Debate.Ernesto Berutti
Hablar de embarazos es hablar de madres y de bebes por nacer, pero no sólo de ellos. También de padres, abuelos, abuelas, vecinos y hermanos. Y, lamentablemente, también de pobreza, abuso y violencia. A medida que se toma distancia del tema, nos inundan las cifras y nos olvidamos de la vida, que es siempre una oportunidad, una esperanza.
La publicación de las cifras sobre embarazo adolescente en el país -representan el 15% del total- lleva a preguntarse por la acción de los gobiernos; pero, en especial, de la sociedad, de todos nosotros. La complejidad de la situación -los médicos lo vemos cada día en el consultorio- trasciende la acción del Estado y lleva al menos a plantear tres preguntas: ¿son todos los embarazos adolescentes iguales?; ¿en qué casos la prevención depende de los mismos chicos y chicas?; ¿en qué casos son víctimas de las circunstancias o de las personas; y cómo se los puede proteger? El triple enfoque del tema es clave. Si no, las propuestas desajustan de la realidad. El primero es fácil: no todos los embarazos son iguales. No es lo mismo una nena de 11 años que una chica de 18; no es lo mismo enfocar el tema desde la responsabilidad sexual de los jóvenes que desde la violencia intra-hogar o los oscuros contextos de abuso crónico; no es lo mismo el acceso a la salud en el norte argentino que en el Gran Buenos Aires.
Las distinciones dan luz y habilitan, al menos, dos grandes campos de trabajo: la educación sexual, por un lado, y la promoción social en conjunto con la acción de la justicia, por otro. Son dos mundos diferentes. Una vez escuché que el abuso sexual no es una cuestión de sexo, sino de violencia. Hay que encararlo como un tema de violencia, habitualmente, rodeado de otras violencias, y, en esta trama, el embarazo es una consecuencia de la violencia. ¡Cuántas víctimas inocentes sufren cada día entornos agresivos en su propia casa, encubiertos por el silencio frío y, tantas veces, por el pánico inmovilizador de quienes las rodean! En esta línea, los desafíos se relacionan con la promoción del trabajo digno, del acceso a la vivienda, del empoderamiento de las mujeres para que puedan acceder a las instancias judiciales y recibir la tutela adecuada, y la perseverancia en la lucha contra el machismo, la violencia de género, el abuso del alcohol y el consumo de drogas.
El embarazo es también consecuencia del libre ejercicio del sexo en la adolescencia. La ignorancia es grande. Vivimos en un país y una región en los que la mitad de los chicos y chicas no termina la escuela secundaria. Conocemos las dificultades de la educación formal para tratar con adolescentes, incluida la educación sexual. En los últimos años se han hecho grandes esfuerzos -por ejemplo, la revista del Gobierno Nacional sobre sexualidad-, pero quizá demasiado centrados en temas médicos, con predominio del enfoque genital y la prevención de enfermedades. Para darle al sexo una perspectiva de responsabilidad es necesario integrarlo dentro del proyecto de vida de cada persona. El sexo es algo importante y esto es fundamental transmitirlo para que los chicos y chicas ganen en autonomía y capacidad de elegir, ya que muchas veces se mueven en ambientes que los presionan para una iniciación temprana de la actividad sexual, fuera de un marco afectivo y un proyecto de vida.
En esto la familia posee un rol fundamental -padres, madres, abuelos y abuelas, hermanos y hermanas mayores-, referentes de confianza en la escuela, la parroquia o el club, que puedan brindar a los jóvenes una perspectiva del sexo integrada a su proyecto personal. Sin esta visión, no hay método anticonceptivo que logre contener una actividad sexual frenética en contextos de riesgo. Los embarazos se filtran entre los porcentajes de efectividad de los métodos. Y aparece la tentación del aborto, con las tremendas consecuencias negativas para las jóvenes-madres y el descarte de los bebes. “Hablar es prevenir”, proponía una campaña impulsada por Naciones Unidas el año pasado. Hablar en un marco de salud física y psicológica, de valores y de proyecto de vida. Personalizar el sexo a través del diálogo y la educación es el camino. Y esto es cosa de todos y todas.
Ernesto Berutti
Jefe de Obstetricia del Hospital Universitario Austral
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