Como parte de
nuestro ciclo reproductivo, el parto no debería ser algo doloroso, de la misma
manera que no deberían serlo en ningún caso las relaciones sexuales. Por el
contrario, en condiciones plenamente favorables de intimidad y confianza,
incluso es factible tener sensaciones placenteras durante el parto. Pero esto
es algo realmente complicado de conseguir en el ámbito hospitalario, pues el
ambiente no es el propicio para facilitar la desinhibición de la mujer.
El origen del
dolor en el parto no hay que buscarlo únicamente en razones físicas. La
explicación podemos encontrarla en la influencia de la educación y la cultura
que afectan a nuestra visión de las cosas y nos predisponen a sentir lo que la
sociedad en general nos augura que nos encontraremos cuando estemos de parto.
El miedo con
el que nos enfrentamos al parto nos conduce irremediablemente a vivir un parto
doloroso. El útero contraído por el miedo tiene dificultades para realizar su
trabajo, está en tensión y produce contracciones espásticas en lugar de
contracciones naturales.
El miedo al
parto está muy presente en nuestra sociedad por eso es raro encontrar casos de
mujeres que no hayan sentido nada de dolor en el parto.
Cada mujer es
un mundo y cada parto es diferente, por eso las sensaciones que la mujer
experimenta cuando está de parto son muy variables. Cada mujer tiene además su
propio umbral de tolerancia al dolor, por eso a unas mujeres puede dolerle más
que a otras. Suele ocurrir que algunas mujeres no sienten casi dolor hasta el
expulsivo. En este momento la cabeza del bebé va presionando y distendiendo los
tejidos, abriéndose paso, y cuando está abombando al máximo el periné, la mujer
se siente como si le quemara un "aro de fuego" en la vagina. También
puede ocurrir lo contrario, que la mujer sienta mucho dolor en la dilatación y
muy poco en el expulsivo, pues empujar sea para ella una manera de aliviar la
presión que siente en el periné.
Sin embargo,
el dolor no es sinónimo de sufrimiento. De hecho, el dolor de parto es el único
dolor que no tiene relación con algo que no anda bien en nuestro cuerpo. Tiene
la función de "meternos para adentro", de ayudarnos a ese viaje
maravilloso que nos hace perder de nosotras mismas para conectarnos con el bebé
e irnos a otro planeta como dice Michael Odent. Las contracciones duelen, pero
es un dolor que viene y se va. Fuera de la contracción, se acabó el dolor, te
da un tiempo para reponerte, y vuelve a comenzar. No es un dolor que conlleva
susto o miedo por la salud porque sabemos lo que está ocurriendo, y tiene una
función muy clara y específica en el trabajo de parto.
Claro que, si
a ese dolor se le suma el estar acostada, separada de tus afectos, con las
piernas atadas y rodeada de personas desconocidas, eso sí puede llamarse
sufrimiento.
El útero
durante el parto realiza un gran esfuerzo en poco tiempo. Es un músculo que, a
diferencia de otros, no solemos ejercitar a menudo. Durante el orgasmo también
se contrae, pero son contracciones distintas, mucho menos intensas y duraderas.
Por ello, puede sorprendernos la actividad del útero durante el parto por ser
algo a lo que no estamos habituadas. El estar relajada ayudará a la mujer a
percibir los movimientos del útero como algo nuevo, pero no necesariamente
doloroso. Bañarse o recibir masajes le aliviarán del esfuerzo que está
realizando su cuerpo. Pasear, balancear y rotar la pelvis ayudarán a su bebé a
descender por el canal de parto, al beneficiarse del empuje que ejerce sobre él
la fuerza de la gravedad.
¿Que hace el
parto más doloroso?
Podemos hablar
de dos aspectos importantes y diferenciados:
Por una parte
está nuestra actitud frente al dolor. Pensar que "no vamos a ser capaces
de aguantarlo", que "va a ser terrible", nos hace estar tensas y
en alerta esperando ese dolor, hace que nos centremos en él y por tanto nos
predispone a sentirlo y percibirlo con
mayor intensidad. La actitud de las personas que nos rodean también influirá,
pues el miedo al dolor y al sufrimiento de los demás es contagioso. Pensar que
vamos a ser capaces de hacerlo y recibir los ánimos y el apoyo de los demás nos
ayudará a sobrellevarlo. Pensar que es algo natural, unas sensaciones que
responden a un proceso fisiológico normal y no a algo patológico también ayuda,
así como recordar que es algo pasajero y que tiene un fin concreto y
maravilloso que es el nacimiento de nuestro bebé.
Por otro lado,
la medicalización del parto añade una dosis extra de malestar a la mujer:
Estar
incómoda: no poder moverse ni cambiar de postura, tener sed y no poder beber,
tener demasiado calor o demasiado frío y no poder solucionar la situación...
La
administración de oxitocina sintética.
Tener la bolsa
rota, bien porque se haya roto espontáneamente o porque la hayan roto
artificialmente.
El miedo por
estar sola, por no sentirse segura.
Todos estos
factores aumentan la sensación de dolor de la mujer, situación que se suele
"solucionar" en el ámbito hospitalario mediante la administración de
la epidural, que a su vez supone una mayor medicalización del proceso. Pero
existen otras formas de paliar el dolor con métodos
menos invasivos, como son p ej.: los baños de inmersión en agua
caliente, pero sobre todo la mejor manera de evitar el sufrimiento de la mujer
de parto sería crear un ambiente adecuado y tranquilo y no manipular el cuerpo
de la mujer innecesariamente, si no dejarle tiempo y libertad para que el parto
transcurra con normalidad.
Más
información:
El
placer y el dolor en el parto. Montserrat Catalán Morera.
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