Verónica comparte sus
dos experiencias amamantando a sus bebés con ictericia. Dos situaciones
diferentes, marcadas por dos lactancias distintas: una bien establecida de
entrada y otra con más dificultades. Gracias por compartir tu historia con
nosotros.
Tengo sangre grupo 0 y mi marido tiene sangre
grupo A. Cuando quedé embarazada nadie me explicó que eso podía llegar a traer
problemas. Mi hija mayor nació con el grupo sanguíneo de su papá. El parto fue
complicado, pero ella se prendió hermosa mente al pecho y tomaba con ganas el
calostro de los primeros días y después la leche que bajó puntual a los 2 días.
Cuando nos dieron de alta del sanatorio (en EEUU, donde vivíamos en ese
momento), el neonatólogo me dijo “su hija tiene la bilirrubina alta; fíjese si
se pone muy amarilla y el lunes (era viernes) llévela a control”. No era
suficiente información, pero afortunadamente al día siguiente recibimos la
visita de una enfermera a domicilio que nuestra cobertura médica enviaba a
todas las casas a las 24hs del alta. La enfermera me explicó que mi hija tenía
ictericia ABO que se producía por la diferencia en grupos sanguíneos entre ella
y yo, que le ofreciera la teta a cada rato, mucho, mucho, que eso iba a hacer
que eliminara la bilirrubina a través de la materia fecal e iba a evitar que la
internaran para hacerle fototerapia (ponerla bajo la lámpara). Así que nos
pusimos en teta intensiva y le di la teta cada hora, hora y media. El lunes, en
el control, había recuperado el peso de nacimiento y la bilirrubina había
bajado significativamente.
Dos años y medio más
tarde nació mi segundo hijo. A esa altura, yo ya era asesora voluntaria de un
grupo de apoyo a la lactancia materna, me había formado para apoyar a otras
mamás y tenía claro el tema de la ictericia ABO. Sabía que era muy importante
que mi hijo recibiera calostro y leche para que eliminara la bilirrubina. Pero
mi hijo tenía otras ideas: todas las cosas raras que había leído que los bebés
podían hacer con la lengua cuando tomaban el pecho, las hacía él. Parecía que
había leído los mismos libros que yo, y había aprendido todo lo que no ayudaba
a que tomara bien el pecho. Con mucha dificultad, lograba que tomara algo de
calostro, pero no suficiente. Su nivel de bilirrubina subía y subía y
finalmente, dos días después del alta, tuvimos que volver para que lo
internaran en la unidad neonatológica para administrarle fototerapia.
Afortunadamente, la clínica tenía una política de internación conjunta, por lo
que yo tenía una cama para dormir. Las enfermeras me llamaban de noche cuando
mi bebé tenía que tomar la teta, y durante el día estaba al lado suyo,
tomándolo en brazos todo lo que podía (con la aprobación de su neonatólogo) y
amamantándolo con mucha frecuencia. Después de tres días volvimos a casa, ya
con la lactancia bien establecida y sin bilirrubina.
Fue muy importante
contar con el apoyo de personal médico con conocimiento de lactancia materna
que en ningún momento sugirió destetar u ofrecer complemento y que me alentó
constantemente para que mantuviera la lactancia materna exclusiva. De mis dos
experiencias rescato que si el bebé se prende bien de entrada y se ofrece el
pecho con frecuencia, aumenta la probabilidad de evitar la fototerapia.
Más información sobre
lactancia e ictericia
Este documento tiene
fines informativos y no reemplaza la atención médica.
©GALM Bariloche.
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