lanacion.com | Sociedad Viernes 03 de
octubre de 2014 | Publicado en edición impresa
Según estudios recientes, es normal y no
se trata de trastornos
Por Laura Reina | LA NACION
Desde hace años, para Rodrigo la noche
estaba lejos de ser sinónimo de descanso. Todos los días amanecía con dolores
en la espalda y en el cuello, además de un cansancio insoportable. Lo habló con
su mujer, Andrea, y encontraron la solución: cambiar su cama de plaza y media
por otra de dos metros. Al menos ahora pueden dormir sin que su hija Julia, de
casi 5 años, los despierte y arrincone contra el borde de la cama. Se
decidieron a comprar una king size luego de compartir su problema con una
pareja amiga, que había atravesado el mismo martirio nocturno. Y aunque creen
que no es la solución definitiva, por ahora duermen sin sobresaltos.
El sueño infantil es uno de los temas que
más desvelan a los padres, en sentido literal. Son muchos los que se quejan de
que sus hijos de 5, 6 y 10 años no quieren dormir solos. Algunos consultan y
otros prefieren mantenerlo en la intimidad. Y están los que lo aceptan como un
hecho natural, que el tiempo corregirá.
A ellos, varios especialistas les dan la
razón: los últimos estudios sobre el tema demostraron que la mayoría de los
llamados "trastornos del sueño" no son patologías, sino más bien
expectativas poco realistas de los padres sobre el sueño de sus hijos.
"Al interpretar un comportamiento
normal como patológico, los padres sufren un estrés considerable que repercute
muy negativamente en el bienestar de toda la familia. Todas estas variaciones
en el sueño de los niños son absolutamente naturales y saludables y muchos de
los comportamientos considerados como problemáticos son simplemente el
resultado de la imposición de una costumbre -el sueño en solitario y de corrido
de nuestros hijos- que conlleva un comportamiento opuesto a lo que los bebes y
niños esperan por instinto", cita la reconocida doctora en Ciencias
Biológicas María Berrozpe Martínez en su blog El sueño infantil, un extenso
estudio científico donde se revisa y redefine el concepto de sueño saludable en
los niños.
A tono con esta visión, el médico
pediatra Mario Elmo, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina
de Pediatría (SAP), sostiene que el dormir es una función biológica, pero la
interpretación que se hace de su duración, características y despertares es
socialmente construida. "Muchos de los definidos como problemas del sueño
son circunstancias normales. La creencia de que un niño pequeño debe dormir
disciplinadamente solo, una extensa cantidad de horas, no menor que la
necesidad de descanso de sus padres, lleva a generar consultas e intervenciones
de todo tipo para adecuar la función biológica y necesidad fisiológica del niño
a lo que se supone que debería ser el entender del adulto."
Y para comprender mejor su postura, Elmo
sostiene que "la cohabitación y el dormir junto a sus padres fue una forma
segura y eficaz de sobrevivir como especie. La civilización occidental
incorporó hace un par de siglos la cultura de la habitación individual con
diversos argumentos sobre educación, autonomía o disciplina sin que la genética
pueda tener el más mínimo registro de la utilidad de ese cambio."
El reconocido pediatra español Carlos
González, uno de los mayores exponentes de la crianza con apego que estuvo
recientemente en la Argentina dando charlas, sostiene que lo natural es que los
hijos quieran dormir con sus padres. "¿Por qué nos sorprende tanto que los
niños quieran dormir con sus seres queridos? Es lo que hacemos los adultos. Lo
que está mal es el planteo de preparado para dormir solo. Como si fuera un
avance, un logro, un objetivo. No, simplemente son etapas de la vida. Dormimos
con nuestros padres de pequeños, con nuestras parejas de mayores. Y a veces, en
el medio, hay una temporada en que dormimos solos."
Sin embargo, esto no significa que los
adultos se resignen a dormir mal por años. "Aunque normales, estas
circunstancias afectan el desenvolvimiento de los mayores. Quienes lo plantean
como un problema o lo consultan, quieren modificar esta situación ya sea porque
ven invadida su intimidad o porque les resulta perturbador de su propio
descanso. Y hay otros tantos que no lo ven como un problema. Pero que los
padres intenten ordenar y organizar el sueño de sus hijos para facilitar el
funcionamiento cotidiano familiar no debe verse como una contravención a la
naturaleza humana -aclara Elmo-. Por eso, hay que encontrar distintas
estrategias siempre considerando no someter al niño a disciplinas férreas o
forzadas."
La edad, ese parámetro que muchos padres
utilizan para decir que su hijo ya debería dormir solo y de un tirón, para
González no sirve como medida. "¿Y si se lo preguntamos a ellos? Yo
empezaría por preguntarle al niño cuándo siente que está listo. La seguridad de
que no es un destierro, de que pueden volver si lo necesita muchas veces les da
la fuerza para probar alejarse."
Por eso, más que la edad cronológica,
sirve observar el grado de maduración emocional. La psicóloga infanto-juvenil
Lucila Donovan, miembro de Hémera, centro de estudios del estrés y de la
ansiedad, sostiene que el poder dormir solo implica un logro evolutivo.
"Si fuera por los chicos, dormirían con sus padres, la decisión la deben
tomar los adultos. Pero para poder separarse de su madre, el niño debe estar
seguro del vínculo que tiene con ella, confiar en su disponibilidad. De esta
forma puede descansar tranquilo, sin tener que acudir a su habitación. La
capacidad para estar solo depende de la existencia de un objeto bueno en la
realidad psíquica del niño. Implica que el individuo, gracias a experiencias
maternales positivas y gratificantes, ha desarrollado la creencia de un
ambiente benigno."
"A partir de los tres meses el bebe
empieza a regularse por el ritmo circadiano de 24 horas. El rol de los padres
implica ir afianzando el proceso de regulación -dice Donovan-. Al año se espera
que el niño tenga la rutina instalada a la hora de dormir. De ahí en adelante
debemos transmitir e insistir para que no se levante, es preferible que los
padres se acerquen a su habitación. Después de los dos años, es importante
trabajar con los padres reforzando la idea de que el cuarto de los hijos es «su
cuarto», así como «su cama», «su lugar», «su espacio». Debemos lograr que se
sientan cómodos y seguros adquiriendo sentido de pertenencia."
González, en cambio, asegura que un niño
puede dormir en tres sitios: "En nuestra cama; en nuestra habitación, pero
en su cama o cuna, o en otra habitación. Y estas tres formas básicas admiten
mil combinaciones. Son formas de organizarse". Apurar los tiempos
emocionales muchas veces termina siendo contraproducente. Según González, en
los países donde existe mayor resistencia al colecho, tienen mayor porcentaje
de niños grandes en la cama de sus padres. "En un estudio en Suiza, hace
unos años, el 12% de los niños de 10 años en la zona urbana de Zurich dormían
en la cama de sus padres. Allí hay más niños en la cama de los padres a los 10
años que a los 10 meses. Es lo que ocurre en los países en que hay serios
prejuicios contra el colecho", afirmó.
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