1 No obligar nunca a
comer a un niño. Un adulto puede que se niegue a probar bocado por los dictados
de la moda pero a un crío aún no le pesan las normas sociales. Por tanto no se
debe insistir en que el niño trague a toda costa.
2 Cuánta cantidad de
comida es necesaria. Cada uno de nosotros necesita un aporte calórico distinto,
razón por la que la alimentación no puede tomarse como una ciencia exacta. Unos
zampan como elefantes mientras otros comen como pajaritos. ¿Por qué entonces se
intenta medir a los niños por el mismo rasero? Un niño de año y medio puede que
necesite comer la misma cantidad que un bebé de nueve meses.
3 ¿Seguro que no come
nada? Para la mayoría de los padres no comer nada significa que su hijo no
engulle lo que ellos creen que necesita. Quizá si su medida fuera medio plato
en vez de uno repleto hasta el borde cambiaría su percepción.
4 Los que de verdad no
comen. Las enfermedades y los celos provocan un rechazo a la comida que suele
ser transitorio y una vez solucionado el problema regresa el apetito.
5 El trabajo de mamá. El
regreso laboral de mamá origina en ciertos bebés una negativa a alimentarse si
no lo hace su madre. Pueden no consumir nada en ocho horas y luego ponerse las
botas cuando ella regresa.
6 Un asunto de honor.
Los padres, sobre todo las madres, suelen vivir la inapetencia como un agravio
personal. Otras consideran un deber atiborrar a su hijo.
7 Culpabilidad.
Frustración y un terrible sentimiento de no saber cumplir como lo hicieron con
ella, fustigan a muchas madres para quienes la hora de la comida es un
calvario.
8 Niños incomprendidos.
Imagínese qué pensará su hijo. Él, que sólo cuenta con el cariño de sus padres,
de repente se ve atacado por aquellos en quienes confía, que insisten en
cebarle cuando ya no le entra más y encima se enfadan y le gritan.
9 La prueba definitiva.
Coma en proporción a lo que da a su hijo. Si el niño pesa 10 kilos y engulle un
plato, tráguese usted cinco o seis raciones. Seguro que revienta.
10 Pecho “for ever” y a
libre demanda. La leche materna es el alimento más completo y nutritivo. Si el
niño no pierde peso es conveniente alargar la lactancia hasta el año o los dos
años. Siempre sin imposición de horarios, porque él ya lo pedirá cuando lo
necesite.
11 Las papillas. Nunca
se debe sustituir el pecho por la infundada creencia de que los cereales
alimentan más. Cuando los niños ya degustan papillas hay que saber que casi
ninguno logra terminarse la medida recomendada porque es simplemente una
orientación, no un dictado.
12 Horror a las
verduras. El pequeño estómago de los niños admite pequeñas cantidades, o sea,
muchas calorías en poco volumen. Las verduras contienen mucha fibra y escasas
calorías, por lo que les enguachina pero no les sacia. Apenas unas cucharadas
serán suficientes para que le saquen el gusto.
13 La papilla de frutas.
Con las frutas viene a suceder lo mismo que con las verduras. Si el crío las
rechaza pruebe a darle una manzana a mordiscos o una pera en trocitos, por
ejemplo. Las recomendaciones y mezclas frutales del pediatra no tienen por qué
ir a misa.
14 Respetar el sueño.
Algunos padres enchufan a sus hijos el biberón mientras éstos duermen y después
se quejan de que no comen cuando están despiertos. ¡Pero si ya se han
alimentado!
15 Chucherías
prohibidas. Al margen de que el niño coma o no coma, los dulces y las famosas
chucherías sólo una vez al año para que no hagan daño.
16 La crisis del año.
Justo a los 12 meses se frena la velocidad de crecimiento y por tanto no
precisan la misma cantidad de alimento. A partir de los cinco años aumentarán
el gasto energético y las necesidades.
17 El percentil. Las
gráficas de peso traen fritos a los padres. En cada país se elabora una
distinta y nunca coinciden entre ellas. ¿Quiere eso decir que según el lugar
del mundo en que pesen a su hijo estará por encima o debajo de la media?
18 Defensas infantiles.
Los más pequeños se defienden ante la indigesta ofensiva paterna a base de
hacer bola, escupir e incluso vomitar. Nunca se niegan por capricho.
Evolutivamente los críos tienden a rechazar los sabores desconocidos por simple
supervivencia.
19 Un dragón llamado
alergia. La alergia puede provocar la negativa del niño a ingerir ciertos
alimentos como la leche, el gluten, el huevo o cualquier otro incompatible con
su inmaduro organismo. Por eso es conveniente no obligar a comer.
20 Estimulantes del
apetito. Los tónicos estimulantes contienen psicofármacos que actúan sobre el
centro cerebral del apetito y su efecto desaparece en cuanto se deja el
medicamento. Poco aconsejables salvo excepciones.
21 Cómo introducir los
alimentos. A partir de los seis meses se pueden ir probando nuevos sabores con
gran precaución y muy lentamente.
22 Estrategias. No
guardar la comida para la cena. Ponerle en el plato sólo lo que suela tomar
aunque sean tres cucharadas, si tiene hambre pedirá más. Evitar las broncas y los
sobornos.
23 Vegetarianos. Cuando
los padres son vegetarianos los niños pueden vivir perfectamente con una dieta
ovo-lacto-vegetariana.
24 Acostumbrarse a comer
de todo. Obligarle a comer un determinado alimento es la mejor forma de lograr
que lo odie para el resto de su vida. Si no se le fuerza acabará probándolo.
25 Comer solo. Un niño
se puede negar a comer porque quiere meterse él mismo el alimento en la boca y
no se lo permiten. Aunque se estire la hora del almuerzo, es preferible
concederles cierta independencia.
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