Domingo, 16 de marzo de 2014
Cambio climático, cortes de luz,
infraestructura y el parque de árboles en la ciudad
El árbol, en su acción como un
“acondicionador de aire” en el medio urbano, adquiere una importancia
trascendental en el contexto de la ciudad futura atada al cambio climático.
Por José Andrés Repar *
Se trata del verde en los techos, en las
paredes y principalmente de los árboles que poseen una enorme serie de
atributos ambientales y hasta aspectos “mágicos y poéticos”. En los términos
mercantilizados del mundo de hoy, calcular su valor económico en verdes con la
cara de Franklin es lo que más puede conmover a los gestores de los bienes
públicos.
El árbol en su acción como un
“acondicionador de aire” en el medio urbano adquiere una importancia
trascendental en el contexto de la ciudad futura atada al cambio climático. Es
tan importante el ahorro de energía que producen los árboles en la ciudad y en
toda la región metropolitana en épocas de calores extremos que obliga a
considerarlos como un servicio público más, una especie de infraestructura que
hace a la mejora de la calidad de vida, como son los caminos, las redes de gas
o electricidad. Evaluaciones en este sentido son por lo general ignoradas por
las planificaciones tradicionales de infraestructura.
Cada árbol introduce una actividad
térmica muy importante en el verano para su propia sobrevivencia. Extrae agua y
minerales del suelo donde las temperaturas por debajo del metro se hallan entre
15 y 20ºC y la lleva por sus canales hacia el tronco y hacia las hojas de su
copa. En las hojas se hallan los poros o estomas por donde se produce la llamada
transpiración de la planta y la evaporación al medio. Por distintas acciones
químicas y mecánicas las plantas por lo general evacuan más del 90 por ciento
del agua extraída del suelo. Al evaporarse, el agua enfría las hojas y con ello
la zona cercana a la copa. “Una investigación del Departamento de Ecología
Global de la Universidad de Carnegie concluye que evaporar el agua ayuda a
enfriar la Tierra como un todo, no sólo la zona de evaporación, lo que
demuestra que la evaporación del agua de los árboles y los lagos podría tener
un efecto de enfriamiento en la atmósfera entera” (Environmental Research
Letters, Nov. 2011).
En el árbol comienzan los intercambios de
calor del agua fresca del subsuelo con la masa del tronco, pero principalmente
se produce un efecto enfriador por la absorción del calor latente del agua que
es de 540 cal./Kg. al momento del pasaje del agua del estado líquido al
gaseoso. Ello permite que el sol no achicharre sus hojas, pero también refresca
la copa y el aire alrededor y de hecho en su conjunto trabaja cual
“acondicionador de aire natural”.
Un árbol maduro extrae en verano, según
la especie, entre 100 y 600 litros/día. Para un árbol medio de 30 centímetros
de tronco y copa de 3 metros de radio podemos asumir una extracción en días de
verano de un volumen de 200 litros/día. El 90 por ciento de este volumen (180
litros/día) al evaporarse produce una transferencia calórica de cerca de 97.000
cal. /día, que implica aproximadamente 90 Kw/h. En 24 horas de trabajo produce
una transferencia promedio de 4000 cal. /h. (3,6 Kw/h.) o, en otros términos,
un enfriamiento medio de 4000 frigorías/hora (¿le resulta conocido este valor?
Sí, efectivamente, es la capacidad de enfriamiento de un aire acondicionado
medio).
Si el árbol está aislado y su copa
expuesta a los vientos, la eficiencia de enfriamiento del aire es muy baja. Sin
embargo, si se agrupan en dos o tres el follaje de uno hace de contención del
otro. Ello ocurre también con los árboles plantados en fila en las veredas de
la ciudad. Las cuadras que poseen árboles con buen el follaje en ambas veredas
poseen un aire fresco considerable. Dado que los árboles se hallan en un
sistema abierto, la utilidad de esa generación de frigorías para los fines de
acondicionamiento del aire cercano se reduce. Se puede medirla en forma
sencilla con un termómetro en la mano, registrando la temperatura bajo la
sombra de un árbol y fuera del área de su influencia. En cuadras con diez
árboles por vereda de diversos tamaños y especies, como hay en algunas cuadras
de Núñez y de Belgrano, he registrado una dispersión de temperaturas, pero en
promedio concurren a -7ºC por debajo de la temperatura al sol y/o de la marcada
por la oficina meteorológica. Tomando dicho valor promedio, podemos estimar la
energía media que es necesaria para mantener la misma. Para ello nada mejor que
la fórmula calórica clásica de Q=c.m.(t1t2). Si asumimos un volumen del aire
circundante al árbol de 3 metros de radio y unos 5 metros de altura observamos
la necesidad de una generación efectiva diaria de al menos 5 kw/h. básicamente
en las horas diurnas. Cuanto más se juntan las copas de los árboles se produce
un enfriamiento mayor y una actuación más efectiva del árbol-enfriador. En la
cuadra las unidades de refrigeración de los edificios cercanos reducen más su
consumo de energía por el mejor estado de prerrefrigeración del aire tomado.
En un escenario de veranos de altas
temperaturas, la plantación sistemática de árboles debería ser prioritaria en
diversos puntos urbanos por la incorporación masiva de splits. Debería ser
considerada una infraestructura de carácter obligatorio. Desde ya que los
árboles no sólo introducen un extraordinario beneficio con el ahorro de energía
sino que filtran el aire, disminuyen la polución y absorben enormes cantidades
de dióxido de carbono (CO2) generado por ese desarrollo urbano.
Cabe pensar en este contexto un plan
nacional de arborización de los centros urbanos en conjunto con los municipios.
Tomar conciencia que las posibilidades de la alternativa ambiental de los
árboles redunda en mejoras de la calidad de vida y salud de la población,
además de no necesitar divisas. En principio plantar y cuidar los árboles es
una responsabilidad municipal, pero también es una responsabilidad nacional, en
cuyas manos está la gestión de generación razonable y suficiente de energía.
En el artículo “Climate Mitigation by
Urban Forest” (Mc Pherson y otros, 2011) para California se estima que los 177
millones de árboles urbanos de todo el estado permiten reducir el pico de la
demanda estival en un 10 por ciento (alrededor de 5000 MW).
La zona del AMBA posee un suelo fértil de
buen suministro de aguas y no tiene períodos largos de sequías. Las napas
poseen una buena intercomunicación. Los picos de lluvias pueden ser mitigados
por la absorción y retención del agua en las hojas de los árboles. Planificar
una inversión sistemática y ordenada para cubrir con foresta los espacios
públicos y también los semipúblicos como los centros de manzana es la tarea. En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay, según la Dirección de Espacios Verdes,
unos 360.000 árboles en un total de 12.255 manzanas. Por la irregularidad de
algunas manzanas puede considerarse que la ciudad cuenta con unas 48.000
cuadras típicas. Con la ubicación de un mínimo de 20 a 25 árboles por cuadra
tendríamos un potencial de plantación de no menos de 1.000.000 de árboles. Cabe
recordar que el modelo territorial emitido por el Gobierno de la Ciudad con
pompa y lujo pero sin la debida participación de los vecinos estima sin mayores
datos una posibilidad para toda la ciudad de 600.000 unidades.
Los 1.000.000 de árboles con una copa de
3 metros de radio implican 27.000.000 de metros cuadrados. Siendo tres millones
los habitantes, nos permitirían tener 9 metros cuadrados de sombra por
habitante. Por su parte, el resto del área metropolitana del Gran Buenos Aires
posee en sus 40 municipios unas 200.000 cuadras típicas, que conlleva a una
plantación total potencial de más de 4 millones de árboles. En este contexto y
a falta de registros se estima un porcentaje posible de incorporación similar al
de la CABA, que indica 2.500.000 de plantas nuevas. Con ellos es posible
llegar, para los 10 millones de habitantes del conurbano, a una sombra de 10
metros cuadrados por habitante. La energía de enfriamiento que puede surgir de
este enorme manto de verde, a partir de los 5 Kw/h. diarios llega en los 60
días de calor fuerte de cada verano a 300 Kw/h. por árbol. En 10 años dicho
ahorro llega a más de 3 Mw/h. por árbol. Con el total de árboles nuevos
posibles en la zona metropolitana evaluados en los 3 millones, en 10 años la
prerrefrigeración del aire llega a 9 millones de Mw/h. A un costo medio de
energía eléctrica en distribución de 80 dólares/Mw/h. se llega a los 720
millones de dólares en ahorro en generación y en distribución. El costo de los
540.000 árboles nuevos en la CABA más los 2.500.000 en el Gran Buenos Aires, a
un valor unitario de 20 dólares por planta puede llegar a 60 millones de
dólares.
* Ingeniero, miembro del Instituto de
Energía Scalabrini Ortiz y del Copua Consejo de Planeamiento Urbano Ambiental
de la CABA.
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