Entrevista a la
antropóloga María José Garrido (II)
Mireia Long
10 de agosto de 2012 | 08:00
Publicamos el miércoles
la primera parte de esta entrevista a la antropóloga María José Garrido y hoy
continuamos hablando con ella.
Nos ha explicado como la
crianza más amorosa se realiza en sociedades no violentas y, a la vez, las
crianzas desapegadas son la base de las sociedades que practican la agresión y
la guerra. Queremos profundizar sobre la manera en la que la crianza de los
niños es determinante en la forma de sociedad en la que vivimos.
¿Se diseña la educación
y la crianza para conseguir un ciudadano modelo?
Así es, cada cultura
moldea a sus individuos a través de la crianza, favoreciendo ciertos valores en
detrimento de otros.
En los países
industrializados de Occidente, se fomenta la independencia, el éxito
individual, la propiedad privada o la competitividad; mientras que en culturas
tradicionales impera el concepto de comunidad sobre el individuo, por lo que se
favorece la cohesión social.
Por eso, los valores que
se alientan son la reciprocidad, la ayuda mutua, la cooperación y la solidaridad
social. No hay duda de que todas las normas sobre crianza: lactancia,
alimentación, cómo deben dormir, actitud hacia el llanto infantil, grado de
contacto físico con los bebés, etc. no son producto de la casualidad, sino que
tienen una función social.
¿Cuál era el papel de
los padres en las sociedades tradicionales?
El de transmitir los
valores del grupo. La primera socialización de los niños se produce en la
familia, que constituye el primer contexto de referencia sobre el mundo.
Nuestro concepto de nosotros mismos, de las relaciones humanas y del mundo, se
gestan en la infancia.
Posteriormente puede
atenuarse, pero la tendencia de nuestro carácter, la forma de gestionar
emociones y nuestra cosmovisión, serán las que aprendimos en primer lugar. De ahí
la importancia de la crianza, puesto que en la infancia está el germen de la
sociedad del futuro.
Se habla mucho del
paradigma de la cultura patriarcal, pero ¿existieron las culturas matriarcales
o habría que matizar este concepto?
No hay consenso entre
los antropólogos sobre si existen o han existido grupos matriarcales, cuestión
que puede explicarse porque no se encuentran en ellos características de
desigualdad de género tan marcadas como en los patriarcales.
Los grupos matriarcales
parece que no han tenido una desigualdad de poder tan marcada como en el
patriarcado. Pero, más que una primacía política de las mujeres, se trataría de
colaboración en fines comunes por parte de hombres y mujeres.
Aunque su poder se
extiende a los ámbitos económico y social, la tendencia es tomar las decisiones
por consenso. En estos contextos, las mujeres son la base de toda la estructura
social. Por ejemplo, se documentó entre los iroqueses (Brown, 1975), donde las
mujeres controlaban la economía local siendo las propietarias de la tierra y
controlando las alianzas.
En Malasia, en Negeri
Sembilan, las mujeres han sido tradicionalmente las propietarias de los campos
de arroz. En Indonesia, los minangkabau de Sumatra Occidental son
matrilineales, así como los isleños trobriandeses del Pacífico Sur. Los ache de
Paraguay son matrilocales, de forma que, después del matrimonio, la pareja
convive con la familia de la mujer.
Por su parte, los nayar
viven en la costa de Malabar en la India en grupos domésticos encabezados por
las mujeres. Entre ellos, el marido y la mujer no comparten la misma
residencia. Se trata de una sociedad matrilineal en la que cada uno de los
miembros de la pareja vive con su grupo matrilineal.
En algunas sociedades de
Indonesia, África occidental y el Caribe, también hay grupos matrifocales, cuya
organización está centrada en la madre, ya que los varones están lejos durante
largos periodos, aunque no se trate de un matriarcado en el sentido del
patriarcado que conocemos, puesto que el poder político lo ostentan los
hombres, aunque son los que ellas designan, como ocurre entre los Mosuo en
China. También en China, los “na” poseen una estructura social de familias
encabezadas por mujeres, sin esposos ni padres, compartiendo la misma
residencia.
¿Sabemos algo de esas
culturas sobre su crianza? Me refiero a las matriarcales, matrilocales o
matrilineales y matrifocales.
Los minangkabau, por
ejemplo, se caracterizan por un énfasis en incluir lo maternal en la vida
cotidiana. Hacen de lo maternal el eje de la vida y del orden social. Entre los
nayar, los niños son cuidados por el grupo, no conociendo en muchos casos su
genitor.
Parece claro que en
aquellas sociedades en las que las mujeres controlan los matrimonios y otros
aspectos de la vida social, tanto mujeres como hombres tienen diversas parejas,
la sexualidad es más flexible y se difuminan las responsabilidades de la
crianza de los hijos.
¿Nació el patriarcado
con la posesión de la tierra y la agricultura?
Aunque todas las
sociedades humanas tienen algún tipo de división del trabajo basada en el
género y en la edad, todo parece indicar que, a partir del Neolítico, hace
10.000-12.000 años, con la aparición y difusión de la agricultura, así como con
la domesticación de especies animales, se produjo el comienzo del proceso de
las desigualdades sociales.
Por un lado, al aumentar
la producción de alimentos y su necesidad de acumularlos y gestionarlos, la
población aumentó considerablemente, se volvió sedentaria y requirió que
ciertos individuos controlasen este excedente de producción. Se pasó de la
reciprocidad a la redistribución y, posteriormente, al intercambio de mercado,
característico de los estados.
También requirió que se
regularan las relaciones sociales, al pasar del tamaño de la banda a la
jefatura, y de ésta al estado. Esto pudo ser el germen del patriarcado.
Con la agricultura se
separó a la mujer de la producción por primera vez en la historia de la
humanidad, comenzando la separación entre los ámbitos público y privado. La
mujer fue quedando aislada de sus parientes y la sexualidad pasó a estar
rígidamente controlada.
¿Los pueblos no
agrícolas o no patriarcales son menos violentos?
Está comprobado que la
guerra no es habitual en la mayoría de sociedades de forrajeros (cazadores y
recolectores), que suelen ser grupos de tamaño reducido organizados como una
banda, en los que el líder tiene más prestigio que poder político o económico.
También se ha comprobado
que los sistemas en donde la filiación y la residencia se basan en la línea
materna, la presión de la población sobre los recursos estratégicos es menor
(no es necesario controlar la natalidad) y la guerra es poco frecuente.
Sin embargo, existe una
clara relación entre patriarcado y violencia, a través de guerras, infanticidio
femenino, asesinato por la dote, clitoridectomía, incluso en sociedades
contemporáneas.
La violencia doméstica
es un problema de escala mundial, favorecido por el aislamiento de las redes de
parentesco extendido en las sociedades industrializadas. Así mismo, se ha
comprobado que la estratificación de género se reduce notablemente en sociedades
matrilineales y matrifocales.
¿Hay alguna cultura que
podamos tomar como modelo para la crianza respetuosa de nuestros hijos?
En realidad podríamos
retomar cuestiones de crianza que se han practicado de forma generalizada hasta
hace no demasiado tiempo en nuestra cultura. Por ejemplo, en zonas rurales, la
práctica de la lactancia prolongada ha sido común. Se trataría de recuperar el
instinto, el sentido común y la confianza en nosotras y en nuestros hijos.
Por otra parte, hay
elementos que se podrían adaptar de otras culturas, como la práctica del
colecho hasta edades avanzadas, que es la norma del sueño infantil en Japón.
Aunque sin olvidar que pertenecemos a una cultura con sus propios símbolos y
valores, por lo que lo ideal sería buscar un equilibrio entre las necesidades
biológicas de los niños y las necesidades culturales de los adultos.
Si hay que llevar a un
niño a una guardería y no hay otra opción, podemos compensarle cuando estemos
con él, entendiendo su necesidad de más tiempo con nosotros, por ejemplo. Cada
cultura tiene sus razones y constituyen una adaptación a un medio concreto, que
no podemos obviar.
Pero podemos buscar
fórmulas para que eso no afecte al desarrollo y la salud infantil, al alterar
sus necesidades fisiológicas y emocionales.
Me ha encantado
entrevistar a María José Garrido, una antropóloga especializada en la
antropología de la crianza, pero nos han quedado algunas cuestiones que tratar
más a fondo, que pronto abordaremos.
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