En estos días que nos
toca vivir, tan alterados, complicados, llenos de temores, se me ocurrió
escribir sobre el nacimiento, justamente del nacimiento de un hijo, algo que
muchas veces se espera, se anhela, que suceda ya, como por arte de magia. Pero
la espera se hace larga, tan larga como los nueve meses del embarazo, mucho
tiempo, poco tiempo, los días corren rápidamente para quien espera con calma.
El nacimiento de un hijo
es un momento único e irrepetible como cada hijo que nace, por eso la espera se
convierte en intriga, en un montón de preguntas, que solo se contestarán cuando
se produzca el nacimiento
El día del nacimiento,
que luego será el día de cumpleaños, es un día para compartir con los más
cercanos, los más entrañables, con la esencia de la familia.
Madre, padre e hijo, en
un minuto se vuelven familia. Ese minuto es para guardarlo en un rincón del
alma, para siempre, para compartirlo de ahí en más, con la alegría y la
angustia, sentimientos que produce el nacimiento de un hijo.
¿Qué deseos tenemos para
este nacimiento? ¿Qué se espera de ese hijo por nacer?
Tendrán miles de
respuestas estas preguntas. Pero tal vez deberíamos pensar que espera ese hijo.
Creo que este tiempo,
cercano al nacimiento, a la llegada de un hijo a un hogar, es un tiempo para
reflexionar.
Estoy segura que ese
niño espera amor, cobijo, sostén, abrigo, caricias, palabras amables, cuidados
y alimento para el cuerpo.
Luisa Bengolea
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