Por Leda Di Croce
Más de una vez intento
analizar en qué sitio queda el ser humano situado entre todos los pretendidos
avances que se han alcanzado en este siglo XXI.
Es necesario reconocer
que muchos de ellos efectivamente lo son, pero es innegable que muchos otros
caminos han logrado separarnos de lo más básico y propio de nuestra especie,
impidiéndonos muchas veces vislumbrar cosas que por evidentes han quedado
lejanas, casi ensombrecidas por el pseudo-progreso y las pseudo comodidades que
este nos aporta, “facilitándonos” la vida, anestesiándonos los malestares,
“ayudándonos” a vivir como si nada importante nos pasara en el día a día:
rápido, útil, fashion…eso parece ser lo importante.
Si has sido madre o
estás camino de ello, probablemente hayas presenciado el desgastado debate de
“epidural SI, epidural NO” y si aún no te ha ocurrido es probable que pronto te
ocurra. El caso es que este tema se ha instalado socialmente como un punto
importante sobre el que hay que tomar postura (paradójicamente, decidimos la
utilización de una analgesia sin sentir aún el dolor y con meses y meses de
antelación a que realmente podamos necesitarla).
Efectivamente este
debate no ha caído del cielo, si se ha instalado en la sociedad es por
distintas razones, a saber:
Porque desde el embarazo
muchas de nosotras sólo pensamos en el parto asociándolo al dolor y por eso con
tanta anticipación necesitamos analgesia. La representación social y el
concepto que nos han transmitido en nuestra crianza considera parto-dolor casi
como sinónimos.
Porque la analgesia
epidural es ofrecida en muchos sitios como si fuera una opción de corriente
utilización que no resiste mayor análisis que la firma de un consentimiento
informado (o la puesta en juego de las propias convicciones, si eres de las que
dicen NO).
Plantearlo en términos
de Si o No es un debate estéril: como todas y cada decisión sobre la vida
personal debe ser una a una, dependerá de cada mujer y de cada vez que dé a
luz. No es mi terreno.
Sí me interesaría
reflexionar, en cambio, sobre las diferentes posibilidades que brinda el
determinante hecho de disponer de nuestras piernas en todo momento a lo largo
de nuestro trabajo de parto y parto.
Es fundamental abandonar
el debate del Si o No. Sabemos de sobra que ese recurso existe y que de
solicitarlo en general dispondremos de él, pero es necesario que podamos pensar
en aspectos más profundos de la cuestión, mucho más elementales de los que
cuenta el consentimiento informado que firmamos antes del pinchazo.
Actualmente el debate en
estos términos mantiene el pensamiento de la mujer centrado en el dolor que
sentirá. En general el planteamiento es: “espero a ver cuánto aguanto y si veo
que no puedo, pido la epidural”. Llegar, ver que me duele y pedirla es esperar
a ver pasivamente cómo se sucede lo que ya sabíamos que ocurriría, porque en
general, salvo pocas excepciones parir duele, pero el punto no está ahí.
Quizás enfocar el evento
desde otra perspectiva logre que incluso ese malestar ya no nos genere la necesidad
de extirparlo a la primera. Quizás haya otras cosas más importantes que valorar
en ese fenómeno, redirigiendo el foco hacia otro sitio y dando al dolor un
nuevo significado.
¿Qué ocurre si pensamos
que nuestras piernas son sumamente necesarias para reducir la utilización de
fórceps u otros métodos instrumentales?
¿Cuántas veces hemos
oído que hay bebes que están demasiado altos y que los partos acaban siendo
instrumentales porque el bebe está muy alto y no baja?
¿Sabías que una madre
que puede mover sus piernas puede adoptar posturas que ayuden el descenso
gracias a la fuerza de gravedad, antes de recurrir a esa intervención?
¿Sabes que moviéndote es
probable que la dilatación avance a otro ritmo que tumbada porque la fuerza de
gravedad y el movimiento son pilares fundamentales en el trabajo de parto?
¿Qué pensarías si te
dijeran que si en el expulsivo adoptas cualquier otra postura que no sea la de
litotomía (tumbada) evitas la curva ascendente del canal vaginal que dificulta
la salida del bebe?
¿Sabes que la analgesia
reduce la sensibilidad al reflejo de empujar y que no es igual empujar según el
cuerpo lo indica (el periné se distiende paulatinamente) que con un pujo
dirigido externamente?
Evidentemente, conocer
estas cosas no quita dolores, no evita molestias ni borra miedos, pero sí echa
luz sobre ciertos aspectos en los que es sumamente necesario saber que no da lo
mismo poder moverse libremente: no es igual disponer de tus piernas que no
tenerlas ese día.
Cuando el dolor esté
allí, quizás sirva pensar que eres un equipo en plena actividad junto con tu
bebé y pudiendo hacer uso de tus piernas estás preservando tus herramientas
naturales, tu propio cuerpo, el más útil, el más sabio y el que mejor sabrá
cómo parir para que cualquier parte de él que sea necesaria utilizar a lo largo
del proceso esté disponible y a la tarea.
Todos los cuerpos saben
parir, todos. Y definitivamente lo hacen mejor que cualquier instrumental o
analgesia que nos puedan ofrecer. Disponer de él para usarlo en ese momento es
nuestra decisión y sobre eso, sí que debemos debatir incansablemente, hasta que
recuperemos la confianza en que todas podemos y sabemos hacerlo.
NOTA: Es importante
consultar en el Centro que hayamos elegido para dar a luz sobre métodos
alternativos de alivio del dolor. Si disponen de ellos y cuáles son.
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