DESARROLLO
Entrevista a la antropóloga María
José Garrido (I)
Mireia Long
8 de agosto de 2012 |
10:00
Hoy, en Bebés y más, os
ofrecemos la primera parte de la entrevista que hemos realizado a la
antropóloga María José Garrido con quien hablaremos en profundidad sobre lo que
su disciplina puede aportar a la crianza, interesándonos en las diferentes
formas en las que cada cultura atiende y educa a sus hijos.
María José Garrido es
madre, historiadora, arqueóloga y antropóloga, lleva años investigando la
relación entre crianza y cultura, así como las consecuencias de los diferentes
modelos de educación y atención infantil en la vida adulta y en el tipo de
sociedades que conforman. Recientemente ha concluido su tesis doctoral sobre
antropología de la crianza, etnopediatría y crianza respetuosa en Internet.
Me gustaría, María José,
profundizar en el tema de la violencia. ¿Es innata la violencia?
No, en absoluto. No hay
en nuestra biología una tendencia hacia el comportamiento violento. De hecho,
el estudio de distintas especies ha mostrado que el estatus dentro del grupo se
adquiere, sobre todo, por la actitud de cooperación y por el desarrollo de
ciertas funciones sociales que benefician al grupo. La guerra, por tanto, es
producto de la cultura y no de la biología.
No existe en nuestra
genética o en nuestra neurofisiología nada que nos incite a la agresividad. A
estas conclusiones llegaron en 1986 una veintena de científicos internacionales
procedentes de distintas disciplinas, al firmar la Declaración sobre la
violencia, en la que refutaban las teorías supuestamente científicas que
justificaban la violencia y la guerra. La violencia, por lo tanto, se aprende.
¿Existen o han existido,
alguna vez, culturas que podamos calificar de no violentas?
Entre otros, el
antropólogo francés Pierre Clastres ha analizado la “arqueología de la
violencia”, revisando las teorías sobre la agresividad en sociedades
primitivas. Llegó, igualmente, a la conclusión de que la guerra es una
construcción cultural.
A lo largo de la
historia de la humanidad han existido y siguen existiendo culturas pacíficas.
Las investigaciones antropológicas, neurobiológicas, psicológicas y
psiquiátricas coinciden en que la tendencia natural de nuestra especie, dada
nuestra naturaleza social, es la integración y la solidaridad.
¿Qué rasgos comunes
tenían esas culturas pacíficas?
Sus relaciones se basan
en la cooperación y la negociación más que en la confrontación. No existe
competitividad entre los adultos ni agresividad.
¿Nos puedes hablar de
algunos ejemplos?
Por ejemplo, los yecuana
y los sanema, que investigó Jean Liedloff en Venezuela, no conocen la
infelicidad, los conflictos, el concepto de trabajo ni las normas de nuestra
cultura.
En esas sociedades, se
acepta la diferencia y la diversidad, por lo que no pretenden forzar ni
convencer a los demás. La vida gira alrededor de la integración y la
reciprocidad. Tienen carácter igualitario y su sistema social suele estar
basado en el parentesco y la amistad.
Predomina el concepto
grupal y de comunidad sobre lo individual, por lo que carecen del concepto de
intimidad o privacidad. Reparten los recursos mediante la reciprocidad, que
evita cualquier tipo de desigualdad social o económica.
¿Su forma de criar y
educar a los niños era especialmente amorosa?
A la luz de las
investigaciones sobre grupos que viven en condiciones similares a la Edad de
Piedra, como los yecuana de Venezuela, los bosquimanos del Kalahari, los ache
de Paraguay o los arapesh de las islas Trobriand, desde que nacen los niños
están en contacto físico con el cuerpo de alguien, adulto o niño.
Además, los bebés y
niños permanecen cerca de todos los acontecimientos del grupo. No se deja
llorar a los niños y la lactancia se produce a demanda durante varios años.
También suelen dormir los adultos junto a los niños.
Entre los kung san del
Kalahari, por ejemplo, no dejan sólo al bebé, lo llevan en una especie de
cabestrillo que les permite cierta movilidad y tomar el pecho a voluntad. Se
estima que, de media, maman cada 13 minutos. Los bebés no suelen llorar y,
cuando ocurre, son consolados de inmediato con el pecho. El destete se produce
cuando va a nacer el siguiente hijo.
Es habitual que el bebé
vaya cargado en posición vertical, como entre los ache, para que pueda
desarrollar su capacidad motriz.
En muchas de estas
culturas conciben la maternidad a tiempo completo, duermen el primer año con el
bebé para protegerlo y permanecen en contacto físico con la madre casi todo el
día.
¿Cómo eran las crianzas
en las culturas pacíficas?
En estos grupos la
crianza era amorosa, aunque no en todos los casos: los gusii de África oriental
cuidan de sus niños al considerarlos vulnerables, duermen con ellos, mantienen
un contacto físico estrecho y la lactancia se produce a demanda durante varios
años; pero no existen manifestaciones afectivas hacia ellos.
Por su parte, la cultura
tradicional japonesa considera a los niños seres puros que deben estar unidos a
su madre. Fomentan la integración de la familia a través del sueño compartido y
de la ternura en el trato hacia ellos, como forma de que se conviertan en
adultos conectados socialmente. No valoran la independencia, por tanto. El
vínculo, para ellos, es saludable y la dependencia infantil, necesaria para su
seguridad emocional. Entre los arapesh también daban mucha importancia a
mantener un estrecho contacto físico con los bebés.
Suelen coincidir en
respetar los procesos madurativos del niño, sin forzarlos, y aceptar que los
niños son sociables por naturaleza y necesitan la compañía de adultos y otros
niños como modelo de comportamiento. Paradójicamente, los niños en esas culturas
son más independientes y autónomos que en Occidente.
¿Dirías que hay relación
de causa y efecto entre crianza y violencia en una cultura?
Sin duda hay una
relación estrecha entre crianza y violencia.
La violencia está en
relación con la capacidad de vincularse, de desarrollar la empatía, la
confianza o la solidaridad.
Numerosas
investigaciones han corroborado que niños maltratados se convierten en padres
maltratadores. Entre los yecuana y sanema, por ejemplo, los niños no muestran
agresividad, celos entre hermanos, infelicidad, ni tampoco rabietas. No se
pelean ni discuten entre sí.
La tribu arapesh, que
estudiaron antropólogos como Malinowsky y Margaret Mead, se caracterizaba por
una lactancia prolongada, la ausencia de represión en la sexualidad infantil y
un gran contacto físico con los niños desde el nacimiento. Según sua análisis,
estos factores estaban directamente relacionados con el grado de violencia del
grupo, basando sus relaciones en la cooperación y el bienestar, siendo
inexistente el suicidio.
Por otra parte, el
contacto físico está íntimamente relacionado con el grado de violencia.
James W. Prescott
estudió 49 tribus de todo el mundo y llegó a la conclusión de que los grupos
con poco contacto físico y escasa afectividad con los niños, desarrollaban
mayor grado de violencia en la edad adulta. Sin embargo, en aquellas sociedades
en que mantenían estrecho contacto con sus hijos, la agresividad era
prácticamente nula.
Vamos a seguir hablando
con la antropóloga María José Garrido sobre la crianza en estado natural y
sobre la forma en la que, la forma en la que tratamos el nacimiento y la
infancia, influyen en la sociedad en la que vivimos.
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