Sábado 15 de marzo de
2014 | Publicado en edición impresa
Vínculos
En Buenos Aires ya casi
un tercio de las mujeres llega al final de su edad reproductiva con un solo
hijo; la familia de tres avanza dejando atrás prejuicios
Por Laura Reina | LA NACION
Bianca Illobre Siracusano, de 7 años, disfruta de un cuarto sólo para ella y recibe todas las atenciones,mariana araujo. Foto: LA NACION / Mariana Araujo |
De chica, a Astrid
Mejías jamás le interesó jugar a la mamá y al papá. Mientras crecía se
imaginaba siendo una ejecutiva independiente, viajando por el mundo y teniendo
su propia empresa. La maternidad era algo que asomaba en un horizonte lejano,
un deseo que estaba, aunque no tan presente como el de construir una carrera.
"Siempre me vi primero trabajando y después formando una familia. Y fue
así: primero me desarrollé profesionalmente y la maternidad llegó más de
grande, cuando tenía que llegar. Pero siempre me sentí mamá de un solo hijo.
Jamás fantaseé con la familia numerosa, y mi marido tampoco", cuenta
Astrid, que como trabaja en el sector de hotelería y turismo se la pasa subida
a un avión, como había soñado de chica.
María Julia Agüero, en
cambio, siempre imaginó que sería mamá de una niña y un varón. Manuel llegó
hace cinco años, pero la chica, dice María Julia, nunca llegará. "Con mi
marido lo analizamos mucho y creemos que no están dadas las condiciones para
tener otro hijo -explica-. Primero, por un tema económico: mantener un hijo es
costoso. Nosotros a Manu queremos darle todo lo mejor: una buena educación,
vacaciones, salidas, y con dos no podríamos tener el mismo nivel de vida.
Además, Manu nació prematuro y me asusté mucho. Decidimos quedarnos con
uno."
Cuando la relación con
su ahora marido empezó a volverse más seria, Gabriela Morelli fantaseaba con
tener tres hijos. Pero ese sueño chocó contra un problema de salud en su
columna que hizo que Micaela, de 9 años, sea la única hija de la pareja.
"En mi situación era peligroso tener más hijos. Tuvimos a Mica y mi médico
me advirtió de los riesgos. Así y todo no fue fácil tomar la decisión porque
queríamos darle un hermano a Mica", dice Gabriela.
En el caso de Verónica
Siracusano, mamá de Bianca, de 7 años, fue la edad la que le marcó un límite.
"Me casé a los 38 y a los 40, después de un tratamiento, tuvimos a Bianca
-cuenta-. Intenté volver a tener otro hijo y no quedé, y dejamos de insistir
porque no queríamos tentar a la naturaleza. Me hubiera gustado tener otro hijo,
pero por algo fue."
Por motivos económicos,
por la tendencia a retrasar la maternidad o por simple decisión, el avance de
las familias argentinas con un solo hijo es bien marcado. En la ciudad de
Buenos Aires, según datos de la última Encuesta Anual de Hogares de 2012, el
número de mujeres con un solo hijo al final de la vida reproductiva es del
28,4%, casi una de cada tres. Ese mismo porcentaje era del 24,8 en 2005 y del
14,2 en 1936.
Es decir que en casi 80
años se duplicó la cantidad de mujeres que tienen sólo un hijo. ¿Otro dato? La
tasa media de fecundidad actual en la Capital es de 1,9 hijos por mujer, cifra
que no alcanza el límite necesario para cubrir el recambio generacional, que es
de 2,2 hijos.
La socióloga Victoria
Mazzeo, investigadora del Instituto Gino Germani, titular de la materia
Demografía Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y jefa del
departamento de Análisis Demográfico de la ciudad, afirma que hay dos fenómenos
relacionados que confluyen para explicar esta baja en la tasa de natalidad.
"Por un lado está la inserción de la mujer en la educación y en el mercado
de trabajo, y por otro, el retraso en el comienzo de las uniones conyugales y
su consecuente disminución del período o ventana de fertilidad. Hoy las mujeres
tienen a su primer hijo bastante después de los 30 años y eso condiciona el
segundo embarazo", analiza Mazzeo.
Sin embargo hay otras
razones que influyen a la hora de elegir tener un solo hijo. Como ya ocurrió en
Europa, hoy entre los argentinos el factor económico comienza a ser
determinante para muchas parejas. "Las clases baja y alta siguen teniendo
varios hijos -dice Mazzeo-. La clase media es la que empieza a disminuir el
número porque en ese sector empieza a pesar la teoría del valor económico del
hijo. Estas parejas se preguntan: ¿podremos mantenerlo bien? Estos
cuestionamientos tal vez no se hacían antes, donde la escuela y la salud
pública eran las principales o únicas alternativas."
Por eso, a pesar de que
Gabriela Morelli quería tener más hijos, reconoce que con la inflación y la
marcha de la economía es un alivio tener sólo a Mica. "Cuando éramos
chicos no había preocupación por tener una prepaga o por pagar un buen colegio
-recuerda-. Hoy, con Hernán, mi marido, nos decimos qué alivio. Hay compañeros
de Mica que se fueron del colegio porque los papás no podían pagar dos o tres
cuotas. Y yo sé que cuando no estemos, más allá de una casa, lo más importante
que le dejo a mi hija es una buena educación. Para mí es una inversión que no
sé si podría hacerla con otro más."
Adriana Montello es
madre de Facundo, de 9 años. Aunque junto con Diego, su marido, aspiraba a
tener más hijos, la vida la fue llevando a tener sólo uno. Y de a poco no sólo
se fue reconciliando con la situación, sino que aprendió a ver las ventajas.
Una, otra vez, es económica. "La vida nos limitó, pero de a poco vas
viendo los beneficios. Sin duda la cuestión económica es uno de ellos, porque
sentís que podés darle más y mejores cosas. Pero también eso puede ser un
problema. Darle todo es tan malo como darle poco. Hay que balancear."
Pero lo económico no se
limita a elegir entre una escuela pública o privada o un plan de salud más o
menos completo. También las aspiraciones y los deseos personales comienzan a
influir cada vez más en la decisión de cuántos hijos traer al mundo. Según
Mazzeo, "hoy se elige tener menos hijos porque se pretende o se aspira a
hacer otras cosas aparte de ejercer la paternidad. Viajar, tener un mejor auto
o una casa son cuestiones que se tienen en cuenta. Lo material empezó a
adquirir un peso importante. Hay una influencia grande del mercado de consumo
que trae cambios culturales y modifica la mentalidad. La mujer prefiere
participar de otras experiencias, aparte de la de ser madre".
NO ES LA CANTIDAD, ES LA
CRIANZA
Pero más allá de las
consecuencias demográficas o sociales que implica el avance de la familia con
un único hijo, varios padres se plantean la cuestión de la crianza. Finalmente,
tras varias décadas de mala prensa, de ser señalados como egoístas, solitarios
y tiranos, llegó el tiempo de la reivindicación para los hijos únicos. Y son
varios los mitos que van cayendo al tiempo que surgen nuevos estudios que
señalan que esas características no son exclusivas de los niños sin hermanos.
Carolina Micha,
psicóloga especialista en desarrollo infantil y coordinadora del servicio de
juego terapéutico del Sanatorio de los Arcos, afirma que el solo hecho de ser
hijo único no define en absoluto el futuro de ese niño. "Si se le da
espacio para que encuentre recursos propios, no se lo avasalla con los
intereses paternos y esos padres son capaces de correrse y darle espacios
propios, ese niño tendrá un desarrollo como el de cualquier otro niño con
hermanos."
En definitiva es la
crianza la que marcará cómo será ese niño y no la constitución familiar, aunque
está claro que compartir la vida con hermanos puede ayudar a adquirir
naturalmente pautas que de otra manera hay que preocuparse por inculcar
especialmente. Así lo cuenta Adriana: "Como sabíamos que Facu iba a ser
uno solo, desde siempre estuvimos detrás de ciertas cuestiones como que
aprendiera a compartir, algo que tal vez en una familia con hermanos eso se da
de manera más natural -dice-. Hoy Facu es supersolidario, muy generoso, aunque
es un poco celoso. Se fija, por ejemplo, a qué amigo le serví gaseosa primero y
me hace algún reclamo".
Verónica también se
preocupó porque Bianca aprendiera desde chica esos valores. "Prestar,
compartir, es algo que se lo fomentamos desde muy chica y ella fue muy
receptiva con eso. Es más, le parece rarísimo que alguien no quiera prestar
algo. Es muy desprendida de sus cosas."
Gabriela Morelli afirma
que una de las primeras palabras que le enseñó a su hija fue compartir. "Cuando
sabés que va a ser sólo uno, estás mucho más pendiente de transmitirle estos
conceptos, para evitar malcriarlo", dice.
La socialización también
ha dejado de ser un problema para los hijos únicos que ya no se quedan en sus
casas, al cuidado de un adulto, esperando hasta preescolar para jugar con otros
niños como ocurría antes. "Hoy se ingresa con 18 meses o 2 años al jardín,
lo que les da oportunidad de socializar con pares desde edades muy
tempranas", destaca la psicóloga Micha. Y tal vez por eso, por temor a que
sus hijos se sientan aislados o solos, los padres de hijos únicos se preocupan
más que otros por fomentar espacios de juego con niños. "Mica tiene cinco
primos que los ve siempre y son como sus hermanos -dice Morelli-. Y tiene
muchos amigos, siempre fomentamos que tenga relación con otros chicos. Como
Mica es la única del grado que no tiene hermanos, todas la buscan para venir a
jugar acá a casa porque no hay otros niños que molesten o se metan en el
medio."
Algo parecido describe
Adriana, que define a su casa de Nordelta como "el club, el epicentro del
barrio", donde todos los niños confluyen. "Desde que era chiquito nos
preocupó que Facu no sintiera la soledad y por eso lo sociabilizamos. Siempre
nos fijamos que tuviera alguien con quien jugar. Es difícil que estemos los
tres solos", cuenta.
María Julia Agüero
también se encarga de organizar actividades y programas para su hijo Manuel.
"No creo que sienta la soledad, está todo el día en el colegio con chicos
de su edad, hace actividades, vamos al club y juega con sus primos."
Aunque reconoce que el tema de compartir sí le preocupa un poco.
El mito del niño tirano
que por décadas acompañó sin piedad a los hijos únicos, también está siendo
revisado. "Hay muchos niños tiranos, incluso más que antes, pero no tiene
que ver con ser único, sino, otra vez, con la crianza. Hoy, los padres muestran
una pérdida de autoridad asociada a cierta culpa por estar ausentes que hace
que los niños se conviertan en pequeños tiranos, sean únicos o tengan hermanos",
dice Micha, que sí advierte, en los niños que crecen sin hermanos, una
tendencia a la pasividad.
"Cuando hay un solo
hijo se les suele dar todo servido, y eso genera personalidades pasivas y más
dependientes -comenta la psicóloga-. En cambio, cuando hay más niños se genera
un espacio de ausencia, que es positivo para ver cómo ese chico se las arregla
si no está mamá o papá. Si o sí descubre recursos propios, que le sirven para
ir ganando confianza y autonomía. Y es importante, a medida que crece, hacerle
entender que no es el centro del universo, y que es él el que debe adaptarse y
no al revés."
Producción de Lila
Bendersky.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, si leíste el post, seguro tenés algo que comentar, pues hacelo!!!