Es tan cierto, vale la pena leerlo y disfrutarlo!!!
EL PAÍS
Blogs de Sociedad
De la comedia más
almibarada al thriller más terrorífico, todo es posible en un día con hijos. En
este espacio, padres y madres que a la vez son periodistas, y los lectores, con
sus comentarios, comparten información y experiencias para sobrevivir a estos
años apasionantes pero agotadores.
Por: Cecilia Jan
| 28 de
febrero de2013
La mano que mece la cuna
y se come los Aspitos. Con las uñas cortas, eso sí...
Antes de tener niños,
tienes claro que cambiará tu vida. Lo de no dormir, viajar menos, o reducir el
cine, cenas o conciertos te lo esperas. Pero hay algunos aspectos que nadie te
cuenta y ni te imaginas, pequeños detalles que, cuando te paras a pensar, han
colonizado tu día a día. Me dí cuenta de uno de ellos en una conversación con
mi compañero de trabajo y padre relativamente reciente Fernando Navarro, autor
del blog La ruta norteamericana, al que emplazo desde aquí a que nos escriba un
post con recomendaciones musicales roqueras para niños.
No sé cómo, acabamos
hablando de por qué no llevo las uñas pintadas. No sólo sin pintar, sino que
las llevo cortadas al ras. Las madres con niños pequeños seguro que adivinaréis
por qué. Si no, os lo cuento aquí abajo, junto con otras pequeñas cosas que,
supongo, volverán a su ser cuando mi prole (5 años, casi 4 y 19 meses) crezca.
He aquí mi lista:
1. No me dejo las uñas
largas ni me las pinto. Lo primero, para no
arañarles sin querer al cogerles, bañarles, jugar, sonarles los mocos, etc,
etc. Lo segundo, cuando eran más bebés, para que no se intoxicaran (no sé los
vuestros, pero mis polluelos, en la fase de dentición, se metían de todo en la
boca, incluidos mis dedos; y si no, se los metía yo para tocarles las encías).
Y ahora, porque no tengo tiempo ni ganas de convertirme en la manicura de tres
retacos pidiendo "ahora a mí".
2. No llevo bisutería o
joyas grandes. Parecido al punto 1,
pero con un elemento de autodefensa: para que mis orejas no acaben con los
agujeros más grandes que los túneles del Metro y para no hincar las rodillas
más de la cuenta recogiendo perlitas de collares rotos.
3. No leo en el cuarto de
baño. Ya sabemos que hay dos
clases de personas en estos menesteres: las rápidas (cacafast) y las lentas
(cacaslow). La intermedia la forman los cacaslow con niños pequeños, forzados a
acelerar y a renunciar a esos minutos de lectura pausada en un ambiente
estimulante. Y es que es muy difícil concentrarse cuando tu bebé de 0 a 18
meses insiste en acompañarte, o tus niños de tres a cinco años abren la puerta
o llaman cada dos minutos. A veces echo el pestillo, pero me esperan a la
salida como a Vincent Vega (John Travolta) en Pulp Fiction.
4. No llevo ropa interior bonita. Que sí, que dar el pecho es muy
bonito, así estoy yo, con la teta fuera desde hace años. Pero ¿por qué los
sujetadores de lactancia son tan feos? Ya no digo lencería sexy, pero podrían
fabricar algo más allá de armazones de algodón con menos gracia que un hábito
de monja.
5. No hay sexo a deshoras. Una aportación de mi compañera Clara Blanchar, que ya loexplicaba muy bien en este post: se acabaron los encuentros matutinos de los
domingos. A lo que añado las siestas alegres, las tardes rumbosas, los aquí te
pillo aquí te mato... Todo queda reducido al estilo ninja, que desarrollaremos
algún otro día: a oscuras, rápido y silencioso.
6. No llamo el ascensor. ¿Suena absurdo? Pues tampoco le doy al interruptor de la luz
del garaje. Cuando están los niños delante, ya se pelean bastante entre ellos
por pulsar cualquier interruptor pulsable como para que entre yo a competir. De
hecho, tenemos ya tal pánico que cuando estamos Eduardo y yo solos y hay que
pulsar, nos miramos con aprensión, no vaya a ser que el otro se cabree porque
alguien le dé antes al botón
7.
Charlo con otros adultos en modo piloto automático.
a.
Ejemplo:
-
Yo: ¡Cuánto tiempo sin
verte! ¿Qué tal estás?
-
Amiga: Bien, bien. Pero
estamos en un apartamento porque estamos haciendo obra en casa.
-
Yo: Ah, sí, qué bien.
¡David, deja a tu hermana en paz! Me decías que obra...
-
Amiga: Sí, estamos
cerrando la terraza y...
-
Yo: Ah, sí, la terraza.
¿Dónde está Elisa? ¡Natalia, devuélvele eso a tu hermano! ¿Terraza?
-
Amiga: Sí, y cambiando
el parquet.
-
Yo: Ummm, parquet,
espera un momento, que no sé dónde está Elisa...
-
Yo: ¿Amiga? ¿Pero ya te
vas? ¡Si no hemos terminado de charlar!
8. He vuelto a comer
chuches. Los gusanitos y los
aspitos (en la foto de arriba) son lo más sano y están buenísimos. Pero además,
hay todo un mundo, que vuelve con fuerza en forma de regalitos de cumpleaños de
los compañeros del cole: chupachups, palotes, pica pica, petazetas (sí, qué
pasa, ¡si los usa hasta Ferran Adrià!). En realidad, soy una madre coraje que
me sacrifico por mis hijos, para que no se pongan malos comiéndoselo todo
9. Como sobras. Muchas. Da pena tirar comida. Y muchas veces, es lo más
rápido y limpio. Por ejemplo, vas por la calle y el niño no quiere medio
plátano. ¿Lo tiras? No, al buche. Estás comiendo fuera y solo se comen la mitad
de los nuggets. ¿Lo desperdicias? No. Pues al buche. Cenas en casa, y se deja
el último bocado de pescado. ¿Lo más rápido? Al buche. Así estoy, que parezco
embarazada de un cuarto niño. La pervensión de este complejo de trituradora
humana, que comparten otras madres, es cuando miras al niño fijamente y deseas
que NO se termine el plato porque es algo que estás deseando comer.
10. Hago manualidades y
disfraces. Como ya conté en este post, la maternidad ha despertado en mí un extraño afán creativo que no se
corresponde exactamente con mis habilidades manuales. Pero se hace lo que se
puede.
Aquí tenéis otros
ejemplos, escritos a medias por Eva Quevedo y Accidentalmente en el
desternillante blogdemadre.
¿Qué otras pequeñas
cosas hacéis o habéis dejado de hacer desde que tenéis hijos?
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