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Martes 25 de septiembre de 2012 |
Publicado en edición impresa
Neurociencias
Por Nora Bär | LA NACION
En
el siglo XVII, el filósofo inglés John Locke pensaba que los bebes llegaban al
mundo como una tabla rasa, que su cerebro era como una pizarra en blanco y que
las destrezas que caracterizan a los humanos se adquirían con posterioridad.
Unos 200 años más tarde, el psicólogo William James sostenía que la mente de
los chicos está adormilada y sumida en la confusión. Piaget, que experimentó
con sus propios hijos a comienzos del siglo pasado, postuló que nacen sin
conocimientos y que los desarrollan a partir de las experiencias sensorial y
social.
Sin embargo, recientes investigaciones
están desterrando aquella idea de "adultos fallados" y prueban la
existencia de capacidades innatas en los bebes. Nos dicen los investigadores en
desarrollo de la cognición, son mucho más inteligentes de lo que se pensaba:
llegan equipados con la capacidad de desarrollar pensamiento abstracto o
conceptos como la causalidad, de atribuir intencionalidad, de comprender una
matemática y una geometría rudimentarias, y hasta de distinguir fonemas... Es
más, algunas de estas capacidades las poseen casi desde el momento mismo en que
nacen.
"Éste es uno de los más grandes
cambios de paradigma de la historia de la ciencia contemporánea -dice Mariano
Sigman, director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-. Pocos pilares de la filosofía recibieron
una estocada tan contundente por evidencias experimentales."
Claro que averiguar qué está pasando
dentro de la cabecita de esas irresistibles criaturitas no es sencillo. Como es
imposible preguntarles, se utilizan herramientas como la "permanencia de
la mirada" (miran durante más tiempo lo que les interesa) o registros del
ritmo de succión del chupete y de la actividad eléctrica del cerebro.
"Uno de los experimentos clásicos
-explica Sigman- es pasarles una grabación con voces que hablan en castellano y
que de repente empiezan a hablar en japonés. Típicamente, se ve que los bebes
se sorprenden mucho."
Uno de los pioneros en este campo de investigación, Jacques Mehler (ver aparte), mostró que al nacer ya existen ciertos procesos perceptivos que funcionan con especificidad hacia el lenguaje. Por ejemplo, ellos distinguen si se les habla en su lengua natural o con frases invertidas. Reaccionan distinto.
Mehler y colegas demostraron con
neuroimágenes que bebes ¡de cuatro días! tienen la capacidad de distinguir
entre una gramática "de juguete" que tiene repeticiones (con palabras
trisilábicas, como "melolo, terrarra, bofufu"), y otra sin
repeticiones (como "melote, falado").
La investigadora chilena Marcela Peña
Garay, de la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile, está entre
los que sostienen que los bebes vienen equipados con un aparato cognitivo que
les permite identificar características importantes para la especie. "Por
ejemplo -ilustra por vía telefónica, para respaldar esta hipótesis-, aunque un
bebe viva con un perro, no aprende a ladrar, y por más que escuche el timbre
del teléfono celular, no reproduce estos sonidos, sino el lenguaje de sus
padres o cuidadores."
En otro trabajo que se publicó en
Proceedings of the National Academy of Sciences, la científica francesa
Veronique Izard, que trata de entender las bases del pensamiento matemático y
estudia la adquisición de los números y la geometría, pudo comprobar en recién
nacidos de dos días que éstos discriminan la cantidad de sonidos que escuchan y
los aparean con la misma cantidad de elementos en una imagen.
"Se les hacía escuchar AAAA y se les
mostraban cartones con cuatro u ocho figuras de colores -detalla en su
publicación-. Los bebes miraban durante más tiempo la imagen con una cantidad
de figuras que coincidía con el número de sonidos que habían escuchado."
Otro indicio de que ya vienen equipados
con los rudimentos de la matemática surge de un experimento que consiste en
agregar tres pelotitas en una caja en la que ya hay dos. Si en lugar de cinco
pelotitas aparecen ocho, los bebes se "sorprenden" por la
incongruencia.
Peña y su equipo observaron las
reacciones de un grupo de bebes de entre dos y cuatro días de vida mientras
distintos locutores repetían la sílaba BA. Usando electroencefalograma y
potenciales evocados (es decir, el registro de las modificaciones producidas en
el sistema nervioso en respuesta a una estimulación sensorial o a una actividad
cognitiva), pudieron constatar que reconocían la sílaba aunque las voces
cambiaran.
MÁQUINAS DE CONCEPTUALIZAR
En un experimento con bebes de cuatro
meses, pusieron a prueba teorías que postulan que muchos aspectos de la
fonología de los lenguajes derivan de condicionamientos físicos y fisiológicos.
"John Ohala, de la Universidad de
California en Berkeley, propuso, por ejemplo, que hay una tendencia a aparear
las vocales abiertas con los objetos grandes y las cerradas, con los pequeños
-dice Peña-. Nosotros les hicimos escuchar a los niñitos palabras con i [vocal
cerrada] y con a [abierta], mientras les mostrábamos un objeto pequeño y uno
grande. Efectivamente, miran más hacia el objeto pequeño cuando la vocal es i y
hacia el grande cuando es a.”
Otro argumento a favor del origen innato
del lenguaje es que los chicos nacidos prematuramente deben esperar hasta que
sus circuitos cerebrales maduren para ejercitar ciertas destrezas lingüísticas.
"Bebes normales de cuatro meses y medio son capaces de discriminar no sólo
entre lenguajes, sino entre tonadas y dialectos -explica Peña-. Si dependiera
de la experiencia, los prematuros podrían adelantar ese aprendizaje. Sin
embargo, lo que nosotros vimos fue que no lo hacen."
Sigman también descubrió algo notable: a
los tres meses, cuando se les habla, en el cerebro de los bebes se activa el
área de Broca. "Como es la región vinculada con la producción del
lenguaje, nuestra hipótesis es que aunque no esté hablando, el bebe ya lo está
produciendo internamente", dice el científico.
Según Sigman, los antiguos dogmas
"fueron demolidos experimentalmente".
"Como afirma [la científica de la
Universidad de Berkeley] Alison Gopnik -destaca-, los bebes son pequeños
científicos: son expertos en sacar mucho de muy poco. Los seres humanos
desarrollamos una teoría sobre los dinosaurios a partir de unos huesos fósiles;
construimos una teoría del universo a partir de registros de luz, tenemos una
teoría de la evolución a partir de ciertos rasgos físicos. Es decir, somos
capaces de ir más allá de los datos. Somos máquinas que conceptualizamos, y lo
somos desde que venimos al mundo."
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