Lo siento, lo siento mucho. Cuando supe
que diez policías entraron en tu casa estando tu de parto
y te llevaron contra tu voluntad al hospital para hacerte una cesárea sin tu
consentimiento sentí un dolor enorme. Cuando me enteré de que tu “delito” era
haber tenido la osadía de intentar un parto vaginal después de dos cesáreas tuve
que acariciar la cicatriz de mi vientre. Cuando leí que la médico del hospital
había obtenido autorización del juez para hacerte la cesárea sacando la
siniestra “carta del bebé muerto” (dead
baby card) me hirvió la sangre. Cuando vi tu cara en las noticias y te
escuché decir que te sentías frustrada por la cesárea tuve ganas de darte un
abrazo enorme, y decirte que no estás sola.
Tu historia me resulta demasiado
familiar. Yo también intenté un parto vaginal después de dos cesáreas. Yo
también dilaté en casa, con una matrona, y pensé que llegando al hospital con
el parto avanzado sería más probable ser respetada en mi deseo de parir si todo
iba bien. Como tu, yo también sufrí un maltrato brutal en el hospital. Fui
cesáreada en contra de mi voluntad menos de media hora después de llegar en
dilatación completa. Antes me gritaron, me amenazaron, me trataron de loca.
Todavía recuerdo mis lágrimas mientras les suplicaba: “¿Cómo podéis tratarme así? ¿Cómo podéis tratar a nadie así?”.
Todas aquellas personas mirándome mientras el ginecólogo metía sus dos manos en
mi vagina y me pedía que me tranquilizara. Su voz al dictar sentencia: “cesárea“, mi ruego,” no por favor, no por favor“, la carta
del bebé muerto “la vida del bebé
corre peligro“, mi derrota, mi llanto, el terror, la anestesia general,
mi silencio, la morfina al despertar, las doce horas sin ver a mi hija, la
extrañeza…Los meses tan difíciles que vinieron después, cada vez que lo vivido
se repetía en mi cabeza sin aviso previo cual macabra pesadilla. El estrés
postraumático y la impotencia cada vez que alguien me decía “de que te quejas
si tienes una bebé sana”.
Afortunadamente Adelir yo tampoco estuve
sola. Encontré a otras mujeres, en ICAN, en Apoyocesareas, en El parto es nuestro,
que me ayudaron a ir sanando mis heridas. Comprendí que no era la única, que
eramos muchas, muchísimas, demasiadas. Entendí que la violencia obstétrica es
un problema mundial y tristemente ancestral.
Por eso hoy iré a la Embajada
de Brasil en Madrid a entregar mi carta de protesta. Por ti, por todas nosotras, por
nuestras hijas. Por todas las mujeres que cada día en el mundo se ven sometidas
a cesáreas innecesarias, a violencia obstétrica, que son amenazadas de formas
sutiles e invisibles, forzadas de muchas formas, mutiladas.
Porque entre todas tenemos que detener
esta barbaridad.
Un abrazo grande Adelir. Estamos contigo.
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