lanacion.com |Sociedad
Lunes 02 de diciembre de
2013 | Publicado en edición impresa
Opinión
Por Sergio Sinay | Para LA NACION
Un par de generaciones
atrás la palabra familia resonaba de modo unívoco en todas las personas:
remitía a un papá, una mamá y los hijos. Hasta los abuelos entraban en la foto,
que podía ponerse sepia con el tiempo sin que nada en ella cambiara. Hoy la
misma palabra evoca experiencias distintas en cada oído. Hay quienes han
crecido en familias monoparentales, o con padres divorciados o en familias
ensambladas. Hay menos familias numerosas, hay más hijos únicos, hay quienes
nacen de donantes o de vientres alquilados. Cuando dos personas dicen "mi
familia", cada vez menos veces se refieren a lo mismo. Una familia ya no
se define por su forma: dejó de existir el modelo único y posiblemente no
vuelva a haberlo. Ya no alcanza, al parecer, la simple filiación biológica, el
lazo de sangre para definir a una familia. ¿Cuál es entonces la definición?
Una figura fundacional
de la terapia familiar, Virginia Satir (1916-1988), que abordaba el tema con
pasión, lucidez y sensibilidad, previó, como señala en su ya clásico
Peoplemaking , que "el desafío de las familias en todas sus formas es
hacer que las personas que las componen se sientan de primera categoría".
La familia vendría a ser, así, un espacio de personas que se valoran, que
respetan la singularidad de cada uno, que manifiestan la voluntad de convivir,
que revelan en actos y conductas el afecto que los une y que generan una
atmósfera en la cual cada uno de sus miembros puede desarrollar y expresar sus
potencialidades para volcarlas en el mundo. Desde esta perspectiva, una familia
trasciende el dato biológico, lo carga de contenido afectivo cuando ése es su
origen, o prescinde de él porque ya no sería sola y únicamente el lazo de
sangre el que valida a este vínculo.
Si se acepta esta
concepción más vasta y más profunda, se ve que va más allá de lo genealógico.
La familia de origen es un dato cierto, pero luego se abre la posibilidad de
las familias construidas, elegidas, adoptadas (o en las cuales se es adoptado).
Se puede tener y elegir más de una familia en la vida. Hay personas felices en
modelos familiares no tradicionales. Hay personas infelices en modelos
impecables desde la forma. Pero como decía Satir, "la diferencia no está
en la forma, sino en las relaciones que se establecen en la familia".
Todos nacemos formalmente en una. Pero todos tenemos la libertad de construir
nuestro destino. El origen puede ser un ancla que impida navegar o un trampolín
desde el cual sumergirnos en las aguas de la vida. En todo caso un espacio
poblado de amor, respeto y empatía será siempre, adopte la forma que adoptase,
la mejor familia.
Fuente http://www.lanacion.com.ar/1643724-el-vinculo-y-el-afecto-antes-que-la-forma
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