Históricamente la Carrera de Obstetricia fue considerada exclusivamente femenina, sostenida con esta particularidad desde criterios político-gremiales enraizados en el tiempo con relación a la medicalización del parir, y que relegó a la mujer y su función específica en la atención de los partos, a un lugar desvalorizado y no científico, desempeñado por mujeres de clase social baja y sin instrucción: las “comadronas”.
Hace apenas un par de años que se autoriza la inscripción de varones en esta carrera; a pesar de ello sigue estando integrada casi únicamente por mujeres.
Mantener la profesión obstétrica en manos exclusivamente femeninas, desde una asignación “natural”, no científica, como sucedía años atrás, implicaba a nuestro entender propiciar su desjerarquización .
Ser dominio de mujeres sólo por tradición, exacerba la descalificación de lo femenino. Sobre todo en contextos culturalmente negativos a la valoración de la mujer.
En este sentido, Evelyne Sullerot advierte: ”...cuando una profesión se feminiza se desjerarquiza.”(1)
Podemos pensar que desde una prescripción genérica se denegaba el acceso de los varones a la Carrera de Obstetricia, quizás como un intento reivindicatorio de reproducir la exclusión padecida cuando el orden médico, integrado exclusivamente por hombres, corrió a las mujeres de la atención de los partos.
Pero ese procesamiento conlleva el riesgo de basar la legitimidad e identidad profesionales en criterios biologistas, binarios, en los que prima la exclusión antes que la diversidad y la jerarquización profesional.
La exclusividad de las mujeres en la atención de los partos a partir de criterios biológicos fue posible en circunstancias histórico, político y económico determinadas, durante las cuales, el campo intelectual estaba vedado para el género femenino, su sexualidad era calificada como demoníaca y su cuerpo considerado mero recipiente de la fecundidad masculina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, si leíste el post, seguro tenés algo que comentar, pues hacelo!!!