REPORTAJE
Voluntarias sin título sanitario apoyan a mujeres antes y después del parto
FANI LOSADA Santiago 27 NOV 2009
"A mí se me dio la
vuelta todo. No fue malo, pero sí distinto de cómo me esperaba. Después tuve
que buscarme, encontrarme y hacerme amiga de mí misma otra vez". Así
recuerda Nuria Otero su primer embarazo, que despertó en ella el interés por la
que ahora es su profesión. Nuria es una de las cuatro doulas que ejercen en
Galicia, cuatro mujeres que acompañan a otras durante el embarazo, el parto y
el puerperio dándoles consejo y, sobre todo, apoyo.
Cuando es necesario,
también ayudan a afrontar sentimientos y sensaciones de las que se habla menos
o que no están bien vistas socialmente, como la depresión posparto o la
ansiedad que provocan los problemas de lactancia. Ante estas dificultades, la
respuesta inmediata suele ser tapar los síntomas a golpe de pastillas y leche
en polvo. Nuria se pone como ejemplo y confiesa lo importante que fue para ella
saber que "no era ni una loca ni una marciana". "Lo que me
pasaba y lo que sentía era normal", dice.
Las profesionales evitan prácticas innecesarias en el parto
"En el 95% de los casos se necesita sólo una mirada, no
la epidural"
En este sentido, la
influencia de la doula se nota más a nivel psicológico y emocional. No son
matronas, no ayudan físicamente durante el parto ni tienen formación médica,
pero Nuria cree que una de sus principales funciones es proporcionar a la mujer
toda la información que necesita y ayudarla a preparar un plan de parto. De ese
modo, tanto la madre como el bebé pueden evitar procedimientos que, como la
episiotomía -una incisión quirúrgica para facilitar la salida del feto-, son
innecesarios en la mayoría de los casos, pero se aplican por sistema en España.
"Lo último que necesitas cuando estás de parto es discutir con el
médico", señala Nuria.
Alba, una madre
coruñesa, trabajó con Nuria cuando nació su hija Irene hace año y medio, en un
parto que recuerda como "maravilloso y muy respetado". Su doula la
ayudó a sentirse "amparada, sin tener que estar pendiente de lo que me
hacían". Al comparar su experiencia con la de sus conocidas, considera que,
a diferencia de ellas, el proceso estuvo en sus manos: "Cuando sale el
tema enseguida reconocen 'a mí me hicieron esto' o 'a mí me hicieron esto
otro'. Es un momento delicadísimo en el que permites cosas que luego hacen que
te lleves las manos a la cabeza".
Rosa Neira, que ahora
trabaja en Santiago, acabó siendo doula después de resistirse a sus médicos. En
su último mes de embarazo, se movió durante una prueba y provocó un fallo en el
monitor. En el hospital querían practicarle una cesárea de inmediato y, por
mucho que se explicase, la ignoraban. Al final se salió con la suya y tuvo a su
hija en aguas valencianas, en el hospital Acuario. En 1994 empezó a formarse
"oficialmente" en Barcelona: Cataluña es la comunidad autónoma en la
que la figura de la doula está más arraigada.
Y es que, aunque lo
parezca, el término doula no es gallego, sino griego, y la ocupación a la que
da nombre está extendida por toda Europa y Estados Unidos, en mayor o menor
medida dependiendo del país. Pese al deseo de aumentar el número de
profesionales, consolidar este tipo de redes de apoyo entre mujeres parece
complicado a corto plazo, ya que en general la figura de la doula no está
institucionalizada y no existe una formación que se pueda considerar oficial.
Hoy por hoy hay oficialmente
65 doulas en España. Aunque, según Rosa, hay muchas personas que lo son sin
saberlo, entre ellas las que colaboran con grupos de apoyo a la lactancia como
Mámoa. Luzía Titán, doula en el área de Vigo y Pontevedra, coincide con ella y
añade que la etiqueta de doula hace referencia a una faceta humana, no a una
profesión. Asumir ese papel está "en nuestra naturaleza y en la naturaleza
en general. En los partos de mamíferos es frecuente que haya una hembra al lado
de la que pare", explica. Ella misma empezó a actuar como doula casi por
casualidad, a petición de una chica a la que daba clases de yoga. Pasaría un
tiempo hasta que descubrió que lo que hacía tenía un nombre.
Tras ese primer parto,
reconoce que al principio tenía que pedir a las embarazadas que le dejasen
acompañarlas, pero garantiza que ahora tiene mucha demanda. Las mujeres que se
acercan a ella lo hacen no tanto con dudas y temores, sino buscando "algo
más", dice Luzía. Muchas recurren a ellas al quedarse embarazadas después
de un mal primer parto, y Luzía cree que la mayoría "tendrían a su segundo
hijo en casa si contasen con los medios, pero la Seguridad Social no está por
la labor".
Para ella, ser doula
supone convertirse en "un pilar emocional que no se involucra
emocionalmente" y cuya labor consiste en dar a las madres "lo que
piden, no lo que creemos que necesitan". El 95% de las veces, asegura, lo
que requieren es "sólo una mirada, no la epidural".
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