Domingo 14 de abril de
2013 | Publicado en edición impresa
Aunque en nuestro país
el porcentaje es mínimo, algunos padres se niegan a darles a sus hijos las
dosis preventivas contempladas en el calendario oficial, que son obligatorias
por ley. Una cuestión delicada y sujeta a debate
Por Luján Francos | Para LA NACION
Si bien la no vacunación
es una tendencia que crece en algunos países de Europa, en la Argentina se
vacuna al 95 por ciento de los menores de un año. Según la directora del
Programa Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles del Ministerio
de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, 750.000 bebes recién nacidos son
vacunados por año en nuestro país. Sin embargo, hay padres que eligen no
hacerlo. Como Federico Nan, de 32 años, que cuando nació Felipe se convirtió en
uno de los tres padres de los cuatro mil bebes nacidos en el Sanatorio Otamendi
en 2012 que decidieron no vacunar a su hijo.
El tema despierta
polémica en el entorno de quienes toman esta decisión, que son una minoría, y
en varias ocasiones deben ir por fuera del sistema. Sin ir más lejos, en la
mayoría de los colegios exigen el certificado de vacunación de los alumnos, y
los padres que no vacunan a sus hijos presentan documentos falsos que
garantizan que los niños cumplen con el calendario oficial, que incluye
dieciséis vacunas gratuitas y obligatorias, según la ley nacional 22.909. El
obligatorio, explica Vizzotti, se basa en el principio de que las vacunas son
un bien social, benefician a la comunidad. "Si uno no se vacuna, puede
perjudicar en forma considerable a embarazadas y menores de 2 años, por
ejemplo."
Justamente porque existe
una ley que indica que hay que vacunarse, es difícil que algunos profesionales
de la salud que les recomiendan a sus pacientes no hacerlo se presten a dar su
opinión en una entrevista. Del mismo modo, algunos padres prefieren el
anonimato para evitar problemas a la hora de la escolarización, y para no tener
que enfrentar miradas condenatorias.
Para la gran mayoría de
la comunidad científica, las vacunas son fundamentales, han salvado muchísimas
vidas y no representan un riesgo mayor al de la enfermedad. Y generalmente
prefieren no discutir con los grupos antivacunas, a los que consideran carentes
de todo fundamento.
"Después del agua
potable, no ha habido ningún elemento que haya permitido controlar la
morbilidad y mortalidad en la población como las vacunas", afirma el
médico infectólogo Daniel Stamboulian. "Cuando se fabrica una vacuna se
hace frente a enfermedades, y el concepto es que la enfermedad siempre es peor
que la vacuna, porque la vacuna es un elemento atenuado de la enfermedad. No
hay ninguna vacuna que se haya demostrado que puede ser nociva en relación con
lo nocivo que son las enfermedades", continúa Stamboulian, que dirige su
propio instituto y también la Fundación del Centro de Estudios Infectológicos
dedicado a la educación de la comunidad y los profesionales.
Stamboulian recuerda que
en un tiempo se decía que el autismo tenía relación con la vacuna triple viral,
fundamentalmente la del sarampión. En Estados Unidos y en Europa se hizo un
estudio y se demostró que el autismo es un trastorno genético que nada tiene
que ver con la vacuna.
LA HOMEOPATÍA, UN
DENOMINADOR COMÚN
Ni el vegetarianismo, ni
la comida macrobiótica, ni un estilo hippie aparecen necesariamente vinculados
con la no vacunación. Si hay un denominador común entre padres que no vacunan a
sus hijos es la elección de la homeopatía. Tal es el caso de María Ezcurra,
mamá de Maite, de 3 años, y de Fermín de 2, que no recibieron la vacuna de
hepatitis B al nacer, ni la triple viral, contra sarampión, rubéola y paperas.
"Me da miedo no vacunarlos, pero más miedo me da vacunarlos", cuenta
desde Mendoza María, 33 años, licenciada en Educación. Ella empezó a dar
vacunas a sus hijos después de los dos años, solamente aquellas que protegen
contra enfermedades mortales, y no les da los refuerzos. El año último, cuando
la tos convulsa apareció como un riesgo, sus hijos se trataron con homeopatía.
Federico Nan coincide en
que el primer año no recurrirán a vacunas preventivas, y pasado el primer año
lo irán viendo con su mujer. Para él, hay que dejar que si Felipe tiene algo,
lo trate de sobrepasar, ayudando tal vez con homeopatía: "Él tiene que
aprender también. Siempre la premisa es la de Rudolf Steiner, que hablaba de la
libertad del alma. Uno hace lo que le haga bien a uno y a su hijo".
Para el presidente de la
Asociación Médica Homeopática Argentina, Mario Draiman, en primer lugar hay que
aceptar que existe una ley nacional al respecto, y que por lo tanto debemos
cumplir. Pero expresa algunas consideraciones al respecto: "No compartimos
la masificación de las vacunaciones, sino que entendemos que se debe contemplar
cada caso individualmente y elegir las condiciones biológicas más favorables
para recibirlas y, por lo tanto, actuar con cautela".
En medicina homeopática
tratan de evaluar cada caso en su individualidad respecto de si es o no
conveniente la vacunación en un determinado momento biológico; si no existen
contraindicaciones, buscan poner en las mejores condiciones clínicas a sus
pacientes y acompañar la vacunación con medicamentos homeopáticos que protegen
o reducen las posibilidades de reacciones desagradables.
CRIANZA NATURAL Y
VACUNACIÓN
La teoría del apego, el
abrazo y el contacto permanente con el bebe y la lactancia materna no
necesariamente son enemigas de la vacunación. Al menos así lo demuestra el
pediatra español Carlos González, autor del libro En defensa de las vacunas
(Ediciones Temas de hoy, 2011) y referente de la crianza natural más allá de
las fronteras de su propio país. Él escribió este libro cuando se alertó al
notar que hasta un 15 por ciento de los padres que se acercaban a su
consultorio no querían vacunar a sus hijos. González, también autor del libro
Bésame mucho, en respuesta al método Estivill, que se enseña a los padres en
las páginas del famoso Duérmete niño, cree que quienes deciden no vacunar han
leído mucho, pero están mal informados. Y postula que la vacunación es una de
las prácticas médicas que más sufrimiento, dolor y muerte han evitado.
"Tenemos pocos
casos de padres que no quieran vacunar a sus bebes. Este año fueron tres bebes
sobre casi 6400 nacimientos", detalla la Dra. Ana Pedraza, jefa de
Neonatología de la Clínica y Maternidad Suizo Argentina. En el Hospital Materno
Infantil Ramón Sardá no se ha registrado ningún caso de padres que no hayan
querido vacunar a su hijo, sobre los aproximadamente 6000 nacimientos de 2012.
La vacuna contra la
hepatitis B, que se aplica a los bebes cuando nacen, se incluyó en el
calendario oficial de vacunación porque no siempre las madres tenían controles
durante el embarazo. Aunque si uno estudia a la mamá y no es portadora, puede
vacunar al bebe a los dos meses sin mayor riesgo, explica Gloria Califano,
coordinadora del Programa de Inmunizaciones del Ministerio de Salud del
gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Como medida de salud pública, es una
medida de protección significativa, que logra una cobertura del 98 por ciento
de los bebes que nacen en la órbita porteña, tanto en el ámbito público como
privado. "Teniendo en cuenta que en Argentina hay un uno por ciento de
portadores, son aproximadamente siete mil bebes los que están expuestos a adquirir
la infección por año."
Algunos vacunan por
única vez a sus hijos cuando nacen. Es el caso de la puericultora Silvia Solá,
mamá de Pilar (9) y Tomás (10), que cuenta que sus hijos recibieron solamente
las vacunas del alta del sanatorio al nacer. "En un país donde no hay
epidemia y donde las vacunas realmente tienen un montón de efectos colaterales
prefiero cuidar su salud de un modo integral", explica. Y para ella la
salud tiene más que ver con un cuidado general, con el descanso, la buena alimentación,
el juego con otros chicos y no con la prevención que propone la vacuna
tradicional. Trata a sus hijos con homeopatía. Hay una página muy consultada y
recomendada por algunas personas que eligen no vacunar a sus hijos. Se trata
del sitio librevacunacion.com.ar, a cargo del médico Eduardo Ángel Yahbes.
ENFERMEDADES PELIGROSAS
No es lo mismo estar
expuesto a una enfermedad grave, e incluso mortal, que a otra enfermedad cuyas
consecuencias no sean fatales. "Muchas de las enfermedades donde se ha
instalado la vacunación como método de prevención han salvado muchas vidas. Es
el caso del sarampión, la polio y la viruela, que pueden ser graves y matar y
tienen vacuna", afirma la Dra. Carlota Russ, prosecretaria del Comité de
Infectología de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Foto: Eva Mastrogiulio
Las enfermedades más
peligrosas son todas las que están en los calendarios de vacunas porque cuando
uno toma la decisión de incorporar una vacuna a un calendario según el país que
sea, debe conocerse la cantidad de personas que se enferman de esa patología.
"Uno tiene que saber qué importancia tiene esa enfermedad y si existe una
manera de prevenirla. Entonces, cuando uno tiene ese dato epidemiológico es
cuando sabe que una enfermedad es grave, que muchos se van a enfermar y muchos
se van a morir. Y por eso se decide incorporar una vacuna a un calendario
oficial", explica Russ.
"Para los chicos la
primera enfermedad más importante de todas es la neumonía neumocócica, que
también puede dar meningitis. La segunda importante es la gripe. La tercera es
la bronquiolitis, pero no hay vacunas contra la bronquiolitis", comenta
Stamboulian.
"Desde el punto de
vista de la evidencia sanitaria es indiscutible el beneficio que tienen las
vacunas para la población", sentencia Vizzotti. Y ejemplifica con el caso
de la pandemia de la influenza en 2009, que provocó 600 muertes, de las cuales
cien eran mujeres embarazadas. En 2010 se repartieron 10.800.000 dosis de
vacunas y no hubo notificación de fallecimiento.
La tos convulsa en todo
el mundo aumentó en un 300 por ciento, y lo más importante es que afecta a los
chicos muy chicos. Por eso hay que vacunar a la embarazada y después a los
chicos. Según el esquema, a los pocos meses de vida ya pueden recibir la vacuna
contra la tos convulsa, dice Stamboulian. Esta enfermedad se transmite por vía
respiratoria, y está contemplada en el calendario nacional. En 2011 hubo
setenta fallecimientos por tos convulsa en menores de un año, el 94 %, menores
de 6 meses. "Las complicaciones son gravísimas con una mortalidad muy alta
en menores de 6 meses", señala Vizzotti.
En la Argentina no hay
muchos grupos antivacunas. Para Vizzotti, quienes no vacunan a sus hijos lo
hacen por dos motivos: la falta de información sobre los sistemas de salud o la
elección de la medicina alternativa y naturista. Y entiende que el desafío es
transmitir que estas dos estrategias son complementarias, que uno puede
realizar homeopatía o medicina ayurvédica, pero cuando hay contacto con una
bacteria o con un virus, el impacto de la enfermedad es muy alto. "Los
papás de estos chiquitos nunca vieron sarampión o rubéola", dice. "Los
que no quieren vacunar a sus hijos no sólo ponen en riesgo a ellos, sino a
todos los que están a su alrededor", asegura Russ. Y lo grafica clara y
descarnadamente: "Hay sarampión en Europa porque la gente no se vacuna
como consecuencia de la corriente de no vacunar. Los que no se vacunan se
pescan el sarampión. Ese chico viene acá a visitar un familiar, está incubando
el sarampión, entonces se brota. Si los que están a su alrededor están bien
vacunados, no lo van a tener, pero si no lo están, van a tener el sarampión. Un
chico que lo contrae porque sus padres decidieron no vacunarlo va a un jardín;
un bebe de nueve meses al que todavía no le toca la vacuna (porque recién le
toca al año de vida) se va a pescar el sarampión y se va a morir de
sarampión".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, si leíste el post, seguro tenés algo que comentar, pues hacelo!!!