Sábado 02 de febrero de
2013 | Publicado en edición impresa
La antigua crisis de la
mediana edad, ahora es vivida por muchos hombres como una oportunidad para
reinventarse personal, familiar y hasta profesionalmente
Por Soledad
Vallejos | LA NACION
A los 51, Fabián Rinaldi apostó a una nueva etapa con
María Eugenia, embarazada de 8 meses.
Foto: Gustavo Bosco
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Iba manejando por la
Panamericana y se le cruzó un pensamiento: "Si la vida era como una ruta
no infinita, con una línea de llegada, y la ruta que más conocemos es la que
nos lleva a Mar del Plata, con casi 40 años yo había llegado casi hasta
Dolores... Y ahí me di cuenta de que no quería pasar la segunda mitad de mi
vida ahorrando para comprarme la jarra que hiciera juego con las copas de
cristal que ya había conseguido, sino que quería ver con qué vino llenaría esas
copas." Guillermo Beade hoy tiene 46 años, y la representación gráfica de
la mayor crisis de su vida podría formar parte de un guión. Pero sucedió así y
la idea rebotó contra su frente esa mañana, y por más que le dio vueltas ya no
podía ir marcha atrás.
Ése fue el momento en
que decidió dar un timonazo en su vida y arrancar, como se dice, otra vez de
cero.
Tenía un buen trabajo
como gerente comercial, una mujer con la que se había casado hacía más de 20
años y dos hijos. Del departamento había dado el salto a una casa en un barrio
cerrado. Pero él argumenta que le faltaba "un poco más, como dice la
canción de La Mississippi; había un hueco sin llenar y no sabía qué".
El balance que suele
hacerse cada fin de año también aparece en la mitad de la vida. Los expertos en
psicología dicen que las crisis no son cronológicas, sino más bien históricas y
subjetivas. Pero la mitad de la vida, coinciden, es una etapa clave. Una
transición que llega de la mano de un replanteo íntimo que puede aparecer a
cara descubierta, disfrazado o reprimido. Pero que estalla con la misma
pregunta: ¿y ahora qué? "Se cuestionan los mandatos, las creencias, los
ideales. Y el deseo aparece como motor de cambio -dice la psicoanalista
Alejandra Marroquín-. Algunos las llaman crisis vitales, asociadas a lo que se
espera de un hombre o una mujer en determinada etapa. Algunos pueden reafirmar
los mismos deseos e ideales. Otros dan un vuelco de 180 grados."
Para Guillermo Beade, el
cambio fue en todo sentido. "Me separé de mi mujer, largué mi laburo en
relación de dependencia, puse una vinoteca, me volví a casar y tuve dos hijos
más. No me arrepiento -advierte-. Es un momento donde uno vuelve a elegir. Y
también aparece el temor a la vejez, hay que reconocerlo. Algunos se les da por
subir el Everest o cruzar a nado el Río de la Plata. Lo mío fue un proceso más
interno."
El deseo de querer vivir
mejor, según los expertos, se abraza con mayor vehemencia en esta etapa de la
vida. "En una entrevista que le hicieron a Paul Auster hace algunos años,
en Madrid, dijo que a partir de sus 50 años, hubo cambios en el perfil de los
personajes de sus novelas -trae a colación la psicóloga Susana Mauer-. Argumentó
que encontrarse más cerca de su muerte que de su nacimiento había producido en
él un profundo deseo de cambio. Por ejemplo, el contacto con su propia finitud
le permitía ahora dejar que sus personajes murieran. Pero lejos de
melancolizarlo, eso lo estimulaba a querer vivir mejor."
La conocida crisis de la
mitad de la vida, refuerza Mauer, plantea casi una pregunta crucial: ¿Cómo
quiero vivir? ¿Cuál es mi proyecto?
Guillermo Beade en su propia vinoteca, con Paula,
su nuevo amor, y Ramiro, de nueve meses.
Foto: LA NACION / Gustavo Bosco
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Después de haber
recorrido más de la mitad de la vida, hoy las cosas ya no parecen inamovibles,
como podía suceder treinta o cuarenta años atrás. Y entre los argumentos que
posibilitan ese timonazo, la especialista se centra en algunos conceptos clave,
como el debilitamiento de la familia patriarcal nuclear y los vertiginosos
cambios de paradigmas en el funcionamiento social, que generaron mayor
permeabilidad a la variación.
"La globalización y
el entrenamiento que tenemos en estas latitudes para soportar crisis como la de
2001 también nos fueron curtiendo -agrega Mauer-. Sucede que esas
transformaciones, a veces deseadas y otras no tanto, plantean nuevos horizontes
y le hacen lugar a la novedad, al cambio."
Otras veces, los
replanteos ocurren en el campo afectivo. Y aunque los expertos insisten en que
las generalizaciones no tienen lugar, reconocen que las segundas vueltas en el
amor (sobre todo en los hombres separados ya maduros) suelen recaer sobre
mujeres jóvenes como una forma de desvanecer su envejecimiento o el horizonte
de la finitud.
De la mano de ese nuevo
amor, llega la nueva paternidad. Cambiar pañales después de los 50 ya no es
algo extraño ni llamativo. Sólo en la ciudad de Buenos Aires, más de 620
hombres han sido padres el año pasado luego de haber recorrido más de la mitad
de sus vidas. Y la pregunta del millón: ¿está bueno ser padres después de los
50? Desde una mirada psicológica, los expertos coinciden en señalar
positivamente estas elecciones cuando son sostenidas por el deseo, y cuando
existe la firme convicción de que ese hijo será la proyección de ese amor.
"Hoy, la
expectativa de vida roza los noventa años. «Rellenar» tantas décadas con un
solo trabajo, un solo amor, un par de hijos y una vivienda estable en un lugar
de nuestro planeta no parece sencillo, ni por decisiones internas ni por
circunstancias externas -reflexiona el doctor Mario Sebastini-. Los que peinamos
canas hemos ansiado llegar a la tercera edad como objetivo de vida, pero ahora
debemos lidiar y aprender a vivir en la cuarta edad, que, de manera
irreverente, se nos ha agregado como un nuevo desafío. Nuestra educación nos
imponía el deber moral de tener un amor para toda la vida. Pero aprendimos que
los amores duran toda la vida de ese amor, y así es como se van sumando amores,
relaciones, hijos, cuñados y suegros. Hoy, la viñeta más premiada por la
sociedad no es la de la pareja estable, sino la de aquellas familias en las que
pueden convivir los de ayer, los de hoy y los de mañana en una relativa
armonía."
Fabián Rinaldi (51) es
abogado y padre de cuatro hijos. Valentina (21), Marcos (17), Benjamín (15) y,
en tres semanas, llegará Catalina, fruto de su amor con Eugenia Simonetti (35),
su nueva pareja, dieciséis años menor que él. "Yo sentía que mi vida en
ese aspecto ya estaba satisfecha, una etapa cumplida. Pero ser padre nuevamente
me ha dado un impulso vital. Por un lado, me preocupa la diferencia
generacional, y por otro me doy cuenta de que, con los años, aprendés a darles
a las cosas la importancia que realmente tienen. Mi objetivo ahora es poder
medir el tiempo en «horas Catalina». Quiero aprovechar para estar con ella y
disfrutarla. La vida me puso nuevamente a prueba. Estoy feliz y
tranquilo."
CAMBIOS, NO RUPTURAS
Los cambios no
necesariamente implican rupturas. Los volantazos en la vida suelen separar con
más o menos violencia de las cosas, y de la gente. Hay uniones que se deshacen,
pero relaciones que no se interrumpen. Se modifican. Incluso, evolucionan.
"Lo fundamental es que los cambios sean genuinos -coinciden Marroquín y
Mauer-. La satisfacción plena nunca aparece, y pararse de otra manera en la
vida no significa divorciarse de todo el pasado; la filosofía de lo descartable
no tiene nada que ver con esto."
Lo de Fernando García
Balcarce, según argumenta él, tampoco tuvo nada de la clásica crisis vital. O
sí, dirá después, porque todo comenzó luego de que una operación de ligamentos lo
pusiera al borde de la muerte. Tenía casi 40 años, dos hijos pequeños y una
agencia de turismo con su ex mujer. De repente, estaba solo, durmiendo en el
hostel de un amigo y sin trabajo.
"Después de la
operación empecé a reflexionar sobre todo y comencé a darme cuenta de que las
cosas que eran el pan de cada para mí las estaba dejando de lado. Comencé a
revisar mi historia. Estaba estancado, y quería salir de ahí", confiesa.
El cambio fue rotundo. Volvió a tocar, creó su propia empresa de servicios técnicos
y construyó una mejor relación con su mujer y con sus hijos.
" Fue un vuelco que
me hizo evolucionar. Soy un padre con más confianza, un hombre con proyectos.
Tengo 40 años, pero siento que recién arranco."
PADRES (OTRA VEZ) CON
MÁS DE 50 AÑOS
Mauricio Macri
Político
Edad : 53 años
En octubre del año
pasado nació Antonia, su cuarta hija. "Yo nunca había presenciado un parto
y la verdad es que fue increíble", dijo por Twitter el jefe de gobierno
porteño
Francisco De Narváez
Político
Edad : 59 años
A los 57 años nació su
sexto hijo, Antonio, que hoy juega con su nieto Paquito, hijo de su
primogénito, Francisco, de 36 años
Guillermo Vilas
Deportista
Edad : 60 años
Las tres hijas del
afamado tenista argentino, Andanin, Lalindao e Intila, llegaron después de sus
50 años. "Mis hijas hacen lo que quieren", confesó
Roberto Pettinato
Actor y comediante
Edad : 58 años
Tiene cinco hijos:
Homero, Tamara y Felipe, de su primer matrimonio; y Lorenzo y Esmeralda (4 y
2), del segundo.
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