Lee este artículo es muy bueno y si querés deja tu comentario, muchas gracias Luisa
La primera vez que leí
las palabras de un pediatra instando a no dormir a nuestros hijos al pecho -
hasta el punto de que, si esto ocurría, recomendaba despertarlo antes de
ponerlo en su cuna - fue en una revista para padres de la pluma del doctor Pin,
coautor junto al doctor Estivill de un libro de pediatría lleno de
"sentido común" que ya comenté en otra ocasión. Ya en ese momento, creo recordar que mi
primer hijo sólo tenía unos meses, me pareció una recomendación bastante poco
práctica - sino directamente absurda – sobre todo teniendo en cuenta que me
pasaba el día y la noche con el inalcanzable objetivo de que mi bebe se
durmiera un ratito para yo poder hacer algo diferente a estar sentada con él en
brazos sin moverme.
Se entiende que todavía
no había descubierto el porteo, que no tenía ni idea de como eran realmente los bebes, que realmente creía que iba a
utilizar la cuna y la habitación tan preciosa preparada con tanto cariño y que
además el bebé estaría encantado con ello. O sea, que era una perfecta
analfabeta maternal, a pesar de lo cual esas palabras del doctor Pin me
sorprendieron bastante, ya que si había alguna posibilidad de que mi hijo se
durmiera esa era, precisamente, al pecho. Sólo de pensar en que tendría que
despertarlo antes de ponerlo en la cuna me sumergía en la más absoluta
desesperación. Evidentemente, nunca llegué a seguir este consejo.
Desde entonces he tenido
la oportunidad de leerlo y escucharlo en diferentes ocasiones y de la mano de
los más diversos profesionales. Siempre me ha parecido una recomendación
absurda y sin sentido y, a día de hoy, incluso me parece claramente peligrosa
para el bienestar y la felicidad de la diada madre/bebé. De todas formas,
en la actualidad, gracias a todo lo que he aprendido escribiendo la revisión El Debate Científico sobre la Realidad del
Sueño Infantil, ya puedo ponerla en contexto, lo que me ha ayudado a
hacerme una idea más o menos de su origen y su finalidad.
Y dado que algunos
profesionales del mundo infantil consideran que en internet no somos rigurosos
y no hablamos de ciencia, voy a explicaros precisamente este contexto en el que
nació el susodicho consejo, para que podáis juzgar por vosotros mismos si es un
consejo con unas bases suficientemente sólidas y que valga, o no, la pena
seguir.
Podríamos decir que su
origen está a mediados del siglo pasado, cuando apareció la tecnología
necesaria para estudiar el sueño, tanto de los adultos como de los niños. Como
en ese momento el sueño en solitario de los bebés ya estaba establecido como
objetivo prioritario a conseguir (costumbre que, como ya sabréis, había
comenzado en nuestra cultura sólo unos 200 años antes), toda la investigación
se basó en el bebé que duerme separado del cuerpo de su madre, en una cuna, o
del niño que duerme en su propia habitación (McKenna et al 2007).
Quedó así bien afianzado en la literatura científica un modelo de
"sueño saludable" en unas condiciones en las que nuestros hijos no se
sentían a gusto y ante las cuales, por lo tanto, se revelaban llorando. Un
problema que estos profesionales resolvieron rápidamente: el niño que a partir
de los 6 meses todavía seguía llorando y protestando tenía una enfermedad
llamada Insomnio Infantil por
Hábitos Incorrectos (Moore, 2012; Kotagal & Chopra, 2012; Owen &
Mindel, 2011; Meltzer, 2010; AASM, 2005; Estivill, 2000).
Evidentemente estos hábitos incorrectos los habíamos establecido nosotros, los
padres, a base de dormir a nuestros hijos con los métodos de toda la vida,
concretamente acunándolos en nuestros brazos y amamantándolos.
Pero hagamos un poco de
historia ya que estamos analizando los orígenes de esta prohibición de dormir a
nuestros hijos a la teta:
Creo que el primer
estudio valorando la influencia de lactancia materna para dormir a los niños
debe ser este que he encontrado investigando para el proyecto El
Debate Científico sobre la realidad del Sueño Infantil: ya en
el año 1957 Moore y Ucko publicaron una valoración de la cantidad de
despertares nocturnos y los problemas a la hora de irse a dormir de 160 niños
durante el primer año de vida, y los relacionaron con factores como el
comportamiento de los padres, factores socio-demográficos, estímulos externos,
condiciones temporales o las circunstancias del nacimiento (Moore & Ucko, 1957). Evidentemente todos estos niños
dormían en una cuna, y no se vio ningún efecto en el hecho de que esta cuna
estuviera en la habitación de los padres o en su propia habitación. En el
apartado donde estudiaban la influencia del comportamiento de los padres
analizaron el efecto de la lactancia cuando se utilizaba para dormir al niño,
observando que sólo un 13% de los bebés que no eran alimentados para dormirlos
no conseguían dormir toda la
noche(entre 12 y 5 de la mañana) a las 13 semanas de vida, mientras que
entre los alimentados regularmente y los alimentados ocasionalmente (para
dormirlos, se entiende) un 32% y un 40% respectivamente no lo conseguía. Las
diferencias no eran significativas y cuando consideraban los despertares
nocturnos de toda la muestra durante el primer año conjuntamente los grupos no
alimentado y alimentados regularmente se igualaban, mientras que el grupo de
los alimentados ocasionalmente mantenía un porcentaje significativamente mayor
de bebés que se despertaban crónicamente. Por lo tanto parece que en realidad
era la inconsistencia de la respuesta de los padres lo que producía esta incapacidad
para autoconsolarse a lo largo del primer año del vida, mas que si amamantaban
o no al bebé para dormirlo. En cualquier caso este parece ser de los primeros
trabajos, sino el primero, relacionando el hecho de dormir al niño al pecho con
que no sea capaz de desarrollar lo que con el tiempo se llamaría capacidad de autoconsuelo.
La capacidad de
autoconsuelo. Ese es el quid de la cuestión. El problema no es que el niño se
despierte por la noche, algo absolutamente normal dada la arquitectura de su
sueño, sino que al hacerlo reclame la presencia de sus cuidadores. Este simple
acto - un comportamiento instintivo y saludable tal y como ya ha quedado demostrado en la actualidad - en la
sociedad donde el sueño en solitario de los niños es la norma, es
extremadamente problemático porque evita que los padres puedan descansar, ya
que les hace pasar la noche levantándose para ir a consolar a su hijo.
Durante toda la mitad
del siglo XX hasta nuestros días han ido apareciendo estudios que demuestran como la
intervención de los padres a la hora de dormir a los niños se relaciona con un
sueño más "problemático". Ya en 1993 dos de los más importantes
autores en la pediatría del sueño infantil, Sadeh y Anders, proponen un modelo
transacional de la regulación sueño/vigilia, en el que las características
intrínsecas del niño interaccionan con los factores ambientales para regular el
ciclo sueño/vigilia (Sadeh & Andres 1993). Entre estos factores ambientales
se encuentra el comportamiento de los padres a la hora de dormir al niño, de
manera que cualquier intervención de los mismos en ese momento concreto se
relaciona con un mayor número de despertares nocturnos (despertares en los que
el niño reclama a sus padres, se entiende). Evidentemente, entre estos
comportamientos se encuentra el de dormir al bebé al pecho (o dándole biberón).
Ese mismo año Blampied y France (Blamplied & France, 1993) presentan también un modelo
conductual de los desórdenes del sueño infantil en el que destacan el papel
fundamental de los padres que con sus conductas inapropiadas propiciarán la
aparición y el mantenimiento del desorden. Opinan que cada vez que la madre o
el padre atiende el llanto de su hijo tras el despertar nocturno refuerza ese
comportamiento, haciendo que el niño llore la siguiente vez que se vuelva a
despertar para conseguir la misma atención. Esta situación se retroalimenta
haciéndose interminable: el niño llora, los padres le atienden porque deja de
llorar, el niño vuelve a llorar para que los padres le atiendan.
Según estos
autores:
"Las
investigaciones han demostrado que los niños con problemas del sueño se
diferencian de los que tienen un sueño normal en que utilizan mecanismos de
autoconsuelo menos frecuentemente y continúan dependiendo de la
presencia de los padres para consolarse".
Y ahora atención a lo
que sigue. Son unas palabras extraordinariamente esclarecedoras que dejan al
descubierto la falta de perspectiva global y la terrible ignorancia de estos
autores respecto a una cuestión fundamental: las necesidades primales
de nuestros bebés, su instinto primal. El comentario que reproduzco a
continuación a mí me puso los pelos de punta, por las enormes implicaciones que
tiene el hecho de que esté escrito en una publicación científica:
"Estos
comportamientos de auto-consuelo incluyen muñecos blandos,
o chupar las sábanas
o el dedo gordo.
Los mecanismos exactos mediante los cuales estas vías
de
autoconsuelo facilitan el sueño no han sido definidos.
Actividades como
"chupar" pueden evocar comportamientos de respuesta
que facilitan el
sueño, mientras que otros pueden estimular el inicio
del sueño
ayudando a lograr un comportamiento calmado ....."
Ante estas palabras yo
sólo pude pensar: Dios mío, ¡No lo ven! Lo tienen delante de los ojos y no lo
ven. Se han perdido en su propia sabiduría llena de tecnicismos y teorías y ya
no ven la realidad que tienen delante de las narices. Resulta que cuando chuparse
el dedo se convierte en un comportamiento "saludable" que hará que el
niño tenga un sueño "normal", ¡ Se preguntan por qué! ¡Se
preguntan por qué funciona! Y mientras elucidan las razones de ese
enorme misterio nos siguen recomendando que no durmamos a nuestros hijos a la
teta.
Por lo que parece, el
mundo empezó hace 200 años, y los niños siempre y en todas partes han
dormido en solitario; la naturaleza no tenía diseñado nada que ayudara a
nuestros niños a dormir; mamar no es un acto que les relaja y la leche materna
no es un alimento que propicia el sueño, especialmente por la noche. Tampoco
existe una necesidad en nuestros bebés de estar en contacto continuo con el
cuerpo de su madre porque no son mamíferos, no son primates, sino que sólo son
humanos que aparecieron por generación espontánea hace 200 años y desde siempre
han dormido en cunas, separados de su madre y sin molestarse en despertarse ni
en despertar a su madre para mamar durante la noche partir de los 13 semanas. Por
lo tanto es incomprensible, un fenómeno curiosísimo que requiere ser
profundamente investigado, que chupándose el dedo nuestros bebés consigan
dormir en solitario.
Me dan ganas de llorar.
Y así - por este camino,
de esta manera, y hasta el día de hoy - ha quedado firmemente establecido que,
como muy tarde a los 6 meses, el niño debe desarrollar la capacidad de
dormirse sólo, tanto al inicio de la noche como en los posibles despertares
nocturnos, que se consideran normales siempre y cuando el bebé/niño no necesite
la intervención del cuidador para volverse a dormir. Y de ahí nace el consejo
de que el bebé nunca se duerma al pecho porque es imprescindible que aprenda a
encontrar consuelo en actividades (chupar) u objetos (su dedo o un trocito de
sábana) que lo independicen de la presencia de sus padres. Incluso estas se clasifican oficialmente como "asociaciones
positivas", mientras que las asociaciones que conllevan la participación
de los padres se consideran "asociaciones negativas"(Ferber, 1985; Murray & Ramchandani, 2007; Karraker K, 2008;
Tikotzky & Sadeh, 2009; Sadeh et
al, 2009; Henderson et al 2010;
Mindell et al, 2010;
Meltzer, 2010; Henderson et al 2011;
Weinraub et al, 2012)
Ahora ya sabéis el
origen de este consejo. Por suerte, allá por los años 70 un gran investigador
se convirtió en padre y, ante su propia experiencia a la hora de dormir a su
hijo, la evidencia de la absurdidad de las normas sobre el sueño infantil de su
cultura le hizo abandonar sus estudios en simios y centrarse en el de la
evolución del comportamiento humano, convirtiéndose así en un experto
reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre colecho. Muchos ya
sabréis de quién hablo: el profesor de antropología James
McKenna, cuyo trabajo, con más de 140 publicaciones (revisadas, esto es, en
revistas científicas) ha removido todos los cimientos de la pediatría del sueño
infantil.
Lo que McKenna y otros investigadores están poniendo en
evidencia en la actualidad es algo tan simple como el hecho de que por
nuestra naturaleza mamífera y primate nuestros bebés están diseñados para estar
en contacto continuo con el cuerpo de su madre, por lo que el habitat de un bebé para dormir
saludablemente no es en la cuna y en solitario, sino en estrecho contacto con
su madre y con acceso no restringido a su pecho. Que los reclamos de nuestras
criaturas al ser obligadas a dormir fuera de este hábitat no son síntoma de una enfermedad, sino un
instinto primal, y como tal debe considerarse antes de iniciar
cualquier acción dirigida a adaptar el comportamiento del bebé a los
determinantes culturales. No estamos curando a nuestros hijos de nada
sino que le estamos forzando a que acepte unas condiciones de sueño
establecidas culturalmente y que no le suponen ningún beneficio más allá del
meramente social (desde luego ningún beneficio fisiológico, más bien
todo lo contrario).
Por eso no podemos
dormir a nuestros bebés al pecho: porque esto imposibilita que le forcemos a
aceptar dormir en solitario sin llorar. Ni más ni menos.
Hasta aquí os he
explicado la razón fundamental de por qué no podemos dormir a nuestros hijos al
pecho. Yo terminaría aquí el post pero el otro día, en un post de Bebés y Más en el que Armando también
analizaba este desafortunado "consejo", una madre resaltó otra razón
de peso que ha aparecido más recientemente: el fantasma de las caries.
¿Existe relación entre
la aparición de caries y dormir el niño al pecho?
Este es un tema por sí
mismo para otro artículo y requiere una profunda revisión bibliográfica en la
que no me pienso meter. Gemma, coautora de El Debate Científico sobre la realidad del
Sueño Infantil y autora del blog Como Una
Manada, escribió un interesante post sobre el tema recopilando una serie
de artículos científicos con los que pudo ilustrar que esta relación entre
lactancia materna y caries no está en absoluto demostrada. Pero si os interesa
profundizar de verdad en este tema nada como recurrir a los talleres
informativos impartidos por Louma Sader Bujana autora de Amor Maternal y odontóloga especializada en
niños. Existe mucho desconocimiento de este tema y los padres andamos bastante
perdidos. La prueba de ello es que todos conocemos casos de caries en niños
amamantados que en principio tienen buenos hábitos de higiene bucal. El propio
Armando lo comenta al contestar el comentario de esta mamá. Al preguntar a
Louma sobre esta realidad me ha comentado que es un tema muy complejo, difícil
de resumir y que requiere tiempo para aprender y profundizar ya que una
información demasiado resumida o parcial corre el riesgo de provocar errores
importantes.
Creo que en este aspecto
pasa un poco como con la polémica sobre el colecho y muerte súbita del
lactante: las investigaciones que parecen demostrar una relación positiva entre
ambos ya parten desde un punto de partida erróneo, que no es otro que
considerar que el comportamiento fisiológico normal es por sí mismo peligroso.
Es evidente que hay pocas (o más bien ninguna) posibilidades de que esto sea
así y lo importante es encontrar los factores realmente responsables de que
estas patologías se produzcan asociados a unos comportamientos absolutamente
naturales y fisiológicos. En el caso de la muerte súbita pueden ser las
condiciones del sueño adulto en nuestra cultura, y en el de las caries el
consumo de un cierto tipo de alimentos o la presencia de determinadas
bacterias, a parte de la ausencia de una higiene correcta.
El caso es que es tan
ridículo acusar al colecho de la muerte súbita o a la lactancia materna de
producir caries como a la capacidad de caminar de rompernos un tobillo.
Y para terminar, ya que
he sacado el tema del colecho, un factor íntimamente ligado a la lactancia
materna y a dormir al niño al pecho, y en la misma linea que mi recomendación
de los talleres de Louma, os recomiendo también 3 conferencias que impartirán tres grandes
profesionales del sueño infantil: James McKenna, Kathleen Kendall-Tackett, y
Wendy Middlemiss, hablando precisamente de la manera de practicar colecho con
seguridad. Es probable que esta iniciativa haya nacido como respuesta al
polémico ultimo artículo de Carpenter, ya comentado en este blog, pero en cualquier caso seguro
que vale la pena. Yo ya me he apuntado.
En resumen, el
consejo de nunca dormir a nuestro hijo a la teta va en contra de un
comportamiento absolutamente fisiológico y saludable, diseñado por la
madre naturaleza durante miles de años de evolución. Por lo tanto,
antes de convertirlo en una norma de obligado cumplimiento como hacen
actualmente algunos de nuestros profesionales del mundo del sueño infantil,
deberían tener unas muy buenas y demostradas razones que a día de hoy,
evidentemente, no tienen.
Y os dejo ya porque mi
pequeño, de cuatro años, acaba de dormirse a mi teta mientras escribía este
post. Voy a acostarlo en nuestra cama familiar; pero tranquilos, a estas
alturas prácticamente ya no me despierta ninguna noche y tiene, bajo todos los
parámetros de la literatura del sueño infantil, un sueño saludablemente
consolidado.
Felices y acompañados
sueño para todos
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