12 sep 2013 Paloma Goñi
Si pienso en la idea del
parto que me ha inculcado la sociedad en la que vivo, pensaré en un parto en
una cama de hospital, en un parto con epidural
y episiotomía, en un parto en el que la mujer grita y se retuerce de
dolor, en el que hay médicos y enfermeras que te dicen “empuja, empuja, respira,
respira, empuja ahora, venga, más fuerte”, en el que el personal sanitario está
listo para correr en cuando nazca el bebé y en el que lo más importante es que
la madre y el bebé estén vivos.
Sin embargo, para mí los
partos no deberían ser así por norma. Vale que a veces es necesaria una
epidural o una episiotomía, a veces es necesaria la guía de un médico, a veces
las prisas son necesarias y a veces es un auténtico milagro que madre y bebé
hayan sobrevivido. Pero todo esto es solo a veces. Muy pocas veces. En general
un parto es una celebración de la vida, un acontecimiento natural, normal y
seguro. Un proceso en el que el cuerpo de la mujer sabe qué hacer, en el que
solo hay que dejarlo hacer, en calma, con tranquilidad, sin prisas, con
confianza y, sobre todo, sin miedo.
Y este ambiente, le pese
a quien le pese, se da de forma natural en casa, en el hogar, y con las mínimas
intervenciones posibles. En algunos países, como Holanda y Reino Unido, ya se
han dado cuenta de esto y promueven desde los servicios públicos el parto en
casa con la atención de matronas y el acompañamiento de doulas. Y sobre esta
diferencia entre España, Holanda y Reino Unido habla el reportaje “De parto”
que se emitió en el año 2006 en Documentos TV.
Un reportaje realista en
el que se muestran partos en casa en Holanda, partos en agua en hospital en
Reino Unido y partos en camas en hospitales españoles. Lo más impresionante y
lo que nos debería hacer reflexionar a todos es cómo cuentan las mujeres sus
experiencias de partos en los diferentes países. Y cada vez hay más traumas en
el parto y más depresiones postparto, algo que da que pensar.
En el reportaje un
ginecólogo español tiene la desfachatez de admitir que los partos son con la
mujer tumbada en la cama porque es mejor para que el ginecólogo pueda
controlarlo todo. ¿Controlar? ¿El ginecólogo? La que tiene que controlar, en
todo caso, es la mujer que está pariendo, que necesita que se le faciliten las
cosas, no que se le dificulten con posturas incómodas y antifisiológicas. Y
otros sinsentidos ya aceptados como normales, como es la prohibición de comer y
beber durante el parto. Estamos hablando de un trabajo de parto que requiere de
mucha energía y que puede durar horas y horas, pero prohibimos a la mujer que
beba y coma… Quien le encuentre el sentido que me avise. Claro que el médico
dirá que es por si hay que hacer una cesárea. Por si las cosas van mal. Por si…
Por el miedo. Si ya empezamos con temores y con la idea de que las cosas van a
salir mal, hay muchas probabilidades de que así sea.
Luego está el tema de
las episiotomías, que la verdad es que me tiene horrorizada. Cuando con 10 años
y poca idea sobre el parto me enteré de lo que significaba “episiotomía” casi
me desmayo. Ahora sigo a punto del desmayo cuando leo que en España se hace una
episiotomía en el 85% de los partos. ¿Por qué? Porque el médico cree que se
puede desgarrar, porque tiene miedo al desgarre. Y como tiene miedo al
desgarre, prefiere desgarrar él mismo. Hacer un corte para prevenir un posible
desgarro, sinceramente, no entra en mi cabecita lógica. Claro que en un país en
el que solo importa si madre y bebé están vivos, cualquier intervención es
justificable.
Pero no. No solo importa
si el bebé y la madre están vivos, ni siquiera si ambos están sanos. Eso no es
lo único que importa. También importa la vivencia de la madre y la vivencia del
bebé. Vivir un parto traumático deja secuelas tanto para la madre como para el
bebé. Secuelas de por vida. Y no solo físicas, sino sobre todo emocionales,
psicológicas. Y si no pregunten. Pregunten a las mujeres sobre sus partos. Y,
sobre todo, escuchen, permítanse escuchar el recuerdo que tienen sobre uno de
los momentos, sin duda, más maravillosos de la existencia humana. Y quizás
descubran que en el recuerdo colectivo sobre el parto no es algo tan
maravilloso… Seguro que has escuchado alguna vez que es un precio que hay que
pagar. Que para tener un bebé hay que aguantar lo que sea, hay que pasar por un
parto doloroso y aceptar lo que venga, porque bueno, al final tendrás a tu bebé
y ya está. Pues desde aquí quiero dejar claro que no, que no hay que aguantar,
que un parto traumático no es el precio que hay que pagar para traer una vida a
este mundo. Que las cosas pueden hacerse de otra manera.
Y precisamente en este
reportaje vemos también otra forma de hacer las cosas, vemos que hay
alternativas también en este mundo moderno dominado por la tecnología. Como por
ejemplo los partos en Holanda, que por regla general (si no hay complicaciones)
se dan en casa bajo la atención de una matrona. Y el ginecólogo holandés que
aparece en el documental lo tiene claro: “Las matronas son para cuidar y los
ginecólogos para curar. Durante el parto son más importantes los cuidados que
las curas”. Toda una declaración de intenciones. Es más, en Holanda, si una
mujer quiere dar a luz en un hospital sin una causa médica que lo justifique
debe pagar. Otra cosa maravillosa del sistema público de salud holandés en
cuanto al parto es la asistencia postparto. Te asignan una doula que atenderá tus
necesidades durante 44 horas repartidas en 8 días.
Creo que hay poco más
que añadir. Recomiendo ver este reportaje que nos puede ayudar a abrir los ojos
y a darnos cuenta de una vez por todas de que parir es un proceso natural que,
bajo circunstancias normales, fluye mejor cuantas menos intervenciones haya.
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