El parto y la maternidad se han
medicalizado mucho tiempo. Ahora la ciencia reivindica recuperar la piel con
piel, el pecho a demanda o la separación cero, porque los primeros momentos
tras el nacimiento son fundamentales para el futuro
Es crucial que madre e hijo estén piel con piel durante las primeras hora de vida del bebé Martin Llado |
"El cuerpo de la madre
es la mejor máquina jamás inventada. Aporta nutrición, temperatura, glucosa,
desarrollo cerebral y salud con un coste mínimo". Nils Bergman sabe bien
de qué habla. Este africano de adopción nacido en Suecia empezó a trabajar en
1988 como médico en el Manama Mission Hospital, en Zimbabue, uno de los países
más pobres del mundo. Todo era muy rudimentario y no tenían incubadoras ni
tampoco medios para tratar a los bebés que nacían antes de tiempo, por lo que,
para desesperación de Bergman, la mayoría de prematuros acababan muriendo.
Entonces este médico, hijo, nieto y
bisnieto de médicos misioneros, oyó que en Bogotá estaban usando un método que
habían bautizado como canguro: nada más nacer colocaban a los recién nacidos
prematuros desnudos sobre el abdomen de sus madres. Gracias a aquello,
comenzaban a regular su temperatura corporal, el ritmo cardíaco y no morían. Y
Bergman empezó a replicar aquel sistema en Zimbabue.
"Eran bebés que nacían con apenas
800 o 1.000 gramos, con menos de 30 semanas, y tras ponerlos piel con piel,
¡sobrevivían! Era increíble. Incluso abrían los ojos y te miraban, y eso que
sus cerebros no estaban formados", recuerda este médico, que tras aquellas
primeras experiencias se puso a investigar por qué ocurría aquello y qué
beneficios concretos comportaba adoptar esa postura del canguro. Gracias a sus
estudios y descubrimientos, hoy en día este médico es una de las más reputadas
voces mundiales en desarrollo de la neurociencia del bebé recién nacido o
perinatal. Junto a su mujer, Jill Bergman ha sentado las bases científicas de
conceptos como el cuidado piel con piel, el método canguro y la separación
cero, y asegura que los mil primeros minutos de vida son sumamente importantes
para la existencia.
"No hemos inventado nada nuevo. Sólo
hemos recordado aquello que durante millones de años ha hecho nuestra especie y
que hacen el resto de mamíferos", afirma serio Nils Bergman.
"Reivindicamos volver a algo que está escrito en nuestro ADN y que parece
que hemos olvidado. Cosas como el contacto piel con piel y la lactancia materna
es lo que nuestros genes esperan. Y es lo que fomenta el buen cableado del
cerebro, que se establezcan las conexiones necesarias para su buen
funcionamiento", añade.
Para Violeta Tenorio, neuróloga pediatra
de BCNatal (Clínic-Sant Joan de Déu), "se trata de volver a nuestro
instinto, a todo lo que hemos abandonado, sobre todo a partir de los setenta,
cuando se medicalizó todo mucho, también la maternidad". Entonces, se
empezó a generalizar lo de separar al recién nacido de la madre nada más nacer,
que durmiera solo en su cuna, que tomara leche siguiendo unos horarios.
"Hoy sabemos que todo eso que hacíamos provocan un gran estrés en el
cerebro del niño y perturbaban su desarrollo normal", subraya esta
neonatóloga.
Los primeros mil minutos
A diferencia de otras especies, al nacer
el ser humano es bastante inmaduro. La estructura de su cerebro va madurando en
función de los genes y la biología, pero también por la interacción con el
medio. En las últimas dos décadas se ha visto que las experiencias que tenemos
afectan a la construcción del cableado neuronal y modelan el cerebro, lo que
afecta al desarrollo futuro tanto emocional como intelectual, a la memoria, a
la atención y al aprendizaje. "La mielinización (un proceso en el que las
neuronas se recubren de mielina, una sustancia lípida blanquecina que facilita
la transmisión de impulsos nerviosos entre las células nerviosas) no se detiene
hasta los 15 años. Al nacer, el bebé tiene muy pocas zonas del cerebro
mielinizadas, sólo aquellas asociadas a las cosas más instintivas o de
supervivencia. Es como si fuera un lienzo en blanco y podemos influir en
él", explica Violeta Tenorio.
Esa influencia comienza justo después del
parto y la madre desempeña un papel crucial. "De la madre depende en buena
medida cómo se organice ese campo abonado, que es el cerebro del bebé, y en
buena medida cuán fértil sea después", explica Anna Maria Morales
consultora certificada en lactancia. Morales, miembro fundador del centro de
salud familiar Marenostrum (MarenostrumCsf.com/) en Barcelona es 'doula',
persona que acompañan a otras mujeres durante el embarazo y le dan apoyo físico
y emocional durante el parto y las primeras semanas.
Y al parecer los mil primeros minutos de
vida resultan cruciales en ese proceso, tal como reivindica el matrimonio
Bergman. Corresponden más o menos a la primera noche y el primer día del niño y
es el periodo durante el cual se establecen las bases para crear el vínculo
entre madre e hijo, el llamado 'apego' en jerga científica, esencial para el
desarrollo neuronal del pequeño; también para una lactancia correcta. Y ambos
deben en ese periodo estar en piel con piel, sin separarse, respetando los
procesos naturales e instintivos que se suceden. "Si la madre está mal
porque ha habido alguna complicación en el parto puede ser el padre quien esté
piel con piel, en separación cero", subraya Nils Bergman.
Y eso que en Escandinavia es un protocolo
regular y que, como señala Marta Espar en el libro 'Los secretos de un parto
feliz' (Grijalbo), se considera un derecho del bebé en países como Dinamarca,
en España hace apenas cinco años que algunos centros, como Sant Joan de Déu,
comienzan a aplicarlo. "Está en nuestro instinto. Nuestros ancestros ya
hacían eso hace más de un millón de años. Nuestros cerebros se empezaron a
desarrollar con la piel con piel y la separación cero. La salud del ADN
comienza de esta forma, que activa el olfato y este, el vínculo entre madre e
hijo, que a su vez dispara el cableado del cerebro y garantiza la buena salud
de nuestros genes", explica Bergman.
De hecho, es así en todos los mamíferos.
Cuando nacen, la cría busca a la madre, se huelen y crean un vínculo. "Si
tú coges a esa cría y te la llevas nada más nacer, ya sea un caballo, un mono,
o un perro, luego la madre no la reconoce y la rechaza", señala Ana
Riverola, médico neonatóloga del hospital Sant Joan de Déu. "Es algo
instintivo que va asociado al concepto de vida. Sin ello, nos hubiéramos
extinguido", añade.
Forjando el apego
Nada más nacer se produce un periodo muy
especial que dura alrededor de dos horas, en que el bebé está alerta pero
tranquilo. Está provocado por dos hormonas que se segregan durante el parto, la
oxitocina y la noradrenalina, que por una parte estimulan el vínculo entre
madre e hijo y, por otra, despiertan el olfato, uno de los sentidos más
desarrollados en el bebé al nacer.
"Ese período es sumamente importante
y no se debe perturbar, puesto que es cuando comienza a establecerse el apego
entre madre e hijo”, explica la 'doula' Anna Maria Morales. Desde hace ya
algunos años, tal como recoge Marta Espar en su libro, psicólogos y psiquiatras
reclaman que "estas primeras relaciones se forjen en las condiciones más
favorables, ya que la calidad del apego entre madre e hijo establece la primera
base de su futuro desarrollo emocional y cognitivo". En brazos de la madre
en esos primeros instantes y más adelante empiezan a formarse las redes de
conexiones neuronales de este vínculo, que resulta esencial para contener las
primeras ansiedades del niño y estimular cualquier relación posterior. Gracias
a esta primera estructura mental, el bebé aprende a tolerar la incertidumbre y
la frustración.
En este período, además, si se coloca
directamente al bebé sobre el abdomen desnudo de la madre, sin cortar el cordón
umbilical hasta que deja de latir, este, guiado por el olor materno, repta por
su abdomen hasta alcanzar el pezón y comienza a succionar. "El bebé solito
sabe cómo hacerlo, es un instinto innato. Y si se le deja hacer, se agarra bien
al pezón, sin problemas de lactancia", afirma Riverola.
Respetar estos primeros 120 minutos ayuda
en gran medida a que no se produzcan problemas de lactancia más adelante. A
veces los bebés integran formas de succionar que no son las adecuadas y
entonces se producen grietas, heridas, sangran los pezones u otras molestias.
"Cuando el bebé aprieta es una señal. Si el niño se coge mal, aprieta,
duele, la madre genera menos oxitocina, lo que reduce el flujo de la leche. Y
entonces el bebé aprieta más y así, madre e hijo se embarcan en un ciclo
infernal. Todo eso se puede evitar dejando que el bebé siga su instinto en esas
primeras dos horas de vida", indica Morales.
Además, se ha comprobado que este primer
contacto piel con piel entre madre e hijo ayuda a que el bebé se recupere antes
del estrés del parto, se normalicen los índices de glucemia y se regule su
temperatura corporal. También la madre se ve beneficiada, puesto que el bebé
dispara en ella la segregación de hormonas de placer, de bienestar, que alivian
el dolor del parto.
Una vez pasadas estas dos primeras horas,
es recomendable que ambos sigan en piel con piel esos mil minutos. De hecho,
Nils Bergman ha realizado numerosos estudios científicos con recién nacidos
(consultables en la web: SkinToSkinContact.com) en los que comparaba las
constantes vitales de aquellos que estaban piel con piel con la de aquellos que
tras el parto, los ponían a dormir cerca de la madre pero en una cunita. Vieron
que la temperatura corporal, frecuencia cardíaca y niveles de azúcar en sangre
de los segundos estaban bastante alterados en comparación con los primeros. Y
que, además, registraban apneas de más de 20 segundos, una de las causas
principales de muerte súbita del lactante.
Separación cero
"Separar al bebé de la madre al
nacer provoca en los recién nacidos ansiedad y estrés, y además carece de base
científica", asegura el doctor Bergman. El cerebro del neonato, recalca
Morales, funciona como un cerebro primitivo prehistórico. No razona, ni
entiende. Sólo siente. "No sabe que vive en un piso, ni que hay puertas,
ni que cuando lo dejan en un lugar, la cunita, los papás están en la cama a su
lado. El niño lo único que sabe es que cuando lo apartan de la madre, puede
venir un león y comérselo. Tan sólo el olor corporal de la madre, el
movimiento, el sonido, el tacto, es lo que le dice al bebé que está
seguro".
En cambio, cuando un bebé se siente
inseguro, tiene miedo, se estresa, suben sus niveles de ansiedad y comienza a
generar cortisol; si los niveles de esta hormona son elevados y se mantienen en
el tiempo resultan tóxicos, capaces de perturbar la arquitectura del cerebro,
repercutir en su capacidad de aprendizaje y memoria, y provocar que los
sistemas de gestión del estrés respondan a umbrales muy bajos. Son niños que
suelen ser más irritables, que lloran con mucha más facilidad.
Asimismo se ha visto que el estrés
temprano altera la expresión de los genes, activándolos o desactivándolos, como
señalan numerosos estudios publicados por el centro para el desarrollo del niño
de la Universidad de Harvard (DevelopingChild.Harvard.edu/). Tiene una
influencia en la salud del bebé, incluso cuando sea adulto, asegura Bergman. En
ese caso puede comportar una menor esperanza de vida. En cambio, un bebé
tranquilo genera oxitocina, que le ayuda a establecer relaciones y además
estimula la segregación de hormonas del crecimiento y otras hormonas
saludables.
"Separar al bebé de la mamá es
negativo. Pero por suerte contamos con un cerebro sumamente plástico y con la
capacidad de resiliencia –puntualiza Tenorio–. No podemos ser deterministas y
decir que si el niño es separado de la madre al nacer va a ser un psicópata o
no va a tener buena relación con los padres. Hay que tener cuidado con las
afirmaciones, porque el cerebro se va modelando".
Una luna de piel
Además de la separación de la madre, otra
de las cosas que estresa al bebé, lo angustia y le hace segregar cortisol es
pasar hambre. Durante varias décadas se estableció que los lactantes debían
comer cada tres o cuatro horas. Pero eso "no tiene ningún sentido y no
encaja con nuestra biología. El estómago de un niño de tres kilos de peso no es
más grande que una moneda de un euro y apenas le entran 20 ml. Eso es muy poco.
Apenas tarda una hora en vaciarse, lo que además coincide con los ciclos de
sueño del niño. ¿Cómo lo vas a tener llorando dos horas porque aún no le toca
comer?", reivindica Morales.
El sueño profundo es también otro factor
esencial en el correcto desarrollo del cerebro del recién nacido. Durante las
horas en que el bebé duerme, se forman los circuitos mentales, por lo que es
conveniente dejarlo descansar y no despertarlo. "Suelo aconsejarles a las
madres que acaban de dar a luz que se pongan el bebé piel con piel y lo tapen
con su camisón. Se ha visto que así duermen más profundamente, lo que repercute
positivamente en el desarrollo del cableado neuronal y, además, se evita que
las visitas que vengan al hospital o luego a la casa quieran coger al bebé, lo
despierten y perturben sus horas de sueño", cuenta Jill Bergman. ¿Y qué
hacer cuando, una vez en casa, el bebé llora por las noches? Jill Bergman no
duda ni un segundo en contestar: "Cogerlo, abrazarlo, calmarlo. El recién
nacido no tiene la capacidad cognitiva de gestionar el ser abandonado cada
noche, por lo que su cerebro integra un sentimiento de indefensión, de
abandono, de inseguridad. Muchas veces callan tras estar un rato llorando y que
nadie acuda, pero no quiere decir que estén tranquilos. Es una extinción de su
instinto". El cerebro estresado de estos pequeños se adapta pero tiene
consecuencias. La amígdala, la región encargada de las emociones primarias como
el miedo, está hiperactivada y los predispone a la irritabilidad. Además
segregan cortisol, que los hace estar más estresados, aumenta su presión
arterial y al final cuerpo y cerebro experimentan un desgaste.
"Es cierto que durante mucho tiempo
los médicos hemos fomentado comportamientos como 'si llora, no lo cojas, que se
acostumbra', pero ahora sabemos que eso resulta tóxico. Cuando un bebé llora,
siempre hay que dar respuesta a esa necesidad. Y eso que dicen de que los bebés
manipulan a los padres no tiene ningún sentido. Ni tan siquiera tienen la
capacidad mental para hacerlo", asegura Tenorio.
La Organización Mundial de la Salud
recomienda que el bebé duerma con sus padres, o bien en la misma cama, o bien
en una cuna muy cerca, de manera que pueda oler y sentir que su madre está
allí. "Los bebés que duermen con los padres están menos estresados y
acaban sincronizando antes los ciclos de sueño. Al mes y medio ya empiezan a
dormir más seguido", apunta Morales.
Eso sí, colecho responsable. Si los
padres fuman, beben, se drogan, toman medicamentos psiquiátricos o padecen
obesidad mórbida es mejor que el bebé duerma separado. Es muy sencillo poner
las bases para un individuo sano y feliz", repite Bergman, sin perder por
un segundo la sonrisa, una y otra vez. Y entonces vuelve a enumerar: "piel
con piel, separación cero, pecho a demanda. ¿Ves qué fácil?".
Anna Maria Morales, del centro
Marenostrum, cuenta que "mucha gente compra muchas cosas para el recién
nacido, pero siempre les digo a los papás que vienen a hacer consultas al
centro o a preparación para el parto que el bebé no necesita nada de eso. Que
lo mejor que pueden hacer es invertir en darles su propia leche materna, tacto
y contacto. Es la luna de piel que todos los niños merecen".
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