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lanacion.com |Revista Domingo 13 de julio
de 2014 | Publicado en edición impresa
Por Valeria Shapira | LA NACION
Hay un mundo, el de las cosas materiales,
y otro mundo -siempre más interesante-, que es el de las cosas que la gente
tiene en la cabeza. La mamá de Fernando Polack era nieta de inmigrantes rusos
que habían desembarcado en las colonias de Entre Ríos en el final del siglo
XIX, cuando los pogrom zaristas terminaban con la vida y las pertenencias de
muchos judíos y la guerra entre Japón y Rusia se perfilaba, igual que todas las
guerras, como eso que hace a la gente sufrir. "Todo lo material te lo
pueden sacar. Lo único que podés proteger es lo que tenés en tu cabeza",
repetía la mamá de Fernando años después, cuando también habían pasado dos
grandes guerras mundiales, y el Holocausto.
Él dice ahora que por esa razón, entre
otras, eligió ser científico. Su cabeza es una fiesta de conocimiento, y el
sitio en el que guarda generosos espacios para lo que más le apasiona: los
chicos. Para ellos trabaja en Infant, la fundación que creó en 2003, y que está
ubicada en el barrio de Flores. Además de investigar, formar estudiantes
locales, y recibir alumnos de las universidades de Georgetown y Vanderbilt,
Infant creó una red de investigación integrada por pediatras en 26 hospitales
de la Argentina, que da cobertura a más de 2 millones de chicos y sus padres.
Trabaja codo a codo con médicos en hospitales de la ciudad de Buenos Aires y
del conurbano bonaerense (Sardá, Garrahan, Hospital de Berazategui, Hospital
Evita de Lanús, Hospital de Florencio Varela, Hospital Meléndez de Almirante
Brown y muchos más).
-¿Me esperás un segundo que hago un
llamado, así después hablamos tranquilos? Necesito chequear que mis dos hijos
estén en casa.
Fernando Polack es un padre judío al que
le cuesta dejar a los chicos cada vez que vuela a dar una conferencia en algún
lugar del globo. Nació en Buenos Aires, fue al Colegio Nacional de Buenos
Aires, se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires, quiso -y quiere-
vivir en Buenos Aires, la ciudad en la que esos hijos van a la clase de piano o
a jugar al tenis. Es hincha de Almagro, le gusta caminar, escuchar bossa nova,
comerse un sándwich al mediodía con su papá. Regresó al país en 2003, años
después de dormir lejos, de desayunar en Baltimore (estudió y trabajó en la
Johns Hopkins University) o de tomar mate en Nash ville, en la Vanderbilt
University, que sigue siendo su segunda casa profesional.
-Pareciera que eso de que los hijos y los
nietos se vayan para siempre es algo que necesitamos celebrar, en lugar de
reconocer que es un gran déficit que tenemos en la Argentina.
Sin guardapolvo, en zapatillas y con la
actitud de la gente que padece andar por la vida con corbata, Fernando Polack
relata sus trabajos y sus días incomodísimamente sentado en un sillón de tres
cuerpos, en un bar porteño de esos que uno no debería haber elegido para una
charla atenta. El ruido es infernal, el café está frío, la gente va y viene
como en una estación de subte. La charla fluye de todas maneras: el
entrevistado tiene calma de pediatra.
-La inflamación de los bronquios
(bronquiolitis) en un pulmón chiquitito es un grave problema. En los menores de
5 años el virus sincicial respiratorio es su principal causante. No tenemos
todavía una vacuna disponible contra esta enfermedad. Cuando viene una pandemia
de gripe, como la de 2009, entramos en pánico, enseguida cambiamos hábitos y
nos ponemos barbijo, pero resulta que este tipo de enfermedad respiratoria que
te menciono nos acompaña cada invierno. Tiene menos prensa y la tomamos como
algo natural, pero resulta que manda a terapia intensiva 10 veces más chicos y provoca
una mortalidad 5 veces mayor que la gripe.
Cuando Fernando Polack tenía 30 años
(ahora va por los 47) lo que más le gustaba era conseguir un descubrimiento.
Ahora no.
-Seguimos en el laboratorio y eso es
importante, pero hace unos años discutíamos sobre una proteína y cómo se pegaba
a las células, hasta que vimos que eso no iba a cambiar la suerte de los
chicos. Ahora siento que si no se mezclan la ciencia básica con la salud
pública y las ciencias sociales, los logros son a muy largo plazo. Estamos
haciendo una experiencia con madres del Chaco (hospitales Perrando y Avelino
Castelan) y de Corrientes (Hospital Vidal y Hospital Juan Pablo II). Trabajamos
con el banco de leche de mamás del Chaco y hacemos delivery de una provincia a
otra para que aquellas que no puedan amamantar por diferentes razones reciban
leche de otras que sí tienen. Esto requiere de una logística inmensa y
carísima, pero redunda en el aumento de los niveles de lactancia, y en que toda
la comunidad se preocupa por los bebes. Las madres hasta consiguen trabajo
porque se vinculan con otros gracias al estudio.
Polack y sus colegas de Infant
investigaron también de qué modo la leche materna ayudaba a los prematuros muy
chiquitos, de menos de un kilo y medio, a pelear contra las infecciones
respiratorias. Descubrieron que las mujeres obtenían mejor protección que los
varones.
Pero si el beneficio está en la leche, y
eso se sabe, ¿por qué esa diferencia entre los sexos?
Crecimos educados en la idea de que la
leche protege, lo que es cierto, contra muchas enfermedades, en ambos sexos.
Eso hay que remarcarlo, tenemos que defender a rajatabla la lactancia. Lo
interesante del trabajo específico sobre enfermedad respiratoria en prematuros
de muy bajo peso es que descubrimos que si en la mujer se veía un mejor
resultado entonces existía algo que no era inherente a la leche. Que más allá
de sus propiedades, ellas la usaban mejor que ellos, y se beneficiaban más
contra los virus respiratorios.
¿Entonces?
Entonces la lactancia es la llave, y el
auto es el bebe. Evolutivamente tiene sentido. Si uno tiene una población de 10
hombres y una mujer, probablemente tendrá una guerra. Si tiene 10 mujeres y un
hombre, el resultado será una comunidad, la continuidad de la especie.
Todo lo que está en la cabeza del doctor
Polack se parece muy poco a lo que el imaginario identifica con el pensamiento
de un científico. Siempre subraya que "la naturaleza no se rige por reglas
morales" y que la manera de pensar la salud de un modo racional, ordenado,
esperable está en nuestra cabeza.
-De los 6 millones de años que tiene la
especie, pasamos más de 5 millones comiendo semillas, pasto, raíces y proteína
animal. Las madres, sus bebes y los pulmones de esos bebes crecieron con carne
y vegetales. Con la Revolución Industrial empezamos a ingerir masivamente
carbohidratos y ahora tenemos un hombre paleolítico vestido de traje con un
desajuste absoluto, porque las mutaciones de adaptación a esa nueva dieta son
mucho más lentas que las opciones dietarias que ofrecen el desarrollo y la
tecnología. Son adaptaciones de la naturaleza que demandan mil años, mientras
nosotros seguimos yendo a la chocolatería a comer dulces.
Bajo esa perspectiva que rompe ciertos
moldes, los estudios de su equipo sugieren que una mamá que pasa su embarazo
comiendo carbohidratos en exceso perjudica en gran parte al bebe y sus
pulmones.
-La dieta de la madre es un factor de
riesgo de enfermedades respiratorias en el bebe. Uno de nuestros trabajos
reveló que las mamás que comen hidratos todo el tiempo tienen bebes con ocho
veces más chances de desarrollar bronquiolitis grave que el resto.
¡Volvamos al modelo de cazadores y
recolectores!
No tan así, pero más o menos. Lo bueno
para nosotros es lo más parecido a lo que hacíamos antes. Estábamos
acostumbrados a hacer algo, y lo cambiamos de repente. Es como parar en la
estación de servicio y tomarse un litro de nafta, en lugar de tomarse un litro
de agua. La nafta es para el auto, no para nosotros.
Ser científico -suele también decir- es
tener perseverancia y la mente preparada. Lo explica en sus charlas, con las
que deja boquiabiertos a sus oyentes en TedX, o en el aula magna de una
universidad:
-Si Moisés pudo caminar 40 años sabiendo
que nunca iba a llegar adonde iba, uno bien puede pasar 12 o 15 años
formándose, perseverando, construyendo una carrera. Lo lindo está en ese
proceso de aprender qué es la caminata. Por otra parte, no podés pensar que
porque estás debajo de un árbol y se te cae una manzana descubrís la ley de
gravedad. Cuando Newton pensó que dos objetos se atraen por sus masas
dependiendo de la distancia entre ellos era profesor del departamento de Matemática
de la Universidad de Cambridge. A mí se me puede caer la frutería en la cabeza
y nunca se me va a ocurrir esa teoría. Nada es maradoniano, en ciencia no hay
un genio que se pone el guardapolvo por primera vez una mañana y mete un gol;
hay método y esfuerzo.
EL VIENTO EN LA PIEDRA
Nueve años duró un estudio en el que
Fernando puso la mira en algunas proteínas fundamentales para el funcionamiento
del sistema inmune. Involucró a 1500 bebes del conurbano bonaerense, y los
resultados -otra vez- pusieron sobre la mesa la idea de que la naturaleza hace
lo suyo, y de que nada funciona sin otras partes de la película en la que
actúan, con alto protagonismo, el medio ambiente, la educación, la condición
social, la dignidad del espacio en el que la gente vive.
-Sabemos que ciertas proteínas generan
inflamación en el pulmón cuando están activas. Partimos de la idea de que si
uno logra bloquearlas, entonces no habrá inflamación y, por lo tanto, no habrá
bronquiolitis.
¿Tan sencilla era la respuesta?
Definitivamente, no. Para el estudio
tomamos dos poblaciones de bajos ingresos (en Berazategui y cerca del Hospital
Posadas), y otra de ingresos medios. Encontramos que algunas de estas proteínas
que provocan inflamación no están activas en el 6% de los chicos. Y que si esos
chicos con la proteína desactivada viven en un barrio muy carenciado o en zonas
rurales muy pobres, no tienen bronquiolitis. Como dato de importancia para los
países en desarrollo como el nuestro, el resultado fue que el 94% de los chicos
que viven en pobreza extrema tiene la proteína equivocada en la condición
social equivocada.
¿Por qué sólo los más pobres, si el 6% de
todos tenía la proteína desactivada?
La sorpresa fue que en los chicos de
clase media las proteínas se comportaban al revés: la enfermedad era más grave
en ese 6%, es decir, en el grupo en el que las proteínas no funcionan.
O sea, que un mismo gen que en un lugar
promueve una enfermedad en otro la previene.
Veinte o treinta kilómetros de
diferencia, y todo cambia. Para ponerlo en limpio: descubrimos que el comportamiento
de la enfermedad era dependiente de la cantidad de tierra que había en la
habitación de los lactantes.
Hemos llenado páginas de diarios con las
ventajas del desciframiento del genoma humano. Parecía que teníamos la llave de
todas las enfermedades y ahora cada estudio que mencionás incluye otros
componentes (social, ambiental, de comportamiento) que van mucho más allá del
ADN.
El genoma fue un gran avance. Pero la
lección es que con el genoma no alcanza. Al principio pensamos que sí, luego
descubrimos que había que entender el genoma en el contexto del medio ambiente
y ahora hablamos de las cicatrices que nuestra vida deja sobre los genes, las
marcas que hacen que un gen beneficie a unos y perjudique a otros. Estamos en
la etapa de la epigenética. Sabemos que el ser humano trabaja sobre su genoma
como el viento sobre la piedra.
¿Qué son concretamente las cicatrices
sobre el genoma?
Las cosas que hacemos todos los días.
Somos lo que comemos, lo que respiramos, lo que hacemos. La emoción, las presiones
laborales, la relación con tu familia, todo. Como investigadores solemos
naturalizar estas cosas, pero gran parte de lo que nos sucede tiene relación
con la manera en que lidiamos con lo que nos rodea. Un buen ejemplo sobre la
epigenética es la historia del gusano de seda y la mariposa. Exactamente los
mismos genes dan origen, sucesivamente, a un gusano, una pupa y una mariposa
según se van activando unos y desactivando otros. por influencias epigenéticas.
Cisnes que se reflejan como elefantes, de
Dalí, es la obra de arte que más conmueve a Fernando Polack.
-Es la metáfora de lo que para mí tenemos
que hacer como científicos: buscar los elefantes que son el reflejo de los
cisnes en el agua. Hay que volver a eso, a ver qué podemos hacer desde las diferentes
disciplinas para solucionar problemas concretos. Si nos quedamos viendo los
cisnes.
Dalí dijo una vez: "La estructura
molecular de mi personalidad está coincidiendo cada día más con la del ácido
desoxirribonucleico".
Es cierto, pero no dudo que sin la
epigenética, sin haber vivido lo que vivió, de haber estado en Barcelona, cerca
del Parque Güell y de la Sagrada Familia de Gaudí hubiera pintado lo que pintó.
PAÍS QUERIDO
Sus hijos tienen pasaporte
norteamericano. Va y viene todo el tiempo a los Estados Unidos, aunque un día
cualquiera puede atender el teléfono en Jordania, en Perú o en un hospital de
Berazategui.
Una de las tantas veces que aterrizó en
Ezeiza, la Legislatura porteña lo distinguió como Personalidad Destacada de la
Ciencia. Del Norte trajo premios que fortalecen el orgullo de cualquier país
serio: al mejor investigador joven en Pediatría de los Estados Unidos (2006), y
el reconocimiento a la excelencia en investigación pediátrica por parte de la
Sociedad de Investigación Pediátrica norteamericana (2010).
Sigue siendo profesor de Pediatría en la
Vanderbilt University, donde ocupa el sillón que lleva el nombre del premio
Nobel argentino César Milstein.
-Porque en Estados Unidos los cargos de
profesor titular se crean en homenaje a alguien. Imaginate el orgullo que te da
sentarte en ese lugar.
En la Argentina, Infant tiene importantes
sponsors, aunque él los mencione con humildad: la Fundación Bill y Melinda
Gates y la Thrasher Research Fund, entre otros, le dan millones de dólares para
sus programas. También colaboran algunas organizaciones y fundaciones locales,
y ha trabajado con el Conicet.
Se convirtió en científico por la frase
de su mamá sobre las cosas que la gente tiene en la cabeza. Pero también porque
su abuela Berta, con la que almorzaba casi todas las semanas, era "una
fuerza de la naturaleza" que enviudó joven y se puso al hombro una fábrica
entera, se comió el mundo y salió adelante. Porque su abuelo, sus tíos y su
papá también eligieron la medicina y le transmitieron pasión por escuchar y
curar. Porque su tía abuela lo llevaba al teatro, al cine, "a cuanto lugar
apareciera para respirar cultura y entender las cosas que pasan
alrededor". Y porque la tía Golda (que en realidad era tía de su papá)
anduvo diez años con las piernas hinchadas, sin poder caminar, hasta que un día
apareció la penicilina y la curó.
-Avanzamos un montón. La pandemia de
gripe de 1918 mató a 50 millones de personas, y en 2009 la cifra se redujo a
50.000.
Después de la pandemia de influenza de
2009, la prestigiosa revista New England Journal of Medicine publicó artículos
con recomendaciones sobre prevención y vacunas. Las principales estaban
firmadas por Fernando Polack y su equipo de Infant. Fueron tomadas como camino
a seguir por casi todos los centros de referencia del mundo.
La bronquiolitis mata a 200.000 chicos
por año en el mundo. La mayoría no está en los países ricos. ¿Por qué se muere
un chico en un país en vías de desarrollo?
En general, por temas de logística y
vulnerabilidad. Los chicos se caen por las rendijas del sistema. Son países que
tienen los hospitales, pero lo que falla son otras cosas. Las madres a veces no
conocen bien ciertos signos de alarma para ir al hospital a tiempo. O la
población no está emponderada para pedir una segunda opinión. Hoy le dicen que
el nene está bien, a los dos días empeora, pero la mamá confía en lo que le
dijo el médico la primera vez, y se queda en su casa. En los países en vías de
desarrollo la mitad de los chicos con enfermedades respiratorias se muere en su
casa. Muchos de los que se internan están mal nutridos. Además, están las
condiciones ambientales que te mencioné. Y buena parte de la vulnerabilidad de
los pobres es que están más a la intemperie en todo sentido.
¿Qué tal venimos con la logística en la
Argentina?
Hay de todo, pero en ese todo hay gente
con muy buenas intenciones que hace un gran trabajo por los chicos. Tenemos
cierta pereza frente a la logística. No tiene glamour, no te deja lucir. A la
Argentina le aburre el método. Es un país cortoplacista. Sin embargo, estamos
mejor que muchos otros, que todavía no han erradicado enfermedades que aquí
casi no existen, o que no tienen un calendario de vacunación del calibre del
nuestro. No hay muchos lugares en el mundo con un calendario de vacunas gratis
comparable con el argentino.
Ustedes tienen un programa de
investigación paralelo en los Estados Unidos, y vos viviste mucho tiempo
afuera. Los países más desarrollados tienen resuelta la logística, pero
enfrentan, imagino, otros problemas.
Así es. El exceso de higiene (eso de
andar con el alcohol en gel todo el tiempo) nos aleja de microorganismos que
naturalmente nos ayudan a madurar las defensas. Esto se vincula con el aumento
de enfermedades autoinmunes, asma, diabetes, ciertos tipos de cáncer.
¿Cómo imaginás el médico del futuro?
Como mi abuelo, como mi viejo. El médico
del futuro es un médico que escucha, ayuda y cambia costumbres de vida. La
tecnología va a hacer que perdamos capacidad diagnóstica, la modernidad nos va
a dar la oportunidad de que una máquina nos ofrezca un mapa de las opciones
terapéuticas para un paciente. Pero lo de volver a escuchar, es nuestro.
¿Por qué volviste?
Porque acá puedo estar con mi viejo, y
pude estar más tiempo con mi abuela hasta que se murió. Ver seguido a la gente
que quiero, ir a la cancha con mis chicos. Hacer ciencia competitiva desde el
lugar en el que nací, ayudar a la gente acá y en los países vecinos. Tenemos
que construir un país donde se puedan quedar todos.
Y donde todos vivan mejor, pero en serio.
Sí. Es una locura saber y no hacer.
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