Por Eva María
La cesárea.
En fin, un montón de
imágenes y de frases se me agolpan en la cabeza cuando escucho esa palabra.
Para mí, antes, antes de
mi hijo, antes de mi propia experiencia, la cesárea era solo una opción más...
una opción que se utilizaba como solución ante una posible complicación. La
verdad es que nunca me había parado a pensar en ello.
Cuando me quedé
embarazada nunca contemplé esa opción. Era joven, estaba preparada para un
parto, no tenía miedo al dolor... una cesárea jamás entró en mis planes. A mí
no me iba a pasar...
Cuando me puse de parto,
(se me rompió la bolsa), estaba a término. Después de una duchita y demás nos
fuimos a la clínica... allí y tras una inducción que fracasó me propusieron
(¿impusieron?) la operación.
Y ahí empezó el dolor.
¿Dolor? No. Ahí empezó el miedo... pánico, pavor.
Una camilla fría, no me
dejan despedirme de mis seres queridos, ni un beso a mis papás, que estaban
conmigo, ni un beso a mi marido... Una camilla que corría (no había motivo ni
prisas), un pasillo con luces, un quirófano frío y unos
"profesionales" más fríos aún...
Pinchazos (hasta 8
agujas distintas) para poner la anestesia... aún no había dolor, más que el
provocado por las contracciones de oxitocina sintética... solo había miedo...
Una vez pinchada, y por
primera vez en mi vida en un quirófano, por primera vez en mi vida en un
hospital, me atan las manos, los brazos... estoy semidesnuda, atada...
vulnerable... sin saber qué pasa, nadie me habla, yo no soy nada ni nadie ahí…
Miedo, mucho miedo y frío.
Un celador se apiada y
me da la mano. Lloro. Me siento TAN pequeña...
Sacan a mi bebé y no me
lo enseñan, no pasa nada, solo es que no lo hacen... pido verlo, y me lo
enseñan tres segundos, lo sacan con el papá. Sé que todo (mi hijo, mi amor)
está bien, yo me doy igual. Me cosen, me llevan a la habitación.
Mientras dura todo el
proceso no hay dolor, solo sensaciones extrañas semiadormecidas por sedantes y
analgésicos.
Quiero coger a mi bebé,
el médico entra en ese momento y no me deja, me dice que "con la tripa
abierta en canal" no se puede, me puedo desangrar. “Quietecita”.
Recuerdo frío de nuevo,
hambre, sed...
Al día siguiente y en lo
sucesivo, recuerdo dolor físico, pero poco, no quiero ningún analgésico, quiero
estar despierta, coger a mi bebé, ponerle al pecho...
Recuerdo
"asco" al saber que la herida me la tenía que curar yo... No quería.
Me ayuda mi madre. Yo soy incapaz de mirar la cicatriz.
Después llega el miedo a
reír. (Dios!!! acabas de tener un bebé, eres feliz y no puedes demostrarlo, no
puedes soltar una carcajada, eso se abre!!)... no puedes expresar sentimientos,
el llanto también te lo prohíbes, al llorar sí que duele. Duele la herida...
También duele toser, estornudar... puf!!! Pasas unos días temiendo que eso se abra
y temiendo que se descuelguen por ahí las tripas, ahora sí que duele, duele
mucho... andas mal, no puedes ir erguida del todo para que no tire y no
demuestras mucha viveza, tu cuerpo se amolda a estar semidormido para no sentir
dolor...
Pero esto pasa... sin
pena ni gloria, son unos días, míseros días.
Luego llega EL DOLOR.
El fracaso, la sensación
de impotencia, el despertar... Ya ha pasado lo que tú soñabas que sería el
momento más importante y feliz de tu vida. Ese momento que cada día soñabas tocándote la tripa,
deseando vivirlo. Colaborar con tu hijo,
ese primer trabajo juntos...
Ya ha pasado y ¿qué
queda? Dolor, soledad, vacío. Una pena TAN infinita y grande.
No te queda nada. Nadie
te entiende.
A tu alrededor baile de
colores, gente feliz, "ha sido lo mejor", "estabas sufriendo
mucho", "no todo el mundo dilata", "ha nacido por la puerta
grande", "mira qué bonito, naciendo sin sufrir"... y nadie,
nadie te entiende y lloras sola, encerrada en el baño.
Sientes que no te
enamoraste al principio, no le oliste ni le reconociste... no se despierta tu
lado mamífero... pierdes esa conexión.
Y duele TANTO.
Es un agujero en el
pecho, grande. ¿Cuántas oportunidades más en la vida te quedan? Y aunque el resto
sean favorables, te han robado esa!!!! el parto de tu hijo!!!!! ya jamás
volverá!!!!
Y cuatro años y medio
después, aquí frente a un ordenador y recordando sigue doliendo, y sigues
añorando esa vivencia. La que nunca volverá... y no puedes dejar de llorar y
preguntar por qué... y te das cuenta de que, aunque te mueras con 100 años, ese
dolor jamás desaparecerá... forma parte de ti: la cicatriz te ha marcado para
siempre el cuerpo y el corazón...
Y te preguntas ¿por qué?
¿Cómo puede ser que, en ocasiones, la cesárea sea algo elegido? ¿Cómo se puede
banalizar algo así? A estas preguntas no suelo tener respuesta. O sí. Hay una
frase que dice mucho: "En ocasiones se es más feliz por la ignorancia que
por el conocimiento" y supongo que aquí es así... porque a mí, la cesárea,
físicamente no me dolió, pero NUNCA
superaré el posparto eterno que me está haciendo pasar...
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