Sábado 09 de marzo de
2013 | Publicado en edición impresa
Testimonio
Por Julieta Otero | Para LA NACION
En realidad yo no quería
que Clarita fuera al jardín, pero ya era hora de romper ese vínculo simbiótico
y pegoteado que existía entre mi beba y yo. Así, una mañana de marzo caminamos
hacia el Jardín del Brote y nos entregamos a nuestra primera
"adaptación". Básicamente, una técnica mediante la cual la criatura
se desprende paulatinamente del cuerpo de la madre en tres simples pasos:
1. Sala: la madre
permanece unos días ahí, jugando y cantando agachada en el piso, mostrando la
bombacha y la falta de estado físico. Es la etapa de la observación: identifica
al posible agresor de su bebe y a la madre que no le pone límites; registra si
la sala tiene la temperatura correcta y analiza el perfil de la docente. Clari
no se desprendió de mí y lloró a los gritos cuando quise pararme porque se me
dormían las piernas.
2. Patio: la madre es invitada
a pasar al patio, desde donde puede espiar, estar disponible por si el bebe
llora y contener su propio llanto mientras escucha las palabras clave: "si
vos estás bien, ella va a estar bien". Años después tomará la posta de la
superación y dirá lo mismo a otras madres.
3. Calle: una mañana, la
madre recibe la noticia que nunca quiso escuchar: el niño está bien sin ella.
Es invitada a pasar a la vereda, desde donde puede estar cerca por si pasa algo
y escuchar al coro de superadas: "Cambiá esa carita, es por su bien".
Esta etapa, para mí, fue la más traumática.
La adaptación puede
durar entre 15 días y un mes. La de Clarita duró tres meses. Una vez que la
madre atravesó las tres etapas con éxito, ha sido adaptada al mundo escolar y a
partir de ese momento y para siempre dejará de ser una mamá para transformarse
en una "mami".
La autora es actriz y
protagoniza Según Roxi (www.segunroxi.tv).
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