Yo pensaba, como asesora
de lactancia que aspiraba a convertirse en IBCLC, que estaba bastante al día en
todos los temas relacionados con la lactancia a los que una madre podía
enfrentarse mientras daba pecho. Así que estando embarazada de mi tercer hijo
me imaginé que mientras mi parto en casa trascurriese sin ningún obstáculo,
sería fácil "navegar" por el postparto. Y así fue… al principio.
Mi bebé era un cielo y
nuestra "luna de miel", de ensueño. Pero entonces la luna de miel
terminó de forma abrupta cuando, justo antes de la liberación de la leche y en
todas y cada una de las tomas, empecé a tener una sensación abrumadora de
culpa, terror y horror. No sentía ningún dolor, ni problemas físicos, solo un
torrente de emociones negativas que me golpeaban en el estómago apareciendo de
ninguna parte, y que desaparecían unos momentos después de que la leche saliese
por mi pecho. El resto del tiempo me sentía genial, contenta en nuestra nueva
casa que había preparado como nido, con un marido que iba a estar conmigo
durante cinco semanas y una familia cerca para apoyarme.
Solo se interponía en mi
felicidad ese horrible sentimiento que aparecía cada vez que daba el pecho o
entre las tomas si me bajaba la leche por algún otro motivo. Nunca antes había
experimentado estas sensaciones al amamantar a mis otros dos bebés. Tampoco
había oído hablar de ello en mis cursos de lactancia. ¿Era yo la única que se
sentía así? ¿Cómo podía ser que no hubiese oído hablar de esto? ¿Podía
contárselo a alguien? ¿Me atrevería a contárselo a alguien? ¿Qué pensarían de
mí…?
Sí que me atreví a
contarlo y, de hecho, se lo dije a todo aquel que quiso escucharme. Al
compartir mi historia me encontré con cientos de madres a las que les pasaba lo
mismo y nos dimos cuenta de que lo que nos ocurría no tenía un nombre y de que
nadie sabía exactamente por qué pasaba. Decidí contactar a través de internet
con renombrados profesionales de la lactancia y estas personas se hicieron
cargo de la magnitud de nuestro problema y tomaron nota de estos cientos de
mujeres que lo estaban viviendo, incluyéndome a mí, ayudándome a investigar
este fenómeno, un fenómeno del que nadie estaba hablando.
El secreto mejor
guardado de la lactancia materna es una condición que afecta a las mujeres
lactantes y que se caracteriza por una disforia abrupta, o grupo de sentimientos
negativos, que ocurre justo antes de la liberación de la leche y que continúa
por no más de unos minutos. Se llama Reflejo de Eyección de la Leche Disfórico
o D-MER (NT: del inglés, Disphoric Milk Ejection Reflex) y parece más frecuente
entre las mujeres que dan el pecho de lo que nadie antes se habría imaginado.
El D-MER era una
condición no reconocida antes del 2008, pero el fenómeno no es necesariamente
nuevo en sí mismo. En algunas pequeñas comunidades online ya se había discutido
entre madres lactantes, aquellas que habían decidido seguir amamantando a pesar
de todo y que habían encontrado el valor para preguntar sobre lo que les
ocurría.
El tema salía de vez en
cuando entre los profesionales de la lactancia pero siempre se desestimaba rápidamente;
la respuesta habitual era "solo es una caso aislado" o "no
estamos seguros de lo que lo causa, solo sabemos que pasa, pero muy
raramente", o se entraba en las preguntas tipo: "¿Fuiste sexualmente
abusada de niña? ¿Querías este bebé? ¿Tuviste una experiencia de parto
traumática anterior?"
Nadie había hecho el
esfuerzo hasta entonces de buscar exactamente cuántas mujeres se veían
afectadas o de investigar la causa…hasta ese año. El resultado de esta
investigación fue que el D-MER no tiene ninguna relación con un estado
psicológico. Es 100% hormonal y químico, y una condición completamente
fisiológica.
Cuando una madre
lactante sufre de D-MER habitualmente comienza a tener una breve aparición de
sentimientos negativos que preceden a la bajada de la leche, al cabo de una
semana de iniciarse la lactancia y coincidiendo con el establecimiento de la
lactogénesis II o III. No está provocado necesariamente por el contacto de la
boca con el pezón; puede pasar también cada vez que se activa el reflejo de
eyección de la leche por reflejo condicionado (al quitarse el sujetador u oír
llorar a un bebé), por la estimulación del pezón (por el bebé o por la
extracción de la leche) o por bajadas espontáneas. Esta reacción emocional
aparece de pronto y de manera muy intensa en forma de una fuerte oleada que se
disipa después de que la leche se haya liberado del pecho. Dependiendo de la
intensidad del D-MER, este puede repetirse en cada bajada posterior.
Esta condición está
bastante alejada de la depresión postparto. De hecho, la mayor parte de las
madres que sufre D-MER no tiene ningún tipo de desorden postparto en absoluto y
se sienten muy felices y normales hasta que se activa el reflejo de eyección de
la leche (MER). Estas emociones, que surgen de repente y de la manera más
injustificada, hacen que se sientan confusas; se sienten solas, como si fuesen
la única mujer que experimenta esta sensación mientras amamanta, como una mala
madre por su reacción emocional y, aunque unos minutos después tras la
liberación de la leche se sientan bien, les queda en general una experiencia
muy desagradable de la lactancia. Viven en un mundo en el que les da terror la
siguiente toma porque tendrán que pelear con los intensos y nebulosos demonios
emocionales1. Es una montaña rusa emocional que para una madre lactante con
D-MER se repite de 9 a 15 veces al día.
Cuando se inició la
investigación sobre el D-MER, esta comenzó simplemente encontrando y
reconociendo que un gran número de madres lactantes lo estaban experimentando.
Lo que resultó muy sorprendente es que cada una de ellas pensaba que estaba
sola en su experiencia ya que nadie hablaba de ello. ¿Cuál era el motivo de que
estas madres no hubiesen dado el paso y hubiesen preguntado qué es lo que
estaba mal? ¿O si al dar el pecho no deberían sentirse de otra manera?
Probablemente el motivo
haya sido que el mensaje que reciben las nuevas madres es que al amamantar
deberían sentirse maravillosamente bien, en una nube, amorosas y maternales.
Así que cuando en vez de eso se sienten oscuras, frías y hostiles, se ven a sí
mismas como un "bicho raro", como alguien "no normal" o
como una "mala madre".
Las madres también saben
que si plantean este tema en una conversación con un profesional serán
cuestionadas sobre su estado psicológico. Sin embargo, cada madre que
experimenta el D-MER tiene la sensación interna de que es hormonal, tiene la
creencia innata dentro de ella de que tiene que ver con su cuerpo, no con su
mente.
Este punto fue el
primero que la investigación sobre D-MER destapó y acabó comprobando. Las
madres no han sabido hasta hace poco que sufrir de D-MER no era algo que fuese
culpa suya. La información es aún tan nueva que la mayoría de ellas no sabe que
no están solas o que no deben culparse por esta experiencia. Esta duda,
vergüenza, miedo y culpa que sienten ha sido lo que les ha impedido hablar de
ello y lo que ha causado que el fenómeno del D-MER se haya convertido en el
secreto mejor guardado de la lactancia materna.
Cuando se discute el
D-MER siempre aparecen repetidamente las mismas preguntas: "¿Por qué tiene
todo el mundo que sentirse bien todo el tiempo? ¿Por qué es tan malo que una
madre se sienta un poco triste cuando amamanta? Quizá el D-MER sea una
variación de una experiencia normal de amamantamiento…"
Parece que
evolutivamente tiene sentido que la liberación de emociones cuando baja la
leche sea algo agradable, no causante de desesperación2. Estas emociones de las
que hablamos no son simplemente un poco de tristeza. Para muchas mujeres pueden
incluir pensamientos intrusivos e indeseados, ideas sobre el suicidio y otras
emociones intensas. Estas son las emociones que aparecen de la nada en una
madre con D-MER. Esta mujer puede ser la imagen viva del amor en un momento,
sentada amamantando, y sentir que se muere al instante siguiente. Y entonces
vuelve a sentirse bien otra vez. Es una experiencia terriblemente extenuante y
desconcertante para una madre, especialmente porque la mayoría de madres aún
hoy en día no tienen ni idea de que les está pasando o por qué.
Algunas personas dicen
que las madres se ponen a la defensiva con la teoría de que el D-MER no es un
problema psicológico. "¿Por qué no puede ser un problema
psicológico?" preguntan, "todos nosotros tenemos alguno". No
pasa nada por tener problemas psicológicos… salvo que tengas a alguien
diciéndote que tienes uno cuando no lo tienes. También es importante diferenciar
si el D-MER es psicológico u hormonal ya que no encontraremos las mismas
soluciones si buscamos en una dirección o en otra. Algunas madres con D-MER han
estado hasta un año recibiendo tratamientos o terapias ineficaces.
La investigación sobre
el D-MER es aún muy nueva y, de momento, está basada principalmente en los
hechos. Ahora que va ganando mayor aceptación entre los profesionales, se están
realizando aproximaciones más científicas y más estudios.
Los exámenes
preliminares muestran que probablemente la culpable de la reacción negativa de
las madres con D-MER sea una caída anormal en la dopamina que ocurre al inicio
del reflejo de eyección. La caída de la dopamina es algo que aparece en todas
las madres lactantes coincidiendo con el reflejo de salida de la leche, ya que
la prolactina no puede aumentar si la dopamina no disminuye3, pero en las
madres con D-MER, la dopamina parece ser que cae de manera inapropiada, o muy
rápidamente o en demasiada cantidad, o que existe un problema con sus
receptores. La relación de la dopamina con el estado de ánimo y su efecto en el
centro de placer del cerebro son bien conocidos y cuando la dopamina no actúa
como debiera puede causar una reacción disfórica5.
El D-MER se presenta en
un espectro de tres niveles y se ha dividido en tres intensidades diferentes:
suave, moderada y grave. El nivel uno es un nivel depresivo que a menudo se
manifiesta como terror, tristeza, sensación de inutilidad o desesperanza. El
nivel dos es un nivel de ansiedad con emociones como irritabilidad, pánico o la
misma ansiedad como más prevalentes. El nivel tres es el menos común de todos y
habitualmente se centra en la ira, con sentimientos de agitación, agresividad y
hostilidad.
El D-MER se manifiesta
como una reacción emocional y, aunque estas emociones a menudo incluyen una
sensación de vacío "en el interior de la madre" o la impresión de
algo agitándose en el estomago, el D-MER no produce náuseas ni ningún otro
síntoma físico aislado (por ejemplo dolor de cabeza, picor, etc.) asociado a la
bajada de la leche. Una madre puede sufrir manifestaciones físicas junto con el
D-MER, pero para ser D-MER se requiere que haya una respuesta emocional.
El D-MER puede pasar
fácilmente desapercibido ya que:
Algunas mujeres tienen
bajadas de la leche tan seguidas entre cada toma que estos sentimientos no
tienen la oportunidad de disiparse antes de que el siguiente D-MER actúe sobre
ella, haciéndola sentir que lo que experimenta es un continuo D-MER durante casi
todo el tiempo de lactancia.
Muchas madres no sienten
físicamente la bajada de la leche, con lo que no son capaces de relacionar el
sentimiento con el reflejo de eyección
Dado que el D-MER ocurre
también con la salida espontánea de la leche, puede ser que una madre no
relacione inmediatamente lo que le está ocurriendo con el dar el pecho. Por
este mismo motivo, es también muy posible que el D-MER haya sido
malinterpretado como depresión postparto en el pasado y muchas madres hayan
sido mal diagnosticadas.
En algunas madres el
D-MER se corrige por si solo hacia los tres meses. Para otras, continúa más
allá del quinto año, algunas veces desapareciendo sólo con el destete. Algunas
madres se han dado cuenta de que, después de averiguar que estas emociones están
siendo artificialmente estimuladas con la bajada de la leche y que no necesitan
cuestionar toda su vida cada vez que dan el pecho, son capaces de hacer frente
al D-MER sin tratamiento. Pero hay madres que sienten que estos sentimientos
son demasiado fuertes y duros para deshacerse de ellos y buscan otras opciones
en tratamientos naturales y cambios en el estilo de vida que les ayuden con el
equilibrio en sus fluctuaciones de la dopamina. Una mujer con un D-MER severo
puede encontrarse con que su estado de ánimo fluctúa o con que se hunde tanto
con cada bajada de la leche que los tratamientos naturales no son suficientes y
necesita medicación, una que incremente su dopamina para que pueda conseguir
que el D-MER sea menos perjudicial.
La investigación sobre
el D-MER sigue avanzando, pero la toma de consciencia y la educación siguen
siendo una de las mayores prioridades. Las madres necesitan saber que no están
solas y que no son culpables. Necesitan saber que hay posibilidad de
tratamiento. Los profesionales necesitan saber que el D-MER es fisiológico y
que la madre no puede "arreglar" su D-MER con un reajuste cognitivo.
Es el momento de abrir la puerta al secreto mejor guardado de la lactancia y
conseguir que el D-MER sea ampliamente conocido y una condición reconocida.
Para más información,
fuentes o apoyo para madres con D-MER, especialistas en lactancia y sanitarios
dirígete a www.d-mer.org
Referencias:
Scylla de lawandmotherhood.com
Scylla de lawandmotherhood.com
Ben-Jonathan N, Hnasko R (2001). "Dopamine
as a Prolactin (PRL) Inhibitor"
Bupropion re-kindles interest in dopamine strategy for major depression
by Ian Mason from Medical News Today
Lakshmi Voruganti1, MD, MSc, Piotr Slomka Ph.D, Pamela Zabel MSc,
Giuseppe Costa BSc, Aaron So BSc, Adel Mattar MD and A George Awad MD, Ph.D
(2001) Subjective Effects of AMPT-induced Dopamine Depletion in Schizophrenia:
Correlation between Dysphoric Responses and Striatal D2 Binding Ratios on SPECT
Imaging.
© Alia Macrina Heise,
IBCLC, consultora de lactancia, ponente en diversos congresos y escritora.
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Traducido por Carmen
Koetsenruijter.