que llegó Jan, yo con una experiencia del parto un poco
traumatizada, pensando si realmente eso era realmente necesario o finalmente
hubiera descendido entre mis caderas sin necesidad de diseccionarme…
Y llegó Jan. Antes de
tocar su cuerpo sentí su alma flotando en mi, oí su voz, olí su piel, y
proyecté. Esta vez el parto iba a ser en casa, sin lugar a dudas. Oídos
cerrados, mente concentrada y corazón abierto. Jan se gestó en el Yoga, la
Danza y los Mantras.
La tribu de Mujeres
salvajes que me acompañaba danzó, rió, me masajeó y esperó con tranquilidad su
llegada. Yo también lo hice.
No sin contratiempos y
opiniones enfrentadas seguía un camino de Paz y adoración a mi Cuerpo,
recipiente de Vida y Magia que como un engranaje perfecto hacía su trabajo sin
miedo, perfecto, divino.
40 semanas y nada.
Espera y confianza.
42 semanas y nada.
Espera, inquietud y confianza.
43 semanas… Jan llamaba
a la puerta. Inquietud, miedo, confianza.
43 semanas, 45 horas de
contracciones, 12 horas en el suelo de mi casa, a cuatro patas como nuestras
semejantes, aullando de desgarro, moviendo la espalda, la pelvis y el Útero aún
ocupado como en el más apoteósico de los trances.
8 centímetros de
dilatación.
Sin saber por pruebas
externas cómo estaba Jan después de tantas horas de trabajo, me fiaba
absolutamente de lo único que, constato, te puedes fiar, de mi sentir e
intuición, todo iba bien, muy bien.
Pero decidí ir al
hospital, a uno al que me colé, por recomendación de mi comadrona y ser de luz
que no me dejó ni un solo momento, nos fuimos a acelerar el parto. Yo me dormía
del cansancio. Y pensaba, ¿que ocurre? Todo va bien. ¿que está pasando?
3 horas de dura
oxcitocina finalmente se decidió otra cesárea.
Creí morir por un
momento, ese momento pasó rápido tras recibir la última bendición de las
Mujeres que me acompañaron sin decaer y que como recompensa a tanto esfuerzo el
ginecólogo dejó entrar en quirófano. Así fueron, como ya he relatado en otros
escritos, así sonaron:
-Rous, vamos, Jan va a
nacer, da igual dé que manera, lo importante para ti y para él es como lo
vivas, no abandones ahora, no dejes que “te hagan una cesárea” siente tu parto
por cesárea! vamos a cantar, canta fuerte para que te oiga, muestrale el camino
a tus brazos cuando le abran la puerta, no lo dejes solo…
Gritos de placer,
lágrimas de emoción, miradas cruzadas con ellas mientras Él empezaba el camino
, manos que me acariciaban, otras que me abrían, Jan nacía y yo, cantaba.
No se lo llevaron, ni lo
exploraron, absorbió al cabo de los días los restos de mi interior a través de
su piel, nunca supe cuánto pesó, ninguna punción, ni antibiótico. Solo cuerpos
desnudos envueltos en un enorme pañuelo, una silla de ruedas que me llevaba
pasillo a bajo dirección al parking, un papel firmado, sonrisas de enfermeras,
cara de asombro de un ginecólogo que nos vio alejarnos con todo el Amor y el
agradecimiento del mundo rumbo a casa.
Dos cesáreas, mi Útero
doblemente segado, abierto, cortado… y doblemente sanado.
Tal vez ninguna de las
dos fue necesaria, pero yo pienso que sí, absolutamente las dos.
Aisha me demostró que si
no confiaba en mí, lxs demás siempre me harían débil y no conseguiría lo que me
propusiera.
Jan vino con fuerza a
mostrarme que algo que consideraba negativo podía ser tremendamente positivo
cuando trabajas la aceptación, lo vives profundamente y eres además, capaz de
agradecerlo.
No parí como quería,
parí para llevar a cabo lo que quería,
aprender a amarlo TODO. Y de ahí, el Universo te vuelca su abundancia.
El Útero fuente de
creación y vida.
Con Amor, Rous.
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