Este mes os traigo un artículo de Ibone Olza, médico psiquiatra infanto-juvenil, co-fundadora del foro Apoyocesáreas y de la Asociación El Parto es Nuestro que he conseguido gracias a Ile Medina, del blog Tenemos Tetas.
Desde que en 1969 Bowlby formulara su teoría del apego, la ciencia y en particular la neurobiología y los estudios de neurodesarrollo, tanto fetal como infantil nos demuestran día a día el papel que las diferentes hormonas y neurotransmisores tienen en la formación del caracter de nuestros hijos, ya en la etapa prenatal. Merece la pena tenerlos en cuenta.
Como siempre, lo dividimos en varias partes, por aquello del espacio. Espero que os guste.
De la teoría del vínculo a la neurobiología del apego. De Ibone Olza.
John Bowlby (1907-1991) era un psiquiatra infantil británico que a partir de sus observaciones con niños con dificultades e institucionalizados que habían sufrido graves carencias en la relación con su madre elaboró la teoría del vínculo como teoría del desarrollo emocional. Mary Ainsworth (1913-1999) psicóloga americana y discípula de Bowlby contribuyó de manera fundamental al desarrollo de la teoría y de la metodología que permitió todas las investigaciones posteriores.
En 1950 la Organización Mundial de la Salud encargó a Bowlby la redacción de un informe sobre como atender a los niños que habían sido separados de sus padres por la segunda Guerra Mundial. Bowlby entonces afirmó: “Consideramos esencial para la salud mental, que el bebé y el niño pequeño experimenten una relación cálida, íntima y continuada con la madre (o sustituto materno permanente), en la que ambos hallen satisfacción y goce”.
La teoría del vínculo, formulada sistemáticamente a partir de 1969, recibió fuertes críticas iniciales pero posteriormente casi todo lo que propuso ha sido demostrado. Bolwby describe el vínculo como un instinto biológico destinado a garantizar la supervivencia de los bebés. El vínculo es el lazo que se establece entre el recién nacido y su madre, cumple la función biológica de promover la protección, la supervivencia y en ultima instancia la replicación. En las décadas que siguieron al desarrollo de la teoría se fueron estudiando las características del vínculo, por una parte la importancia de la disponibilidad y sensibilidad de la madre y por otro el sistema de conductas que desarrolla el bebé para conseguir que su madre esté cerca de él, lo que le permite sentirse seguro y poco a poco empezar a explorar su entorno. A lo largo de toda esa serie de interacciones entre la madre y el bebé se va estructurando el vínculo. Se describieron además los tipos de vínculo que se agruparon en tres grandes categorías: el vínculo seguro, el vínculo inseguro-ambivalente y el inseguro-evitativo.
Ya en las primeras investigaciones realizadas en los años 70 se comprobó que los niños que se habían vinculado de manera segura a su madre siendo bebés, resultan más cooperativos, empáticos, competentes socialmente, más interesados en aprender y explorar, y más seguros, que los niños que tenían un vínculo inseguro con sus madres de bebés.
Sabemos ahora que las relaciones de apego son la base segura que va a posibilitar la confianza y seguridad en uno mismo que es fundamental para un adecuado desarrollo de la personalidad. En la relación de apego se desarrolla la seguridad íntima del niño, la eficacia y valor que atribuye a su autoconcepto, junto con aspectos de las relaciones personales íntimas, tales como la capacidad de tener relaciones afectivas próximas, de procurar y recibir atenciones y de cuidar de los otros.
Desde entonces numerosos estudios demuestran que la manera en que se desarrolla el cerebro está fuertemente afectada por las relaciones tempranas del bebé, especialmente las que establece con su madre y padre.
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