miércoles, 25 de junio de 2014

El momento menos pensado

lanacion.com |Revista Domingo 04 de mayo de 2014 | Publicado en edición impresa

Dieron a luz en sus casas, y no porque así lo hubieran planeado. Cuando un parto se desencadena repentinamente, ya no hay tiempo de... nada. Y la sorpresa es grande. Historias en primera persona
Por Luján Francos  | Para LA NACION

 Sin planificación. Fue una absoluta sorpresa. Tenían programado que sus bebes nacieran en una clínica, pero no llegaron a tiempo. La cama de su habitación, el baño, el pasillo, la cocina de sus casas, se convirtieron en sala de partos. Lejos del alcohol desinfectante, de las herramientas tradicionales y de los profesionales idóneos, ellos tuvieron que actuar. Maridos convertidos en parteros -o incluso ellas mismas agarrando a sus recién nacidos-, estas mujeres vivieron una experiencia llena de emociones encontradas. La de un parto hogareño que llega de sorpresa.

Son casos superexcepcionales. Se podría decir que casi no sucede entre las embarazadas, pero cuando un parto se desencadena tan repentinamente no hay tiempo. de nada. Y las protagonistas se convierten en famosas anónimas en el barrio, en los colegios de sus hijos, entre los amigos de amigos que repiten como anécdota estos nacimientos que parecen de película y que afortunadamente tienen un final feliz.

LUCILA RÍOS PITA (32)

Con Martín Rozados, son padres de Federica, que nació en su casa el 12 de octubre último. Matilde, de dos años y medio, dormía a pocos metros

 
Lucila y Federica. Madre e hija, en el living de la casa
 dondenació la más pequeña hace casi siete meses.
 Foto: LA NACION / Dafne Gentinetta

Ese día me había hecho un monitoreo a la tarde y me desperté alrededor de la una de la madrugada con la primera contracción. A los quince minutos, la segunda. Entonces se levantó mi marido y a la 1.45 llamamos a la partera. Hasta ahí había tenido cuatro o cinco contracciones. Tomá un Duvadilan -me dijo- y nos vemos mañana en el Mater. O llamame en una hora y media.

Le avisamos a Sathya, la niñera. Me bañé y me fui a cambiar entre contracciones que empezaban a volverse más intensas. Mora, mi marido, pidió un taxi. A las 2.20 volví a llamar a la partera, que ya tenía el teléfono derivado al de guardia. Cortamos. Rompí bolsa. Las contracciones ya eran de pujo.


Estábamos en el pasillo cuando sonó el timbre del taxi. Y en ese lapsito toqué la cabeza de Federica. Me entregué a la situación, dije está acá. Mi marido fue a buscar un almohadón para que me sentara. Los dos interpretamos que no se podía hacer nada más. Vine al living, hice fuerza, la saqué y me la puse en el pecho. Eran las 2.30. ¿Qué hacemos con el cordón y la placenta? Superlúcidos los dos, muy tranquilos. Lo estábamos viviendo como que teníamos un problema y había que solucionarlo. Pasó todo en un minuto, fue supernatural, no me dolió ni grité. Federica lloró un poquito, abría los ojos, se prendía al pecho.

Mora llamó a la partera que se sorprendió, pero no dio ninguna indicación. Y luego, al 911. Vino un médico del SAME brillante. Miró a la beba, que estuvo todo el tiempo en mis brazos. Hasta entonces no sabía el sexo; en la vorágine, ni nos fijamos.

El doctor vio que estábamos perfectas. Había que cortar el cordón y sacar la placenta. Me pidió una tijera y alcohol para esterilizarla, pero como no tenía prendió la hornalla, cortó y puso el clamp. Después subieron a casa siete policías que querían felicitarme. Cortaron la calle.

El médico me decía que estaba yendo al Pirovano por protocolo, pero yo necesitaba que la vean a Fede. Como tomó un poquito de frío en la ambulancia, cuando llegamos al hospital la llevaron a hacer controles y estuvo un rato en incubadora. Ahí ya no la pasé bien, entendí más lo del parto respetado. No lo hubiera programado en casa, porque con mi obstetra tuve mucha libertad cuando nació Matilde. Y para mí se pone en riesgo la vida del bebe y la mía.

Todavía hoy no puedo creer lo que pasó. Mi sensación en ese momento fue que Dios existe y ese día estuvo acá.

VERÓNICA VELTRI (37)

Con Alberto Cascio, son padres de Bruno, que nació en el baño de su hogar en octubre de 2012, y Franco, de cinco años

 
Lalo, Bruno y Verónica en el baño de su casa de Belgrano
donde hace un año y medio tuvieron una gran sorpresa.
Foto: LA NACION / Dafne Gentinett
L
Estaba con un cuadro gripal muy fuerte. El médico me había dicho que la tos me iba a confundir con las contracciones. Ya estaba en fecha y al día siguiente me inducían el parto. Me fui a dormir a la medianoche. No paraba de toser. Entonces, a las dos de la mañana, me hice una nebulización y me relajé. Sentía una molestia en la espalda, no era tan terrible.

A las cuatro me levanté con una sensación rara. Para mí había perdido un poco de líquido del tapón, entonces llamé a mi marido para que le avisara a mamá que fuera viniendo a cuidar a Fran, nuestro hijo mayor. Lalo se vistió en fracciones de minuto. Entre que me levanté y tuve esa pérdida en el baño, en quince minutos habré tenido tres o cuatro contracciones muy dolorosas y unas ganas terribles de ir al baño otra vez. Quería pujar, no podía controlarlo, hice fuerza, me corrí del inodoro y salió la cabeza.

¿Cómo que está naciendo acá? Lalo me sostuvo de un brazo, me ayudó a reclinarme y casi no necesité un segundo pujo; la posición ayudó y el bebe empezó a sacar los hombros. Cuando le toqué la cabeza tuve una fea sensación porque la sentía fría. Me parece que está todo mal, me asusté. No, quedate tranquila, quedate tranquila. Él terminó de sacarlo y de desenroscar el cordón, que es larguísimo. Actuó como si hubiera sido partero toda la vida, me puso el bebe en el pecho, nos miramos. Atiné a frotarle y golpearle la espalda y empezó a despegar las manitos, a abrir un ojo. Me volvió el alma al cuerpo. Mi obsesión era la ayuda médica. Lalo habló con el doctor, que lo mandó a buscar un pedazo de hilo. Le dijo que no lo cortara por nada del mundo y que hiciera un nudo cerca de la mamá. Había unos ovillos en el cajón. Lo ató bien fuerte.

Cuando llamamos al 911 ya no sentía dolor. Habrá tardado media hora la ambulancia, pero para mí fue una eternidad. Mientras había que tapar al bebe. No podía perder calor. Mi marido me envolvió en sábanas, toallones, y me bajaron por el ascensor, con el cordón colgando y Bruno a upa, abrazado.

Lo que me dejó de sabiduría esto es que uno a veces planifica todo y... Quería tener las uñas pintadas, la casa lista, y me agarró en el baño. Fue una experiencia bárbara, pero si tuviera otro hijo, no lo haría en casa. Tampoco me acostaría para parir: la posición es en cuclillas, como las indias. ¿Qué recomendaría? La calma no la podés mantener. Los cuidados básicos tampoco: mi marido no alcanzó ni a lavarse las manos. Llamar al obstetra rápido. Tal vez en los cursos preparto se podría charlar de esto. Seguir esos reflejos que a las madres nos vienen solas. Y tener cargado el celular.

VALERIA TATO (48)

Con Eduardo Zancaner son padres con larga experiencia. Un 10 de mayo, hace 17 años, nació Guillermo, el quinto de la troupe que completan Eduardo (24), María (22), Josefina (21), Agustina (19), Teresita (15) y Mariano (11)


Foto: LA NACION / Dafne Gentinetta
Esa madrugada me desperté con la bolsa rota. Estaba entrando en la semana 40. Tenía contracciones cada tres minutos, que en un quinto chico es como para salir corriendo. Como no soy muy exagerada y bastante tranquila, cuando fueron cada dos minutos y cuarenta, desperté a Eduardo. Sentía que el chico se estaba acomodando para salir. Y cuando eran cada dos minutos cuarenta, dos treinta, le dije mi amor, me parece que me tenés que llevar ya. Me fui a dar una ducha y tuve que salir casi inmediatamente porque ya sentía que nacía. Me envolví toda mojada, me tiré en la cama. Entonces lo vi a Eduardo lustrando los zapatos. Se ve que no llegué a transmitirle la urgencia de la situación. Mi amor, ¿qué hacés? ¡Nace! Llamala a Ángela y decile que venga, yo no me muevo. Por suerte la obstetra vivía en Saavedra, y nosotros en Belgrano. Era de noche, hacía frío. La volvió a llamar. La indicación fue que ni bien naciera le anudara el cordón con un hilo. Y Eduardo quería ir a buscar el hilo. No, quedate conmigo. Se fijó en la mesita de luz y vio sus anteojos que tenían una cinta de colgar. En cuanto los agarró, nació inmediatamente. Y lo gracioso fue que cuando quiso sacar el hilo le arrancó la patilla a los anteojos. Así y todo anudó el cordón. Guillé lloró; mi marido agarró una toalla, lo envolvió y me lo puso encima. Se hizo una pelotita. Pesó 3,5 kg.

Mi hija Mani apareció pronto preguntando quién lloraba. Eduardo le dijo que estaba por nacer el bebe. Yo, que ya había nacido. Al otro día los chicos lo contaron en el colegio y nadie les creía.

Llegó la ambulancia, Ángela con Noemí, la partera. Cortó el cordón, sacó la placenta y nos fuimos a la Suizo.

Lo insólito del caso es cómo sin preverlo te das cuenta cómo actuar. Qué maravilla, algo que jamás hubiera elegido fue fantástico. Lo gracioso es que cuando iba a tener a la sexta por poco llevaba un piolín en la cartera.

PAULA PERALTA RAMOS (36)

Casada con Nicolás Albistur, son padres de Maite, de dos años, que nació en su casa en 2011, y Juana, de cinco
  
Foto: LA NACION / Dafne Gentinetta
Nos habíamos pasado de la fecha de parto, era para el 14 y yo lo único que no quería era una cesárea. Con Juana tuve un médico muy tradicional y sentí que el parto fue demasiado manipulado. Cuando quedé embarazada de Maite busqué un médico más humano, que te daba la opción de hacer el parto en la clínica o en casa. Elegimos clínica: la Trinidad de San Isidro.

Si no nacía el jueves quería aguantar hasta el lunes, porque mi marido estaba haciendo un profesorado de yoga y el fin de semana era intensivo. Estaba muy cómoda embarazada, había hecho yoga todo el embarazo. Eso me ayudó a nivel psicológico.

Me desperté a las tres de la mañana con contracciones. Y cada vez me empezaban a doler más. A las cuatro lo desperté a Nico. Pasaron quince minutos y ya estaba muerta de dolor, entonces él llamó a la partera. Vayan para la clínica. Bajé la escalera, subí porque mi hija más grande se había despertado, volví a bajar y sentí como que ya estaba ahí, y lo negué. Me había quedado sola porque mi marido se había ido arriba a buscar a Juana. Cuando vino le dije que ya estaba la cabeza afuera.

Nico llamó otra vez a la partera y le avisó. En la próxima contracción va a nacer. Y empezó a sonar el teléfono de línea porque también le habíamos avisado al obstetra. Los dos en alta voz, y ninguno decía nada, pero escucharon todo. Estaba amaneciendo, eran las cinco en punto. La beba salió como mirándome. Nico la dio vuelta para pasármela. Yo estaba muy tranquila, pero veía que tenía el cordón de collar. Hubo un solo segundo que dije ojalá esté todo bien. Después no tuve miedo, nada.

Maite no lloró. Yo la agarré. Él trató de sacar la vuelta de cordón. Y el médico desde el speaker preguntaba si latía el cordón. No late, no late, gritaba Nicolás, y a mí no me salía la voz, pero le decía que estaba bien. Si la escuchaba como un cachorrito que respiraba perfecto. ¿De qué color está?, seguía el doctor. Él se estresó un poco. Yo le decía que prendiera la luz, pero no me escuchaba, hasta que la vio: estaba rosa. No hagan nada que voy en camino.

La hicimos entrar a Juana, que estuvo un ratito con su hermana. En diez minutos el médico improvisó un quirófano, tapó el sillón con bolsas, me limpió íntegra con Pervinox e hizo la última parte que es el alumbramiento. Me había desgarrado un poquito. Yo me di cuenta porque no estaba colocando bien la fuerza, hubiera necesitado alguien que me abrazara de atrás. Sentía que se me resbalaban los pies, no pude poner la fuerza en las piernas. Todo fue parada.

Es impresionante cómo te recuperás en un minuto al no tener un parto con anestesia. Me dio la opción de ir al sanatorio y me aclaró que a Maite la separaban de mí para hacerle todo tipo de estudios porque no sabían en qué condiciones había nacido. Pesaba 3,700 kg., tenía rollos, parecía un bebito de un mes. La miré, toda rosa y gordita, y le dije que no iba a ir a la clínica. Llamó un neonatólogo y a la hora llegó a mi casa. Me preguntó por el parto. La miraba, me pedía permiso, le tocaba el pie.

Si tuviera un tercer hijo no sé qué haría: por un lado está buenísima la seguridad de la clínica, pero lo que viví en casa me encantó. El nacimiento fue un viernes y hasta el día siguiente nadie me jorobó. El neonatólogo y el obstetra volvieron sábado y domingo, pero me pusieron un turno. El domingo nos dieron de alta a las dos en casa. Me sentí cuidada, fue un placer.

LO QUE HAY QUE SABER

PARTOS QUE SE HACEN SOLOS

"Lo más importante si se desencadena un parto en casa es saber que son partos que en general no tienen complicaciones, que son fáciles y se hacen rápido. Esa es la tranquilidad que hay que llevar a los padres. Son partos que se hacen solos, como la naturaleza manda", explica el doctor Bernardo Raúl Löwenstein, jefe de Servicio de Obstetricia de la Clínica y Maternidad Suizo Argentina.

TEMPERATURA DEL BEBE

"El mayor riesgo de un parto en domicilio pasa por la atención del recién nacido. Si nace de 9 meses y en buenas condiciones, con ofrecerle un lugar donde la temperatura no sea tan distinta del ambiente que tenía intraútero (37 grados) es poco probable que sufra una injuria por frío", observa el doctor Humberto Velázquez, jefe del Servicio de Obstetricia del Hospital Británico de Buenos Aires.

ALUMBRAMIENTO Y CORDÓN

Con respecto al corte del cordón, no hay una sola manera de resolverlo. Si la placenta no salió, no hace falta ligarlo con un hilo. Y si salió y el bebe llora, no sería obligatorio tampoco. "Si no pudiera cortarse el cordón de la placenta, no pasaría absolutamente nada. Porque cuando el bebe llora espontáneamente invierte las presiones y hace que la circulación umbilical se anule", sigue Velázquez.

TRASLADARSE A UN HOSPITAL

"Una vez que se produjo el parto y el bebe nació, lo importante es trasladarse a un centro asistencial. Hay recaudos especiales cuando se internan madre y recién nacido cuyo parto fue en el domicilio o en la vía pública, que son más bien para evitar infecciones. En la gran mayoría de estos casos, el alumbramiento no se produjo cuando llega la mamá, que ahí es cuando pueden venir las complicaciones", explica Löwenstein.

CURSOS DE PREPARTO

La recomendación es que las embarazadas hagan los cursos de preparación para el parto para que sepan lo mejor posible ante qué síntomas deben comunicarse con el equipo que las atiende o trasladarse a los centros asistenciales y que los contenidos incluyan alguna información para estos casos, que aunque son absolutamente excepcionales existen.

HEMORRAGIA EN LA MADRE

"Es el riesgo mayor, pero la naturaleza prevé que el alumbramiento se produzca en forma espontánea y el útero tiene sus propios mecanismos de seguridad que evita que se produzca una hemorragia. Una buena medida es prender inmediatamente el bebe al pecho porque al succionar produce un reflejo que estimula la liberación de oxitocina y con eso se contrae el útero y cohíbe la hemorragia", detalla Velázquez.

PARTO DOMICILIARIO

"Quienes planifican el nacimiento del hijo en el hogar buscan celebrar el amor y la vida sin condicionamientos, sin sentirse invadidos o enajenados por el sistema médico", sostiene la Dra. Claudia Alonso, fundadora de la Asociación Civil Dando a Luz. Esto no quiere decir que no deban ser asistidos por profesionales idóneos y que no se prevea cómo resolver las complicaciones que se pueden presentar.

EL ROL DEL ESTADO

"No veo muchas ventajas en un parto domiciliario, pero se puede ser respetuoso siempre que se hayan analizado todas las variables inherentes a la seguridad y solución de los problemas que pudieran ocurrir. El Estado debe estar monitoreando y dando respuesta a este tipo de análisis. Si es incapaz de resolver con rapidez una derivación, no debería permitirlos", opina el Dr. Mario Sebastiani, del Hospital Italiano.

ALGUNOS NÚMEROS

En el Sanatorio Otamendi se atienden por año 3830 partos, de los cuales hay uno solo domiciliario no programado que ingresa posteriormente. En la Clínica y Maternidad Suizo Argentina sólo hubo tres partos que no llegaron a la clínica, entre 30 mil realizados durante cinco años (dos en la puerta de la clínica que se hicieron en el auto con un personal e instrumental médico y otro llegó en brazos en ambulancia de traslado).

En la Argentina se sancionó en 2004 la ley N° 25929 (aún sin reglamentar) por un parto respetado, en la que se detallan los derechos de los padres e hijos durante el trabajo de parto, nacimiento y posparto, tanto para el ámbito público como el privado. Estar acompañadas por la persona que elijan, recibir la información sobre posibles intervenciones médicas, ser tratadas con respeto, tener un parto natural y no apurar los procesos son algunos de los puntos sobresalientes.

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