POR CLAUDIO MARTYNIUK
Hay idealización e
incluso hipocresía en los motivos para procrear. No es egoísta decidir no
hacerlo sino, quizá, toma de conciencia sobre el paso que no conviene dar, dice
el especialista.
Hipoteca. “No se firma una escritura y
después se ve cómo se paga la propiedad.
En los hijos es al revés:
no hay planificación”, dice Sebastiani.
LEO VACA
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23/12/12
¿Los hijos llegan
siempre por amor? Mario Sebastiani, un experimentado obstetra, pone en duda el
lugar central de amor. Se basa en las frases de las embarazadas que atiende en
el hospital: “Pensaba esperar, pero llegó antes”, dice una; “yo no quería, pero
mi marido no quiere parar hasta tener un varón…”, dijo otra. Directa, una
paciente afirmó: “No quería tener hijos, pero quedaba embarazada o perdía a mi marido…”.
También recuerda este pedido: “Necesito ayuda, no sé de quién es, me encontré
con un compañero de colegio y en el mismo día tuve relaciones con mi marido y
con él” (casi, casi, el guión de “Graduados”...). Sebastiani enumera más
ejemplos que muestran cómo tantas veces no es la responsabilidad lo que da
origen a una vida: “Fue un accidente, nos cuidamos con preservativos, pero una
noche, luego de una fiesta, no lo usamos.” Otro caso es el de la mujer que
decide: “Lo voy a tener: ya estoy grande”. El médico confirma así que hay hijos
que llegan por un deber que no se cuestiona o para cubrir vacíos afectivos.
¿El amor es la principal
razón para tener hijos?
A juzgar por lo que uno
observa en la sociedad no parece, por lo menos, en la mayoría de los casos.
¿Cómo explicar que por amor los niños son explotados, maltratados, abandonados,
victimizados, abusados? ¿Cómo explicar la alta incidencia de abortos o la falta
de planificación de la mitad de los embarazos? Muchos pueden nacer por amor,
pero es enorme la cantidad de hijos que viven en situaciones alejadas de la
protección y el afecto. Se suele decir que tenemos hijos para proteger a
nuestra especie; sin embargo, y aun siendo esto cierto, no veo que el espíritu
humanitario influya a la hora de tener hijos. La frase “quiero tener un hijo”
no surge por amor en la mayoría de los casos y abunda el egoísmo.
¿Cuáles son las causas
de la compulsión a garantizar nuestra descendencia? ¿Habría acaso una
programación genética?
Me parece una buena
mirada. Relacionamos nuestros órganos sexuales con el placer y el sexo lúdico,
pero en realidad están programados para reproducirnos, al igual que los
animales. Por lo tanto, el programa está hecho para reproducirse y nuestro
esfuerzo debe ser el de controlar esta capacidad a través de la planificación
familiar. Una mujer invierte cinco años en tener dos hijos y necesita cuidarse
treinta años para evitar futuros embarazos. Sin embargo, tener algo propio y
que lleve nuestras características individuales y de linaje tiene mucho peso en
la formación y en los sentimientos de nuestra cultura .
¿Pero por qué debe ser
un hijo biológico? ¿No se debería promover la adopción? ¿Pesa el egoísmo? ¿Es
búsqueda narcisista de otro igual a uno?
La dimensión biológica y
genética hace que la sociedad considere verdaderos a los padres biológicos y
deje en un segundo plano a los adoptivos. En las maneras distintas de
enfrentarse a un bebé imaginario, lo biológico le gana a lo elaborado por la
ley. En general, a los padres biológicos se los acepta y festeja por haber
cumplido con lo que la naturaleza manda. A los padres adoptivos se los mira
como partiendo de una falta o de un fracaso biológico. Muchos son los duelos
que se deben resolver para adoptar un niño. Sin embargo, estos últimos
construyen paternidades con enorme esfuerzo y sacrificio y merecen toda nuestra
admiración; en cambio hay paternidades biológicas que nunca llegan a madurar.
Los casos más inconcebibles de abuso o violencia se dan con hijos biológicos o
con afectos relacionados a ellos.
¿No somos ya muchos en
el planeta? ¿Por qué no se debate más por qué tener hijos?
Vivimos en una sociedad
pro natalista que festeja el embarazo y el nacimiento de un bebé. Tiene raíces
culturales y religiosas muy sólidas. Intervenir en este escenario reproductivo
es algo que la sociedad, y en especial la religión, no hacen con tranquilidad.
A veces hasta la planificación familiar es considerada aún inmoral. En algunos
lugares de nuestro planeta los esfuerzos están dirigidos a que las políticas
tiendan a disminuir el índice de natalidad, tal es el caso de América del Sur,
África y Oriente Medio. En otros, en cambio, el estímulo se dirige hacia la
necesidad de levantar los índices de nacimiento dado que mueren más personas de
las que nacen. Esta no es una visión amorosa sino claramente utilitarista de la
reproducción. Hacia esta dirección apuntan las políticas de los países
europeos, donde los mayores -atemorizados- promueven que los jóvenes tengan
hijos. En cada lado existen estrategias, con menor o mayor logro de los
objetivos, dado que intervenir en las personas y en la esfera reproductiva no
es algo sencillo. Si hay dinero y educación, los índices de natalidad bajan. Se
suele decir en los ámbitos relacionados con la salud reproductiva que la
educación es el mejor anticonceptivo. Si hay condiciones socioeconómicas desfavorables,
los índices de natalidad aumentan de manera alarmante.
¿El deseo de tener un
hijo acaso garantiza la entrega y cuidado para acompañar su crecimiento?
De ninguna manera. Tan
es así que primero tenemos los hijos y luego vemos cómo resolvemos sus vidas y
las nuestras. Si compramos un departamento, un auto o planificamos un viaje, la
mayoría de las variables están consideradas. No se firma una escritura y
después se ve cómo se paga una propiedad. En los hijos es exactamente al revés.
No hay planificación en la mitad de los embarazos: puede no haber pareja
estable, somos productos del error contraceptivo o de una sugerencia o
imposición de algún miembro de la pareja. Provenimos de distintas situaciones y
sentimientos, y lo que menos está garantizado es el afecto, el tiempo, el
acompañamiento y también el dinero que se necesitan para compartir la vida con
los hijos.
¿Cómo el tener un hijo
puede ser una decisión seria, reflexiva? ¿Qué se debe considerar para
planificar tener un hijo?
Hay que mirar el
escenario en el que se recibirá al nuevo hijo, analizar el estado de una
pareja, ver los aspectos económicos y el tiempo libre para dedicarle. Hay que
estar preparado, más que a lo que se gana con un hijo en cuanto a los
sentimientos, a lo que se pierde en la vida cotidiana por dedicarse a los
hijos. Existe un silencio cómplice por parte de padres y abuelos por el que
nadie nos explica demasiado lo que significa dedicarse a los hijos.
¿Los hijos han
significado lo mismo para los padres a lo largo de la historia? ¿Qué rasgos de
la relación entre padres e hijos han cambiado más en nuestra época?
Los hijos, en los
tiempos más oscuros, llegaban por mera brutalidad biológica. También para
paliar las mermas poblacionales propias de las guerras y las pestes. Hoy
debería ser por decisión propia, ya que hay maneras para controlar la
reproducción. Con respecto a la relación padres e hijos, hace medio siglo aún
éramos criados por nuestras madres, con mucho tiempo en la casa. Hoy los hijos
viven una mayor soledad familiar, un mayor apego a sus amistades, más tiempo
fuera de casa con los dobles turnos escolares o las múltiples actividades que
desempeñan niños y jóvenes.
¿Qué salvarían los
hijos? ¿Por qué tanta devoción de los padres? ¿Sería entrega amorosa, ocupación
del tiempo libre, compensación y cura de las heridas de la infancia?
Se me ocurre una miríada
de situaciones pero no puedo alejarme de la automaticidad que tenemos a la hora
de pensar nuestras vidas. Es muy difícil que dos jóvenes no se imaginen, en el
futuro, rodeados de hijos. Es lo que se debe cumplir para honrar esta vida.
Distinto sería si una joven pensara que no desea tener hijos; aun teniendo la
posibilidad de revertir su idea en cualquier momento, tendría que esforzarse el
triple para sostener lo que socialmente está visto como política y moralmente
incorrecto. Sería catalogada por la mayoría como sin sentimientos y egoísta.
Damos por sentado que hacer nacer, sin que importe en qué casos y cómo, es
mejor que no hacer nacer.
¿Cómo intervienen los
factores socioeconómicos?
No se debe intervenir en
los aspectos íntimos de una familia, pero sí darle los elementos para que tanto
el hombre como la mujer puedan planificar el tamaño de familia que desean y el
momento en el que quieran tener a sus hijos, independientemente de su situación
socioeconómica. Tener dinero no garantiza tener afecto hacia los hijos. El
dinero les garantiza una mayor presencia en la sociedad de consumo. Si bien el
dinero es importante, en un hogar humilde puede haber una escenografía más apta
para los afectos que en una mansión.
¿Todo lo que la técnica
promete en materia de fertilización y embarazo es bueno?
Es bueno porque les da
respuestas a las parejas o personas que no pueden tener hijos. Una cosa es
decidir no tener hijos y otra es que mi propia naturaleza biológica me lo
impida. Como en todas las estrategias médicamente asistidas, existen pros y
contras. Las personas que deben atravesar este camino merecen toda nuestra
admiración, dado que los costos emocionales y económicos son muy importantes.
¿Y si no se quiere tener
un hijo?
Es una decisión
seguramente más ponderada que la de tenerlo y como tal merece todo nuestro
respeto. Suele confundirse con egoísmo, pero no es así. Al contrario: es pensar
realmente en el otro, ponderando el no sentirse inclinado a hacerse responsable
de una vida.
¿En qué sentidos un bebé
condiciona las vidas de la madre y del padre?
La madre, cuando tiene
un hijo, se hace un tatuaje para toda la vida. Lo que gana será bienvenido;
deberíamos estar alertados sobre lo que perdemos, o sobre lo que deberemos
compartir, antes de tenerlos, de manera tal que la organización y planificación
permita que los “costos” sociales y afectivos sean menores. El desempeño de
nuestra vida individual se ve afectada por la llegada de los hijos. Como en
todas las cosas, habrá ganancias y pérdidas. En el hombre sucede lo mismo que
en la mujer, pero al participar mucho menos en la crianza las pérdidas son
menores.
¿El embarazo es,
entonces, un dulce amargo?
Buena reflexión: por
ello la planificación de los mismos debiera ser un acto de responsabilidad más
que de amor y deseo.
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