Sábado 30 de marzo de
2013 | Publicado en edición impresa
En algún lugar del mundo
Por Juana
Libedinsky | LA NACION
NUEVA YORK.- Una amiga
iraní que vive en Madrid y que vino a visitar a su hermano a Nueva York, me
contaba el otro día que encontró a sus sobrinos americanos
"enchufadísimos" a un videojuego.
Era uno de esos juegos
interactivos que permite ir construyendo ciudades maravillosas, y en el cual
participan, en simultáneo, compañeritos de la escuela. Aún así, ella estaba
preocupada. "A pesar de estar en la misma casa, la única forma de que me
prestaran atención era entrar en el juego y hacer un ciberdiálogo", se
lamentó. Su hermano, médico, tuvo una idea. "Él cree que esto se está
convirtiendo, en muchos chicos, en una adicción. Dice que quien invente un
centro de desintoxicación que les dé tratamiento, hará fortunas", me
comentó mi amiga.
Mi hija va a uno de los
jardines de infantes de filosofía tradicional en la Gran Manzana. Quizá por eso
-o a pesar de eso- cuando se hacen conferencias para padres con especialistas
en desarrollo infantil, la pregunta que nunca falta es cuánta
tele/iPad/videojuego, y con qué contenido, dejarles usar. Mis amigas que mandan
a los suyos a escuelitas súper, radicalmente progresistas, dicen que es
exactamente la misma situación. La angustia es generalizada. Y las respuestas
(sobre todo con el iPad, que es tan intuitivo para los más pequeños y que lleva
tan pocos años de existencia en el mercado) todavía no son firmes.
En la escuela de mi niña
dijeron que no había evidencia conclusiva respecto a que lo digital ayude a
aprender. No descartaron que lo hiciera, pero recomendaron abordarlo
simplemente como un donut . Un poco nos gusta y está muy bien; más es
peligroso. Cuánto es "un poco" de donut lo dejaron abierto al sentido
común de cada padre (aunque con la paranoia que hay sobre obesidad infantil en
Manhattan, seguramente estaban hablando de una masa frita y glaceada muy, muy
pequeña).
Personalmente, me gustan
mucho las recomendaciones del libro Screen Time sobre tomar en cuenta las tres
"c": content (contenido), context (contexto) y child (el niño en
cuestión). La idea es ajustar la decisión a cada caso. Por ejemplo, se puede
ser más laxo si el niño hace, además, muchas otras actividades y la va bien en
la escuela, o hay que estar más atentos si demuestra un tipo de personalidad
obsesiva que necesita límites más fuertes para no llegar a la adicción.
Estoy escribiendo esto
en un bar y se acerca una amiga mexicana. Me cuenta indignada: "Estábamos
en un restaurante y en la mesa de al lado había una madre, un padre, y sus dos
niños, cada uno enfrascado en su iPad. ¡Si tienes dinero para dos iPad,
contrata una babysitter ! Si llevas a los niños a un restaurante, que aprendan
a conversar. El problema que yo veo es respecto al mínimo de interacción social
y buenos modales para la próxima generación".
Mi amiga sigue las
recomendaciones de la Asociación Americana de Pediatría y no deja que sus niños
siquiera vean tele antes de los dos años, pero no es una talibana. Cualquiera
sea la filosofía de los padres respecto a los medios electrónicos, parecería
haber un punto de coincidencia universal. "Si se trata de un viaje largo
en avión o en auto -reconoce con una sonrisa- todo vale para
entretenerlos."
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