Mujer dando a luz |Grabado
Autor: Martin Caldenbach
Fecha: 1513
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Esta ilustración pertenece al cuarto capítulo del libro Der Rosegarten (El jardín rosa), una obra médica publicada en el siglo XVI. Este tratado sobre partos fue escrito por el médico alemán Eucharius Rösslin (1470 - 1526) y se convirtió en un referente para las matronas y comadronas de la época.
El jardín rosa fue fruto de la observación de Rösslin del trabajo de las parteras de Francfurt y de la información obtenida de autores antiguos como Sorano de Éfeso. La obra, publicada primero en alemán, fue un gran éxito entre las profesionales del parto.
Los grabados que ilustran la obra fueron realizados por Martin Caldenbach, un alumno de Durero. Este representa a una mujer dando a luz en una silla de parto ayudada por una comadrona.
MARTA ESPAR 11 DIC 2009
- 10:57 CET
Usted está embarazada. A
punto de salir de cuentas. Piensa dar a luz en el hospital más cercano a su
lugar de residencia. Es lógico: está convencida de que la asistencia al parto
es parecida en todos los centros. Pero no es así. En España, un hospital
público puede tener una tasa de cesáreas 3,5 veces mayor que otro situado a
menos de 100 kilómetros de distancia. Algunos hospitales terciarios, que son
los que concentran más casos de parturientas de riesgo, tienen cifras más bajas
que muchas clínicas privadas o centros comarcales. Y la probabilidad de que
salga del paritorio con una molesta episiotomía incisión en el periné, aunque
su parto sea normal, también puede reducirse casi a la mitad según el centro.
Otros aspectos difíciles
de medir, pero también decisivos para la futura salud de madre e hijo, como la
participación de la mujer, la calidad del vínculo con el bebé o la instauración
de la lactancia materna, pueden variar según las prácticas que establezcan los
diferentes protocolos hospitalarios.
Un informe reciente del
Atlas de Variaciones en la Práctica Médica en el Sistema Nacional de Salud
(Atlas VPM), un proyecto con financiación pública que establece indicadores de
calidad asistencial, ha analizado todas las altas hospitalarias por parto
producidas en los hospitales públicos de 13 comunidades autónomas durante los
años 2003-2005. Sus autores concluyen que no son la edad ni el riesgo
obstétrico de las pacientes las razones que explican semejante variabilidad en
las tasas de cesáreas, sino las diferencias en los estilos de la práctica
clínica de los profesionales que intervienen en la asistencia al parto. El
coordinador científico del Atlas VPM, Enrique Bernal, explica que al excluir
-entre otras- las tres indicaciones mayoritarias para practicar una cesárea,
que son que el niño venga de nalgas, la cesárea previa y la distocia -parto
anormal-, sigue existiendo un porcentaje de cesáreas del 15%.
Según el documento,
algunas variables, como el mayor número de obstetras en la plantilla, el nivel
tecnológico del centro -tener una UCI neonatal- o el menor nivel socioeconómico
del área geográfica, influyeron en que la tasa fuera mayor. Las preferencias de
las mujeres tampoco pueden explicar semejante variación, advierte Bernal,
también director de la unidad de investigación en servicios sanitarios del
Instituto Aragonés en Ciencias de la Salud (IACS), "porque, por ley
estadística, es de esperar que en poblaciones suficientemente grandes sus
preferencias se distribuyan aleatoriamente".
La Organización Mundial
de la Salud (OMS) ya estableció a finales de los años ochenta que un porcentaje
mayor del 15% es poco justificable. Sin embargo, en España los números se
mantienen en una media de entre el 22,2%, en los hospitales públicos, y el
36,6%, en los privados, según los datos más recientes (de 2005). Revisar
semejantes cifras es posible, como demuestra un proyecto piloto dirigido desde
el hospital de Manacor, en Mallorca, que está consiguiendo adecuar los números
a la evidencia científica.
Su impulsor, el jefe del
servicio de obstetricia y ginecología del hospital de Manacor, Andrés Calvo,
insiste en que "lo esencial no es hallarse por debajo de una cifra mágica
de cesáreas, sino hacerlo bien y no practicar más cesáreas de las
necesarias". Su estrategia ya dio buenos resultados en las islas Baleares
entre los años 2003 y 2005, y desde abril del 2009 se está iniciando en otros
seis hospitales de la Península. Para Calvo, una de las claves es que este
protocolo "sea asumido por todo el equipo profesional y exista un buen
seguimiento".
Desde que el Ministerio
de Sanidad impulsara la Estrategia de Atención al Parto Normal (EAPN), aprobada
por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS) en 2007,
una red de formadores está extendiendo por todo el país las recomendaciones de
la OMS y la literatura científica. Así, en la mayoría de los partos en mujeres
de bajo riesgo (casi el 90% de los casos), algunas prácticas, como la
monitorización continua del latido fetal, que impide la libertad de movimientos
de la parturienta, o la rotura de la bolsa y la inducción por oxitocina, que
aceleran artificialmente las contracciones y pueden producir efectos
secundarios, están siendo sustituidas por otras más respetuosas con el proceso
fisiológico.
Como la auscultación
intermitente o el tratamiento alternativo del dolor, con bañeras de agua
caliente, inyecciones de agua destilada o analgesia epidural a dosis más bajas,
que permitan andar. Los efectos de este cambio sobre las tasas de cesáreas,
partos instrumentados y episiotomías están siendo espectaculares en algunos
centros públicos tan dispares -tanto en volumen de pacientes como en situación
geográfica- como los de Cruces (Bilbao) y Las Palmas (Canarias), y en otros
comarcales como los de Alcañiz (Aragón), Vila-real (Castellón) y Huércal-Overa
y Úbeda, en Andalucía.
La obstetra Pilar de la
Cueva, coordinadora de la EAPN y directora del programa formativo para
profesionales, admite que este cambio implica mayor ratio de matronas por
mujer, pero tiene muchas contrapartidas económicas porque reduce días de
estancia, uso de quirófano, material e inversión en aparatología, y sobre todo
disminuye la tasa de morbimortalidad de madre y recién nacido. "Además,
existe toda una serie de efectos secundarios de la cesárea que no se registran,
como las secuelas respiratorias a corto y largo plazo en el bebé o el malestar
psicológico y las secuelas físicas en las madres", añade De la Cueva.
Sigue vigente en la
sociedad la creencia errónea de que siempre es más segura que un parto vaginal.
¿Por qué? "La creencia en la bondad de una atención medicalizada de los
partos normales está muy arraigada en la sociedad, no sólo entre los
profesionales", aclara Charo Quintana, obstetra, ex consejera de Sanidad
del Gobierno de Cantabria. "Le estamos atribuyendo al parto tecnológico
toda la reducción alcanzada en la morbimortalidad materna y perinatal, cuando,
en realidad, se debe a la mejora en el estado de salud de las mujeres, de sus
condiciones de vida y de la atención prenatal, la disminución del número de
partos y la utilización de la tecnología adecuada para los de riesgo",
continúa.
Quintana es coordinadora
científica de la Guía de práctica clínica sobre la atención al parto normal en
el SNS que va a editar el Ministerio en los próximos meses. La guía es la
primera elaborada, además de por un equipo de expertos (obstetras, comadronas,
pediatras y anestesistas), por usuarias representadas por la asociación El
parto es Nuestro. El documento va a promover cuidados ajustados a las
circunstancias de parto de cada mujer y al respeto de su autonomía. "No se
está abogando por volver a los partos de antaño, ni a los partos y nacimientos
sin atención profesional", insiste Quintana. "Todo lo contrario,
ahora disponemos de un conocimiento sobre la fisiología del parto que no
teníamos antes. Estamos en condiciones de atenderlos mejor que nunca, vigilando
estrechamente cualquier alteración e interviniendo sólo si es necesario y con
las actuaciones más adecuadas".
Cada día hay más mujeres
que así lo experimentan en su propia carne. Isabel Martínez es una de ellas.
Vive en Jaén, pero parió a su hijo Pablo a finales de setiembre en el hospital
San Juan de la Cruz de Úbeda, a 50 kilómetros de distancia de su casa. Dio a
luz sin grandes lujos, en una habitación interior sin ventana, donde, sin
embargo, se sintió "como si estuviera en casa". Estuvo horas paseando
por los pasillos, se dio una ducha de vez en cuando y le controlaron el latido
del corazón de su hijo de forma intermitente con un monitor "a
ventanas" -unos 20 minutos cada hora-. Sintió dolor, pero no quiso la
epidural. Sólo recuerda comodidad, alivio. Cuando Pablo nació, el matrón se lo
puso encima del pecho por debajo del camisón, piel con piel, como indican los
libros. No se desgarró ni le hicieron ningún corte. A las pocas horas ya se
levantaba, y el niño se agarró al pecho enseguida.
El caso de Isabel está
dejando de ser una excepción en Andalucía. Con un Proyecto de Humanización de
la Atención Perinatal (PHAPA) que contempla las preferencias de la mujer en
aspectos como el acompañamiento o la posición en el parto, buena parte de los
hospitales públicos de esta comunidad autónoma está actualizando sus protocolos
para convertir el parto de Isabel en un acontecimiento cada vez más
generalizado en las mujeres de bajo riesgo.
Para saber más
Organización Mundial de
la Salud
http://www.who.int/making_pregnancy_safer/publications/en/index.html
Estrategia de atención
al parto normal. Ministerio de Sanidad y Consumo
http://www.msc.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/equidad/estrategiaPartoEnero2008.pdf
Federación de
Asociaciones de Matronas de España (FAME)
Sociedad Española de
Ginecología y Obstetricia (SEGO)
Asociación El Parto es
Nuestro
Plataforma pro Derechos
del Nacimiento
La OMS considera que más
de un 15% de cesáreas no es justificable. En España vamos por el 22% en los
centros públicos y el 36% en los privados.
Se está empezando a
sustituir la oxitocina por tratamientos alternativos del dolor en casos de bajo
riesgo
Derecho a ser informadas
y a elegir
Muchas son las mujeres
que, después de haberse sometido a un parto inducido con oxitocina, descubren
atónitas los riesgos a los que se expusieron ellas y sus bebés.
Nadie les informó de que
esta hormona sintética acelera las contracciones y multiplica su dolor de forma
exponencial, hasta el punto de requerir enseguida de la analgesia epidural,
cuya administración, a su vez, aumenta el riesgo de parto instrumentado, por
ejemplo. Las preguntas se suceden unas a otras: ¿tienen las parturientas
derecho a negarse a una intervención de este tipo?, ¿hasta qué punto y cómo
deben ser informadas al respecto?
La Ley 41/2002, de 14 de
noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y
obligaciones en materia de información y documentación clínica, garantiza el
derecho de cualquier usuaria a recibir información adecuada que la ayude a
tomar decisiones, a elegir libremente entre las distintas alternativas
disponibles y a que se respete su voluntad en las decisiones que tome sobre su
propia salud y su propio cuerpo.
"En muchos
hospitales españoles se están infringiendo a diario estos derechos",
explica Francisca Fernández, asesora jurídica de la asociación El parto es
Nuestro.
Para empezar, insiste la
abogada, las mujeres no pueden decidir, porque no se les informa adecuadamente
sobre "la finalidad, la naturaleza, los riesgos y las alternativas"
de las intervenciones a las que son sometidas, tal y como exige la legislación
vigente.
Su capacidad para elegir
entre distintas opciones sólo está limitada por la disponibilidad de medios e
instrumental y la buena praxis. "Rechazar el tratamiento prescrito en un
protocolo nunca debería dar lugar al alta forzosa cuando existan métodos
alternativos", añade Fernández.
La intimidad y la
dignidad son otros aspectos protegidos, especialmente sensibles en la
asistencia al parto. "En Inglaterra, cuando una mujer está dando a luz en
una sala, se cierran las puertas, y el que quiera entrar, aparte de tener una
buena justificación, debe llamar a la puerta", explica Fernández.
En muchos paritorios
españoles, en cambio, se asisten partos instrumentados con la puerta abierta y
varios médicos residentes observando.
Con este proceder de
finalidad docente se puede violar la intimidad física y moral de la usuaria,
pero también su dignidad, ya que las leyes y tratados internacionales sobre
bioética y derechos humanos sitúan "la dignidad del ser humano por encima
del interés exclusivo de la sociedad o la ciencia", insiste esta abogada,
especialista en bioética.
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