Por Lisa Marasco
Información
perteneciente a la revista NUEVO COMIENZO, Vol. 17 Numero 4 Año 2005
A lo largo y ancho del
mundo existen ideas, concepciones o certezas acerca del manejo de la lactancia.
Unas apoyan a las madres, las dignifican en su quehacer, otras entorpecen el
desarrollo de la lactancia o lo truncan tempranamente y al final afectan la
salud y sano desarrollo de los bebés, a la vez que llenan de incertidumbre a
sus madres. Escogimos algunos mitos que comentamos para tranquilidad de las
familias.
|
Lactancia (Babilonia. 6000 a. C.) |
Mito 1: Amamantar
frecuentemente al niño reduce la producción de leche, produce un reflejo de
eyección débil y el fracaso de la lactancia
Realidad: La cantidad de
leche que una madre produce llega a su punto óptimo cuando se le permite al
niño sano amamantar tantas veces como lo necesite. El reflejo de eyección de la
leche opera más fuertemente en presencia de un buen suministro de leche, que
normalmente ocurre cuando se alimenta al niño a demanda, es decir, sin imponer
horarios.
Mito 2: Una madre
necesita amamantar únicamente de cuatro a seis veces cada 24 horas para
mantener una buena cantidad de leche.
Realidad: Los estudios
científicos demuestran que cuando una madre amamanta frecuentemente desde que
nace el niño, con un promedio de 9,9 veces cada 24 horas durante los primeros
15 días, su producción de leche es mayor, el niño aumenta mejor de peso y la
madre amamantará durante un período de tiempo más largo. La producción de la
leche ha demostrado estar relacionada con la frecuencia de las tomas. La
cantidad de leche empieza a disminuir cuando las tomas son poco frecuentes o
restringidas. No hay que olvidar que muchos bebés recién nacidos comen cada
hora y media o cada dos horas, lo cual es normal y frecuente.
Mito 3: Los niños
obtienen toda la leche que necesitan durante los primeros cinco a diez minutos
de mamar.
Realidad: Aunque muchos
bebés mayorcitos pueden tomar la mayor parte de su leche en los primeros cinco
a diez minutos, esto no es generalizable a todos los niños. Los recién nacidos,
que apenas están aprendiendo a mamar, no siempre son tan eficientes al pecho y
a menudo requieren mucho más tiempo para comer. Poder mamar también depende del
reflejo de bajada de la leche materna. Aunque a muchas madres les baja la leche
casi inmediatamente, a otras no les sucede igual. En algunas mujeres, la bajada
de la leche es escalonada, tiene lugar varias veces durante una sola toma. En
vez de adivinar, es mejor permitir que el niño mame hasta que muestre señales
de satisfacción, tales como soltarse él solo o tener los brazos y las manos
relajados.
Mito 4: Las madres
lactantes deben espaciar las tomas para que puedan llenársele los pechos.
Realidad: Cada pareja
madre/hijo es única y diferente. El cuerpo de una madre lactante siempre está
produciendo leche. Sus senos funcionan en parte como "depósitos de
reserva", algunos con mayor capacidad que otros. Cuanto más vacío esté el
pecho, más rápido trabajará el cuerpo para reabastecerlo. Cuanto más lleno esté
el pecho, más lenta será la producción de leche. Si una madre espera
sistemáticamente a que se le "llenen" los pechos antes de amamantar,
su cuerpo puede recibir el mensaje de que está produciendo demasiada leche y,
por tanto, reducir la producción.
Mito 5: A las ocho
semanas de edad el niño sólo necesita entre seis y ocho tomas de leche materna;
a los tres meses sólo requiere de cinco a seis tomas; y a los seis meses, no
más de cuatro o cinco tomas al día.
Realidad: La frecuencia
de las tomas del niño alimentado al pecho varía de acuerdo con varios factores:
la producción de leche de la madre y su capacidad de almacenamiento (las madres
con más pecho en general tienen mayor capacidad de almacenamiento), así como
con las necesidades de crecimiento del niño. Los días en que se producen picos
de crecimiento (días de mayor frecuencia) o el pequeño está enfermo, pueden
cambiar temporalmente los patrones alimenticios del bebé. Es importante tener
en cuenta que el consumo calórico del niño aumenta al final de la toma, así que
imponer límites arbitrarios sobre la frecuencia o duración de las tomas puede
desembocar en un consumo demasiado bajo de calorías por parte del niño.
Mito 6: Es la cantidad
de leche que el niño consume, no si es leche materna o de fórmula, lo que
determina cuánto tiempo aguanta un niño entre dos tomas.
Realidad: Los niños
amamantados vacían el estómago más rápidamente que los niños alimentados con
biberón: aproximadamente en 1,5 horas en vez de hasta 4 horas. Esto se debe al
tamaño mucho menor de las moléculas de las proteínas que forman parte de la
leche materna y las cuales se digieren con mayor rapidez. Aunque la cantidad de
leche que se consume es uno de los factores que determinan la frecuencia de las
tomas, el tipo de leche es de igual importancia. Los estudios antropológicos de
las leches producidas por los diversos tipos de mamíferos confirman que los
bebés humanos están diseñados para recibir alimento con frecuencia y que así lo
han hecho a través de la historia.
Mito 7: Nunca despiertes
al niño que duerme.
Realidad: Aunque es
verdad que la mayoría de los niños indican cuándo tienen hambre, es posible que
los recién nacidos no se despierten tan a menudo como lo necesitan, por lo que
hay que despertarlos para que coman por lo menos ocho veces cada 24 horas.
Quizá no se despiertan a causa de los medicamentos que recibió la madre durante
el parto, por ictericia, trauma, chupete de entretención, medicamentos maternos
o comportamiento introvertido por parte de los niños a los que se les hace
esperar cuando dan señales de hambre. Además, las madres que quieran aprovechar
la infertilidad natural que produce la amenorrea durante la lactancia
comprobarán que el regreso de la menstruación se demora más cuando el niño
sigue mamando de noche.
Mito 8: El metabolismo
del niño se encuentra desorganizado al nacer y requiere que se le imponga una
rutina u horario para ayudar a resolver esta desorganización.
Realidad: Los niños
nacen programados para comer, dormir y tener períodos de vigilia. No es un
comportamiento desorganizado, sino un reflejo de las necesidades únicas de cada
recién nacido. Con el transcurso del tiempo los bebés se adaptan gradualmente
al ritmo de vida de su nuevo ambiente sin precisar entrenamiento ni ayuda.
Mito 9: Las madres
lactantes deben ofrecer a su bebé siempre ambos pechos en cada toma.
Realidad: Es mucho más
importante dejar que el niño termine de tomar del primer lado antes de ofrecer
el segundo, aunque esto signifique que rechace el segundo lado durante esa
toma. La última leche (que contiene más calorías) se obtiene gradualmente
conforme se va vaciando el pecho. Sucede a algunos niños, si se les cambia de
lado de forma prematura, que se llenarán de la leche primera, más baja en
calorías, en vez de obtener el equilibrio natural entre la leche primera y
segunda. Como resultado, el niño no se satisfará y perderá peso, y probablemente
tendrá cólicos. Durante las primeras semanas, muchas madres ofrecen ambos
pechos en cada toma para ayudar a establecer el suministro de leche.
Mito 10: Si un niño no
aumenta bien de peso, es porque la leche de su madre es de baja calidad.
Realidad: Los estudios
demuestran que aún las mujeres desnutridas son capaces de producir leche de
suficiente calidad y cantidad para suplir las necesidades de crecimiento del
niño. En la mayoría de los casos, el escaso peso se debe al consumo insuficiente
de leche materna derivado de horarios estrictos, de una inadecuada succión o un
problema orgánico del niño.
Mito 11: Cuando una
mujer tiene escasez de leche, generalmente se debe al estrés, la fatiga o el
bajo consumo alimenticio y de líquidos.
Realidad: Las causas más
comunes de leche escasa son: tomas poco frecuentes y/o problemas con el
afianzamiento y postura del bebé al mamar. Ambos problemas se deben en general
a información incorrecta que recibe la madre lactante. Los problemas de succión
del niño también pueden afectar de forma negativa la cantidad de leche que
produce la madre. El estrés, la fatiga o la mala nutrición rara vez son causas
de baja producción de leche, ya que el cuerpo humano ha desarrollado mecanismos
de supervivencia para proteger al lactante en tiempos de hambruna.
Mito 12: Una madre debe
tomar leche para producir leche.
Realidad: Una dieta
saludable y balanceada que contenga verduras, frutas, cereales y proteínas es
todo lo que una madre necesita para nutrirse adecuadamente y producir leche. El
calcio se puede obtener de una gran variedad de fuentes no relacionadas con los
lácteos, como las verduras verdes, semillas, frutos secos y pescados como la
sardina y el salmón con espina. Ningún otro mamífero toma leche para producir
leche.
Mito 13: Chupar sin el
propósito de alimentarse (succión no nutritiva) no tiene objeto.
Realidad: Las madres con
experiencia en lactancia aprenden que los patrones de succión y las necesidades
de cada niño varían. Aunque las necesidades de succión de algunos niños se
satisfacen primordialmente cuando comen, otros niños requieren más succión al
pecho, aun cuando hayan acabado de comer hace unos minutos. Muchos niños
también maman cuando tienen miedo, cuando se sienten solos o cuando algo les
duele.
Mito 14: Las madres no
deben prestarse a ser el "chupo de entretención" de su hijo.
Realidad: Consolar y
suplir las necesidades de succión al pecho es el diseño de la naturaleza para
madres e hijos. Los chupones (chupetes, chupos, bobos, pepes) son un sustituto
de la madre cuando ella no está. Otras razones de ofrecer el pecho para
apaciguar al niño incluyen un mejor desarrollo oral y facial, la prolongación
de la amenorrea, evitar la confusión de succión y estimular una producción
adecuada de leche que asegure un índice más elevado de éxito de la lactancia. Y
sobre todo, un niño tranquilo que encuentra consuelo en su madre, lo cual
fortalece su desarrollo emocional.
Mito 15: La confusión
tetina-pezón no existe.
Realidad: La
alimentación al pecho y la alimentación por biberón requieren diferentes
técnicas orales y motrices. Los chupos o tetinas artificiales proveen una
especie de "sobreestimulación" en la que los niños pueden fijarse y
preferir al pezón, más suave. Como resultado, algunos bebés desarrollan la
confusión de succión y usan técnicas no adecuadas para mamar al pecho cuando se
les ha ofrecido biberón y pecho. Esto hace que no sean eficientes obteniendo
leche y en ocasiones agrietan a su madre.
Mito 16: La lactancia
frecuente puede dar lugar a la depresión postparto.
Realidad: Se cree que la
causa de la depresión post parto es debida a las hormonas fluctuantes que se
presentan después del nacimiento del niño y que puede agudizarse por la fatiga
y por la falta de apoyo social. Sin embargo, se da en mujeres que han
presentado problemas anteriores al embarazo. Por otra parte, se sabe que las
mujeres que amamantan con frecuencia presentan con menos frecuencia depresión
post parto.
Mito 17: Alimentar al
niño a demanda no facilita el vínculo maternal.
Realidad: Responder de
forma sensible y rápida a las señales del niño une a la madre con su hijo de
tal forma que se sincronizan, lo cual crea un vínculo mayor. Adicionalmente, un
bebé que no llora porque es atendido con prontitud, no genera situaciones de
estrés familiar debido a su llanto.
Mito 18: Las madres que
miman a sus hijos demasiado y los llevan demasiado en brazos los malcrían.
Realidad: Los niños a
quienes se lleva en brazos a menudo lloran menos horas al día y muestran
mayores rasgos de seguridad al crecer. Los bebés necesitan la seguridad de los
brazos de su madre más de lo que imaginamos.
Mito 19: Es importante
que los demás miembros de la familia alimenten al niño para que también ellos
desarrollen un vínculo.
Realidad: Alimentar al
niño no es la única forma con la que los demás miembros de la familia pueden
acercarse al niño. Cargar, acariciar, bañar y jugar con el bebé son muy
importantes para su crecimiento y desarrollo, así como para su vínculo con los
demás.
Mito 20: El hecho de que
sea el niño quien dirija su alimentación (con la lactancia a demanda) tiene un
efecto negativo sobre la relación de la pareja.
Realidad: Los padres
maduros se dan cuenta de que las necesidades del recién nacido son muy
intensas, pero también, que disminuyen con el tiempo. De hecho, el trabajo en
equipo que se realiza al cuidar de un recién nacido puede unir a la pareja
conforme ambos aprenden a ser padres juntos.
Mito 21: Algunos niños
son alérgicos a la leche materna.
Realidad: La leche
materna es la sustancia más natural y fisiológica que el niño puede ingerir. Si
el bebé muestra señas de sensibilidad relacionadas con la alimentación, en
general se deben a alguna proteína ajena que ha logrado entrar a la leche
materna, y no a la leche materna en sí. Esto se remedia fácilmente eliminando
el alimento ofensivo de la dieta materna durante un tiempo.
Mito 22: La lactancia
demasiado frecuente causa obesidad en el niño cuando él crece.
Realidad: Los estudios
científicos demuestran que los niños amamantados autocontrolan sus patrones
alimenticios y la cantidad que ingieren, que tienden a consumir la cantidad de
leche adecuada para su propio cuerpo. Es la alimentación con biberón y la
introducción precoz de alimentos complementarios la causa de que se vean
afectados de obesidad al crecer, no la lactancia natural.
Mito 23: Dar el pecho
mientras el niño está recostado causa infecciones de oído.
Realidad: Dado que la
leche materna es un fluido vivo y lleno de anticuerpos e inmunoglobulinas, el
bebé lactante tiene menor probabilidad de desarrollar infecciones de oído,
independientemente de la postura que utilice. De hecho, cuando la madre
amamanta sentada, el bebé está horizontal en sus brazos. Además, la disposición
de los músculos al momento de succionar cierra la comunicación con el oído.
Mito 24: La lactancia
prolongada más allá de los 12 meses del niño carece de valor, ya que la calidad
de la leche materna empieza a deteriorarse a partir de los seis meses de vida.
Realidad: La composición
de la leche materna cambia de acuerdo con las necesidades del niño conforme
éste madura. Aun cuando el niño ya es capaz de recibir otro tipo de alimentos,
la leche materna es su fuente primordial de nutrición durante los primeros 12
meses. Se convierte en complemento de los alimentos al segundo año de vida.
Además, el sistema inmunológico del niño tarda entre dos y seis años en
madurar. La leche materna continúa complementando y ayudando al sistema inmune
mientras el niño la siga tomando. Investigaciones recientes nos muestran que la
leche materna es más rica en grasa y energía después de un año de lactancia:
contiene casi 12% más de calorías que la leche de una madre de un bebé recién
nacido. Igual sucede con los factores protectores.
Publicado en Leaven, La
Leche League International.