Domingo 27 de enero de
2013 | Publicado en edición impresa
Bienestar
En el difícil arte de
poner límites a los niños, el exceso de severidad no es la mejor opción
Por Giulio Ziino | Corriere della Sera
Foto: Corbis |
Adiós a la madre tigre,
ahora se impone el enfoque gentil. Se llama "terapia de interacción entre
padres e hijos" pero, más simplemente, es la tendencia, propugnada por una
parte de los psicólogos infantiles, de abandonar los castigos (al menos los muy
drásticos) y privilegiar los elogios y los abrazos. En la práctica, el
imperativo para los padres es: no fijar los malos comportamientos de los niños,
sino valorizar los buenos. En los Estados Unidos el debate lo ha abierto el
Wall Street Journal. "Comiencen a elogiar a sus hijos y, en consecuencia,
aumentará la frecuencia de las buenas conductas", expresó al diario
estadounidense Timothy Verduin, docente de Psiquiatría de la infancia y de la
adolescencia de la Universidad de Nueva York. Los elogios, advierten Verduin y
otros expertos, deben ser acompañados de abrazos o manifestaciones físicas de
afecto para establecer -y consolidar- los vínculos entre padres e hijos. Las
técnicas de relación "interactiva" son usadas a menudo con los niños
difíciles, pero la filosofía de base que las guía puede adaptarse también a los
otros chicos. Y, cuanto antes se comience, mejor.
BASTA DE VIOLENCIAS
"El castigo vuelve
agresivos a los niños", dicen los psicólogos americanos, citando las
estadísticas que ponen en correlación las zurras recibidas en la infancia con
los comportamientos violentos y conflictivos en la edad adulta. Pero los mismos
médicos rechazan el enfoque dialéctico: razonar juntos, sobre todo cuando se
trata de niños muy pequeños, no sirve (del mismo modo que, de grandes, no
sirven las advertencias "razonables" como las que aparecen en los
paquetes de cigarrillos).La fórmula perfecta estaría en el elogio: a los padres
se les pide identificar los comportamientos positivos que quieren obtener de
sus hijos y, cuando los ven actuar de ese modo, dar a los pequeños una
respuesta positiva.
Donde no hay acuerdo
general es sobre la demonización a priori del castigo. El psicoterapeuta
Gustavo Pietropolli Charmet explica: "Ante todo hay que comprender cuál es
la comunicación implícita contenida en la transgresión de la regla: en la
violación de un pacto siempre en el niño hay una esperanza de poder superarse,
de crecer. Si comprendemos este deseo suyo y lo ayudamos a realizarlo, no
repetirá el comportamiento incorrecto".
UN TRABAJO DIARIO
Pero, ¿cómo se hace? La
sanción no debe mortificar, sino ayudar a crecer. Por ejemplo, si la
transgresión está en no apreciar la comida, se puede hacer que el niño
participe de un curso de cocina, para desarrollar una competencia ligada al
comportamiento requerido. "El castigo -continúa Charmet- es un momento
educativo muy alto: el niño que transgrede no espera sufrir un dolor físico o
moral como consecuencia de su acción, sino que quiere ver cuál será la reacción
de los adultos a su violación de los límites fijados". Esta es la razón
por la que el "buen" castigo, concluye el psicoterapeuta, "requiere
tiempo y astucia". Y no debe consistir en una golpiza "o negarle al
hijo el dinero, las salidas o el uso de la computadora". Sí al castigo
entonces, pero con inteligencia.
¿Y la autoestima? Según
la psicoterapeuta Federica Mormando, no bastan los elogios para que el padre
transmita al hijo una idea positiva, sino que sirve una acción integral. En
cuanto a los retos, es necesario ir a las raíces del problema. "No es
cuestión de juicios positivos o negativos de los padres a los hijos -señala
Mormando-, sino de educación: hay que educar a los niños enseñándoles pocas
cosas, pero claras e inexorables. Y defenderlas con autoridad: si el padre no
tiene autoridad, castigue o no, es poco lo que se puede hacer".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, si leíste el post, seguro tenés algo que comentar, pues hacelo!!!