Por Lourdes Pascual
«Existe sobre la Tierra
una especie animal en la que el pequeño que sale del vientre de su madre es
cogido por un adulto por las patas traseras y, cabeza abajo, golpeado, hasta
que grita. Después de hacerle dar vueltas en todos los sentidos, se lo embala y
se lo coloca aparte. El cuerpo caliente y alimenticio que lo envolvía y sobre
el cual, como todo animal después del agotador trabajo de nacer, desea reposar,
está fuera de su alcance. Escupido al instante en el espacio inmenso encuentra
el vacío, y vive en solitario la aventura más fundamental que nunca fue ni
volverá a ser vivida. No está en el mundo, sino a un lado. No tiene ningún
asidero, todo viene de fuera cuando quiere. Todo lo que puede hacer es gritar.
La cría de esta especie
tiene el grito más rabioso y lastimero de toda la fauna terrestre.
El adulto que, cuando
oye en la noche la insistente voz de un gatito, sabe que se trata de un
abandonado, no intenta interpretar los gritos de su propia cría: está
acostumbrado, los ha oído siempre. Los encuentra “naturales”. Que su pequeño
sea el único que lo haga de una forma tan desolada, y que perduren tanto tiempo
después de su nacimiento, no consiguen extrañarlo.
[...]
El golpe de bienvenida
en las nalgas es una especialidad de las sociedades humanas con estructuras
patriarcales, que en la actualidad ocupan casi toda la Tierra bajo formas
diferentes, incluida aquella en donde nosotros mismos nacemos y somos
golpeados, y que es la más avanzada de todas. Estas sociedades se basan en
relaciones de dominación.»
Christiane Rochefort,
Los niños primero, 1977
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