Por Gabriela Baby
“Consultar a un pediatra
sin saber si es partidario del cariño o de la disciplina es tan absurdo como
consultar a un sacerdote sin saber si es católico o budista, o leer un libro de
economía sin saber si el autor es capitalista o comunista”, dice en las primeras
páginas de Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor (16 ediciones vendidas
en España y editado en diversos países de habla hispana) para dejar en claro
que hay diversos modos de ser pediatra y diferentes estilos de criar a los
hijos. Y que padres y médicos pueden no estar de acuerdo.
Desde un lugar
cuestionador y siempre disruptivo, el médico catalán Carlos González, de visita
en Buenos Aires, desplegó sus ideas acerca de la crianza, el mundo del trabajo,
el consumo y el lugar que los padres dan a los hijos entre sus prioridades.
Usted plantea el
colecho, la lactancia a demanda y el cargar a los niños pequeños ante el menor
llanto como prácticas recomendables de crianza, muy a contramano de lo que
sostienen muchos pediatras. ¿Podría explicar su postura?
Esas regulaciones de la
alimentación y de las formas de dormir son inventos de algún médico varón de
fines del siglo XIX, que seguro escribió un libro sin consultar a su esposa.
Pero que muchos médicos y madres después aplicaron porque estaba dicha por un
médico y además, varón. Analicemos la historia de la humanidad y cómo ha sido
la crianza de los niños: ¿de verdad creemos que en la Edad Media daban el pecho
cada cuatro horas? ¿Cómo las contaban? ¿Quién tenía el reloj? ¿Medían con las
campanadas de la iglesia? Y los diez minutos de cada lado, ¿cómo los contaban?
Nadie lo hacía de este modo: hasta que se inventaron los relojes de pulsera no
ha podido haber gente que diera el pecho cada cuatro horas. Imposible.
¿Y no tiene nada de
bueno dar el pecho cada cuatro horas, o cada dos, o cada tres?
No.
Entonces, ¿por qué
alguien inventó esta regulación?
Porque se dio más
importancia a una supuesta racionalidad que a la realidad de las cosas. ¿Quién
va a saber mejor cómo se da el pecho: una mujer que ha dado el pecho a cinco
hijos o un tío que no lo ha hecho en su vida y que se sienta a escribir un
libro en su solitario despacho? Demasiada autoridad estamos dando a ese tío. De
hecho, se cuenta que por la misma época se midió la cantidad de leche que
necesita un bebé para llenar su estómago del mismo modo en que se midió la
capacidad del tanque de combustible de un auto. El problema se planteó así: si
sabemos cuánto consume un coche por kilómetro y qué capacidad tiene el
depósito, podemos saber cada cuánto hay que ponerle gasolina. Entonces, se
midió la capacidad del estómago de un bebé y se calculó cuánta leche necesita y
cada cuánto hay que llenarlo. La cuenta dio cuatro horas. No me parece que esa
sea la manera de alimentar a una persona.
MUJERES QUE TRABAJAN
Las consignas de la
liberación femenina parecen no llevarse del todo bien con las prácticas de la
crianza con apego. Tal como usted las plantea, serían más acordes con una época
en la que las mujeres estaban dedicadas exclusivamente a criar hijos.
Mientras los hombres
están buscando liberarse del trabajo, para muchas mujeres el trabajo es liberación.
Y el trabajo no es liberación, sino esclavitud. Los libros que hablan del
trabajo, escritos antes del siglo XX, dicen: ‘trabajo para ganarme el pan y el
de mis hijos’. No dicen ‘trabajo para realizarme’. A mí me enseñaron que el
trabajo era una maldición divina: Adán pecó y lo condenaron a trabajar. No le
dijeron: ‘ahora como premio puedes realizarte en una profesión que tú elijas’.
En este tiempo resulta que el trabajo es un bien en sí mismo. ¿De dónde hemos
sacado que trabajar es bueno? Trabajar es horrible; los ricos no trabajan. A
ver, imagínate que no necesitas trabajar. Imagínate que ahora cualquiera de
nosotros se ganara 50 millones de dólares en la lotería, ¿seguiríamos
trabajando?
Muchos profesionales
trabajan por vocación, además de por dinero. Incluso hay profesiones muy mal
pagas que son ejercidas con pasión por muchísima gente.
Si ganas la lotería y
haces algo interesante, seguirías haciéndolo pero quizá en menor medida o con
tus propios tiempos. Además, la mayoría de la gente no trabaja por placer.
Imagínate cuantos taxistas seguirían con el taxi si no necesitaran el dinero
para vivir. ¿Y operarios de una fábrica?
¿Se dedicarían a criar
hijos?
Cada uno decidiría. Yo
quiero abrirles los ojos a los padres y a las madres, porque la inmensa mayoría
quiere cuidar a sus hijos y tiene derecho a hacerlo, y para eso tienen que
establecer sus prioridades. Porque muchas madres no se dan cuenta de sus
prioridades, o están sometidas a un jefe y a un horario, y por eso disciplinan
a sus bebés: para poder cumplir con su trabajo. Hoy en día, la gente, si no
quiere tener hijos no los tiene. Entonces, tener hijos, ¿qué significa? ¿Estar
embarazada y parir? No. Significa parir y criar un hijo durante 20 años. Eso es
tener un hijo. Entonces, ¿qué parte de tener un hijo querías ejercer cuándo lo
decidiste? ¿Cuál es la parte que te gustaba? ¿Dejarlo en la guardería o
contratar una nana que lo cuide? Te voy a contar una anécdota. Hace unos meses
estuve en Costa Rica y una madre me dijo: ‘me siento rara porque voy a las
fiestas de cumpleaños de los amigos de mi hija de tres años y soy la única
madre, el resto de los adultos son niñeras uniformadas’.
En las clases medias y
altas de acá también abundan las niñeras, y no se debe a falta de tiempo,
porque en muchos casos se trata de madres que no trabajan o que podrían no
hacerlo.
Por supuesto. Entonces,
vuelvo a la pregunta: ¿qué parte del tener hijos querías ejercer? ¿El parto?
Porque si quieres que alguien te lave los platos, lo entiendo. ¿Pero que
alguien te crie al hijo? Oye, ¿también quieres alguien que se acueste con tu
marido? Así te ahorras el trabajo…
SIGNO DE LOS TIEMPOS
Usted sostiene que el
trabajo contemporáneo afecta al modo de crianza…
Mi padre trabajaba ocho
horas y mi madre no trabajaba. Y yo fui a la Universidad. Actualmente en una
familia trabajan padre y madre, 16 horas en total, y no alcanza. Me parece
magnífico que la mujer quiera trabajar; pues entonces, cuatro horas cada uno, porque
alguien tiene que hacerse cargo de los hijos. ¿Cómo puede ser que hagan falta
16 horas para conseguir lo que antes se conseguía con ocho? ¿Nos han bajado el
sueldo? No creo. En realidad, nos han puesto falsas necesidades que nos obligan
a trabajar más y para eso necesitamos separarnos más de nuestros hijos. De qué
manera tan perversa ha cambiado este esquema que todo el mundo se pregunta cómo
se sostiene hoy una familia si no trabajan los dos, cuando en realidad la
pregunta debería ser: ¿cómo puede una familia que tiene que hacerse cargo de
sus hijos trabajar 16 horas al día para comprar la tele, el coche, el Ipod?
Pues a lo mejor debería quedarse sin coche, o sin tele, o sin Ipod, pero
quedarse con el hijo, porque el hijo es más importante.
A veces, y por razones
económicas, no hay opción de no trabajar.
Entonces dejan a los
hijos en guarderías. Y es increíble que la cuenta les dé a favor. Porque si uno
pone una guardería con la cantidad de chicos que debe haber por sala, que según
la Asociación Internacional de Pediatras no deben ser más de tres, con personal
bien pago, capacitado, con buenas instalaciones, sería tan caro que no podría
pagarlo un asalariado. Yo no digo cerrar las guarderías, pero sí
perfeccionarlas: que se organicen en función de los niños, y no en función de
cuánto puede pagar una familia. Debemos hacernos estas preguntas para empezar a
cambiar esta realidad. Antes los niños tenían menos ropa, menos juguetes, menos
aparatos, pero tenían tiempo de estar con sus papás. Esta es la generación en
toda la historia de la humanidad que tiene menos tiempo compartido con sus
padres. Vamos a ver los resultados en el futuro.
Según lo que usted
plantea el sistema capitalista tal cual lo conocemos hoy atenta contra la
maternidad y la paternidad. La crianza con apego suena, antes que antigua,
revolucionaria.
En países bien
capitalistas como Suecia, Suiza, Noruega existen leyes que permiten a los niños
estar más tiempo con sus padres: licencias prolongadas y otros beneficios para
los padres y madres trabajadores. Son países donde además hay más mujeres
universitarias y en puestos de jerarquía. Por eso, se trata de poner bien claro
cuál es la prioridad: yo no trabajo para pagar la niñera, yo trabajo para
cuidar a mis hijos. Si el trabajo me impide cuidar a mis hijos, es que algo
está fallando.
AQUÍ Y AHORA
Tenemos que plantearnos
que vivimos aquí y ahora. Estás son las circunstancias.
Pues, revélate. La mejor
manera de que las cosas no cambien es aceptar que están bien. Entonces, ¿cómo
van a cambiar? Lo mínimo que podemos hacer es pensar que las tenemos que
cambiar, y a lo mejor a partir de ahí poco a poco las vamos cambiando. Fíjate,
muchos niños son cuidados por sus abuelos que ya no trabajan, ya están
liberados, pero se esclavizan con los nietos. Porque las hijas dejan a los
niños con las abuelas para ir a trabajar, es decir que para que la mujer sea
libre y vaya a trabajar, esclaviza a la abuelita. ¿No sería mejor que la mamá
cuide al niño y trabaje la abuela? ¿Por qué le damos tiempo libre a quien ya no
lo necesita? Porque a los 65 no eres viejo para trabajar. Yo, gustoso,
cambiaría la jubilación. Por qué no me dan diez años libres pagados para cuidar
a mis hijos y después trabajo hasta que reviente, que más me da: ¡ya los he
cuidado! Fíjate un dato curioso: en España dijeron hace un tiempo que se
extendía la edad mínima de jubilación, de 65 a 67 años. Nadie dijo: ‘qué
felicidad, podré realizarme durante más años con mi maravillosa profesión’.
Todos se quejaron y se escandalizaron. O sea: le dices a una persona de 65 que
trabaje dos años más y se sube por las ramas, pero le sugieres a una madre que
acaba de tener un bebé que podría estar un año sin trabajar para cuidar a su
hijo y te tildan de machista retrógrado o te acusan de querer tener a la mujer
esclavizada en su casa. Oye, si tanto te gusta trabajar, no te preocupes,
recuperarás ese tiempo hasta los 67, ya vas a tener oportunidades de sobra.
Igualmente, criar hijos
es un trabajo arduo. Muchos padres y madres, en los primeros años, sienten el
alivio de estar el lunes en la oficina, sin tener que cambiar pañales por unas
horas, al menos.
Por supuesto que los
hijos dan mucho trabajo. Pero si encima te privas de la mejor parte, como
acunarlos, mimarlos, hacerles upa o darles el pecho y te quedas con la peor:
cocinar, limpiar, lavarles la ropa, ¿dónde está el placer de tener hijos?
Porque nadie te dice: ‘no le prepares la comida que se acostumbra y estarás 20
años preparándole la comida’, o ‘no le laves la ropa que se acostumbra y vas a
estar 20 años lavándole la ropa’. Eso no se discute. Se discute si puedes
alzarlo, acunarlo, dormirlo en brazos en tu cama o darle el pecho todo lo que
el bebé y la madre quieran. Es decir, la parte más linda de la maternidad y la
paternidad. Pues, ¿para qué tengo un hijo?, ¿para planchar? Esa es la parte que
a nadie le gusta. La crianza es un placer si los padres y madres se abocan a
los placeres de estar con sus hijos. Con todo el esfuerzo que implica criar y
con toda la inmensa alegría y satisfacción que puede darnos.
PLANETA GONZÁLEZ
Nació en Zaragoza y se
recibió de médico en la Universidad Autónoma de Barcelona. Se formó como
pediatra en el Hospital de Sant Joan de Déu de Barcelona. Es fundador y
presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna y miembro del
Consejo de Asesores de Salud de La Leche League International. También es
asesor de la Iniciativa Hospital Amigo de los Niños (UNICEF) y especialista en
lactancia materna por la Universidad de Londres. Publicó varios libros: Mi niño
no me come (1999); Bésame mucho, cómo criar a tus hijos con amor (2003); Manual
práctico de lactancia materna (2004); Un regalo para toda la vida, guía de la
lactancia materna (2006); Comer, amar, mamar (2009); Entre tu pediatra y tú
(2010); En defensa de las vacunas (2011). Su enfrentamiento a teorías de la
puericultura y la educación conductista, el llanto terapéutico de los niños y
el pragmático método de obligar a los niños a dormir solos, difundido en el
libro Duérmete niño del Dr. Estivill, entre otras, ha abierto un debate
importante en el campo de la salud y de la educación.
GONZÁLEZ DIXIT
“En las culturas
tradicionales, los padres aprendían por observación la forma ‘normal’ de criar
a sus hijos, y los cambios eran lentos y escasos. En nuestra sociedad de la
información y el desarraigo, la madre puede rechazar como inadecuada o
anticuada la forma en que su propia madre la crió, y sustituirla por los
consejos de sus amigas o por lo que ha leído en libros o visto en películas. De
este modo conviven métodos de crianza muy distintos. Unos padres duermen con su
hijo, otros lo instalan en una habitación separada. Unos lo toman en brazos
casi todo el rato, otros lo dejan en una cuna, aunque llore. Unos toleran
pacientemente las rabietas y exigencias de los niños pequeños, otros intentan
corregirlos con severos castigos. Cada uno de ellos, por supuesto, está
convencido de que hace lo mejor para sus hijos, ¡si no, no lo haría! Pero, sea
lo que sea lo que hemos aprendido, leído, visto, escuchado, creído o rechazado
a lo largo de toda nuestra vida, nuestros hijos nacen iguales. Nacen sin haber
visto, oído, leído, creído o rechazado nada. En el momento de nacer, sus
expectativas no vienen marcadas por la evolución cultural, sino por la
evolución natural, por la fuerza de los genes”.
González, Carlos. Bésame
Mucho. Cómo criar a tus hijos con amor, Buenos Aires: Planeta, 2011.
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