Por: Cecilia Jan | 27 de
mayo de 2011
Aviso para navegantes:
este post contiene detalles de cómo han sido mis dos primeros partos, lo que
algunos equiparan a las batallitas de la mili en versión femenina. Porque
todavía no puedo contar cómo ha sido el tercero, para el que faltan dos meses.
Solo mi deseo de que no sea igual, aunque muchos -yo misma incluida durante
algún tiempo- dirían que los anteriores fueron perfectos y envidiables.
En los dos casos, rompí
aguas en casa antes de tener contracciones. Con David, desde ese momento hasta
que di a luz, pasaron solo nueve horas, un parto bastante rápido para ser el
primero. Con Natalia, ni cinco horas (si me descuido, la tercera va a nacer en
el ascensor). No tuve mucho dolor, ya que al poco tiempo de ingresar en el
hospital, me pusieron la epidural. Los dos fueron partos vaginales, los niños
nacieron sanos, me recuperé bastante bien... ¿Entonces, por qué quiero que el
siguiente sea distinto? ¿Por qué pretendo usar métodos alternativos a la
epidural para controlar el dolor, y voy a cambiar de ginecólogo y de hospital?
Simplemente, porque en
los dos partos anteriores, me sentí, en vez de como una mujer en un momento
muy importante de su vida, como un
cordero, al que traen y llevan y con el que hacen lo que quieren. Llegué, me
ingresaron, una persona que solo dijo que era la matrona me hizo un tacto
vaginal (no pido que me inviten a salir o me regalen flores primero, pero creo
que algunos profesionales no son conscientes de que lo menos es presentarse,
con nombre y apellidos, a una mujer a la que vas a meter la mano hasta el
fondo); sin explicarme nada, ni preguntarme nada, me tumbaron, me ataron para
monitorizar el ritmo cardíaco del feto, me pusieron una vía y me enchufaron
oxitocina sintética (hormona para acelerar las contracciones y el parto). Pedí
la epidural (durante el embarazo, tampoco me explicaron otras alternativas, ni
las ventajas ni riesgos). No me dieron opción de beber o comer algo. Lo único
de lo que me libré fue del rasurado y del enema, que por alguna razón, por
suerte, ya no estaban incluidos en el protocolo del hospital.
En el paritorio,
recuerdo poca cosa. Tumbada en la camilla-potro, con mucha luz en la cara, e
instrucciones de cuándo tenía que empujar, porque yo no sentía nada. En algún
momento, después de un rato que se me hizo muy largo, rodeada de desconocidos
con mascarilla, dejaron pasar a Eduardo. En los dos partos me atendieron
ginecólogas, pero tampoco se presentaron. Me hicieron episiotomía las dos
veces, sin decirme nada tampoco (por suerte, no lo noté por la epidural). Se
llevaron a los bebés a pesar, a hacerles el test de Apgar y a la profilaxis
típica antes de ponérmelos encima.
Pero cuando amigos y
conocidos te preguntan qué tal fue, no cuentas eso. "Muy bien, fue muy
rápido. El bebé está estupendo", es lo normal, y más cuando oyes otras
historias (20 horas de parto para acabar en cesárea, fórceps, etc). Sin
embargo, te queda ese resquemor porque te has perdido una parte muy importante
de tu vida, porque ha pasado y no te has enterado muy bien de cómo ha sido.
Con ese resquemor, y ya
embarazada por tercera vez, llegó a mis manos el libro Los secretos de un parto
feliz (Ed. Grijalbo), de Marta Espar. Esta periodista no es ninguna hippy
radical. No habla de irte a parir sola a la montaña, ni reniega de todos los
avances médicos que han contribuido a reducir las muertes perinatales en las
últimas décadas, ni aboga por parir con dolor como dice la condena bíblica.
Ha escrito un libro muy
documentado, que incluye medio centenar de entrevistas, con madres, pero
también con algunos de los ginecólogos, matronas, políticos, gestores y
miembros de asociaciones, como El Parto es Nuestro, que en los últimos años
están cambiando el panorama de la atención al parto hacia las recomendaciones
de la Organización Mundial de la Salud, basándose en las últimas evidencias
científicas. Unas recomendaciones que han hecho suyas el Ministerio de Sanidad,
las comunidades autónomas y las sociedades médicas, al consensuar a finales de
2007 la Estrategia de Atención al Parto Normal, y que sin embargo, se cumplen
aún en pocos hospitales y maternidades españolas.
En resumen, explica
Espar, "el parto es un hecho fisiológico, y solo hay que intervenir cuando
es necesario", es decir, cuando hay complicaciones clínicas. En un parto
normal, el 80% de los casos, hay multitud de procedimientos que muchas sufrimos
que no sólo no están justificados ni aconsejados, sino que en el mejor de los
casos producen incomodidad y en el peor, aumentan el riesgo para la madre o el
bebé. Prácticas rutinarias que además se realizan sin informar a la parturienta
de la causa o pedir autorización, y que normalmente las mujeres no cuestionamos
porque creemos que si lo hacen los profesionales, será porque es lo mejor. El
problema es cuando, como en mi caso, descubres que no es así.
Entre estas prácticas,
están el rasurado, el enema o el ayuno total; la administración de
oxitocina
artificial sin esperar a la progresión natural del parto -provoca contracciones
más dolorosas y rápidas que las naturales, lo que aumenta la demanda de analgesia
epidural-; obligar a la mujer a permanecer tumbada boca arriba durante la
dilatación y el parto, cuando está demostrado que si la mujer puede caminar y
cambiar de posición, soporta mucho mejor el dolor de las contracciones y el
parto es más rápido; o la episiotomía, un corte en el periné, en teoría para
evitar desgarros, pero que aparte de los incómodos puntos, pueden provocar
disfunción sexual, incontinencia urinaria y fecal y otras lesiones. En España
también se practican muchas más cesáreas de las recomendadas por la OMS (un
máximo de un 15%), y aún existe la creencia de que son más seguras que un parto
vaginal, cuando se trata de una operación de cirugía mayor que "aplicada
en mujeres sanas con partos de bajo riesgo, puede provocar efectos secundarios
y complicaciones graves", explica Espar.
Para esta periodista y
colaboradora de EL PAÍS, se trata de una "cuestión de balance".
"¿Qué prefieres, algo de dolor durante el parto o el riesgo de pasar tres
semanas sin poder andar o con un flotador porque tienes una raja impresionante,
o incontinencia?" "Si no quieres aguantar el dolor no lo hagas, pero
que sepas que si lo haces, tienes beneficios". El problema es que muchas
veces, ni le ofrecen a la mujer alternativas al dolor ni le explican los
riesgos de la analgesia epidural (está asociada a un periodo expulsivo más
largo y a un mayor riesgo de que el parto sea intrumentalizado; a altas dosis
puede causar problemas respiratorios en el bebé a corto plazo y somnolencia) de
forma clara para que pueda decidir libremente.
No se trata de aguantar el dolor a pelo, sino
de ir "de menos a más", dice Espar: al principio de la dilatación,
muchas mujeres encuentran las contracciones soportables si las dejan moverse
libremente, adoptar la postura que quieran, con el apoyo de la persona que
elijan. También alivian mucho las duchas y baños con agua caliente. Luego se
puede pasar a otras técnicas de menor riesgo, como el óxido nitroso. Y también
se podría aplicar la epidural a dosis más bajas, de forma que permita a la mujer
moverse, como se hace en algunos hospitales. El problema es que procedimientos
de rutina como los antes descritos (monitorización continua con la mujer
tumbada y oxitocina sinténtica) provocan
un efecto dominó, ya que el dolor de las contracciones durante la dilatación es
mucho más fuerte.
Espar recomienda que la
embarazada se informe, que lea, ya que "aún no hay garantías de que en
todos los hospitales y ambulatorios vayan a facilitar la información
adecuada". Por ejemplo, hay mucha información en la página de El Parto es
Nuestro. También la estrategia de atención al parto y la Guía de Práctica
Clínica sobre la Atención al Parto Normal (con una versión para embarazadas,
acompañantes y familiares) están publicadas en la web de la Federación de Asociaciones
de Matronas de España (FAME) y en la del Ministerio de Sanidad, donde aparecen
ejemplos de hospitales con buenas prácticas. "Lo interesante es que una
menor tasa de cesáreas o episiotomías en estos centros no tiene correlación con
que atiendan más mujeres con embarazos de riesgo", es decir, que "no
depende de cómo sea la mujer, sino del estilo de trabajo de los
profesionales". La propia Espar ha vivido dos partos medicalizados, y el
tercero, muy reciente, "respetado gracias a lo que aprendí para escribir
el libro".
Entrevisto a Marina
Jaime, matrona y supervisora del área de Obstetricia del hospital
público
Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid), uno de los que considero para mi tercer
parto, después de que mi ginecóloga del hospital privado de Madrid donde di a
luz las dos veces anteriores a ciegas, sin informarme sobre este tema y
confiando en los médicos, me confirme que hay cero posibilidades de un parto
más respetado, pues es su sistema de trabajo y tampoco lo permite la
infraestructura del centro. Desde luego, lo que me cuenta Jaime suena muy
diferente a lo vivido hasta ahora. Me explica que en partos de bajo riesgo la
dilatación y la asistencia al nacimiento están controlados por la matrona (es
uno de los puntos en los que se basa la Estrategia).
"Cuando la mujer
ingresa, la matrona le pregunta qué desea, qué le gustaría, y si algo no es
posible, le explicamos por qué". Después, facilitamos el acompañamiento
por la persona que la mujer elija y la deambulación, ofrecemos alternativas para
paliar el dolor, cuando nace el bebé, se procura el contacto piel con piel con
la madre". El hospital, cuya área obstétrica se inauguró en 2008, cuenta
con pelotas, óxido nitroso, sillas de parto vertical, lianas, telemetría para
pasear mientras se dilata...
"La matrona es la
interlocutora. Según lo que desea la mujer, se le va explicando, aconsejando,
siempre en función de sus demandas que pueden cambiar durante el parto",
añade Jaime. "Por ejemplo, si el parto va lento, o tolera el dolor peor de
lo que creía, a lo mejor pide la epidural cuando al principio no la
quería". En fin, "se intenta respetar lo que quiere y cumplirlo, de
forma que si no lo ha tenido, siente que se le ha explicado por qué, y no
genera un sentimiento de frustración".
Este hospital acaba de
obtener la acreditación de la IHAN (Iniciativa para la Humanización de la
Asistencia al Nacimiento y la Lactancia), de Unicef, para lo cual debe cumplir
unos requisitos no solo para el fomento de la lactancia materna, sino también
en cuanto a una atención respetuosa durante el parto. En 2010 atendió 2.966
partos, con una tasa de cesáreas del 20% (entre el 15% recomendado por la OMS y
el 25% de media en España) y del 17% en partos instrumentales. Entre mayo de
2009 y mayo de 2010 (últimos datos disponibles) la tasa de episiotomías fue del
19%, "aunque ahora es claramente menor", dice Jaime. Sin embargo, aún
sin cifras en la mano, la matrona reconoce que es difícil reducir la cifra de
epidurales, pese a ofrecer alternativas para el manejo del dolor, y explicarlas
en la preparación al parto y en la charla de preacogida a las futuras madres.
"Dudo que llegen al 10% las mujeres que dan a luz sin epidural, y algunas
de ellas no es porque no quieran, sino porque ya llegan muy dilatadas",
dice.
"Durante muchos
años, la manera de tratar a las mujeres en el parto ha generado mucho miedo,
por el poco apoyo de los profesionales, no porque no quisieran, sino más bien
porque la masificación de los hospitales obligaba a partos muy intervenidos,
que se aceleraban porque había que atender a más mujeres detrás", opina.
"Esto hace que el dolor sea muy difícil de soportar, hemos hecho creer a
la mujer que el parto es una situación horrible, y ahora hay que deshacer la
creencia de que sin epidural es horroroso".
Sorprendentemente, ha
sido fácil y rápido pedir cita con el especialista en el Puerta de Hierro,
mediante el sistema de libre elección de médico implantada en la Comunidad de
Madrid. Si no, hubiera seguido con mis consultas por lo privado y el día del
parto me habría ido a este hospital por Urgencias. Pero como el procedimiento
para cambiar de centro depende de cada comunidad, Espar aconseja ir con el plan
de parto (un documento con las preferencias de la mujer) al hospital elegido y
solicitar el traslado, explicando por escrito los motivos. "Hay hospitales
que reciben muchas mujeres de su entorno, insatisfechas con partos anteriores.
Funciona mucho el boca a boca", dice la periodista, que pone como ejemplo
cómo muchas embarazadas de Murcia acuden al hospital La Plana, en Castellón.
Francisca Fernández,
abogada y asesora jurídica de El Parto es Nuestro, insiste en que las mujeres
"busquen información y que sepan que tienen derecho a negarse a cualquier
intervención que no deseen", sea en el hospital que sea, según la Ley de
Autonomía del Paciente, lo que incluye, por ejemplo, la aplicación de oxitocina
o la episiotomía.
No sé cómo saldrá, si
acabaré pidiendo la epidural a gritos a la segunda contracción, pero por lo
menos, espero que tener una atención respetuosa y en la que sienta que puedo
participar en un proceso tan importante. El desenlace, en un par de meses.
NOTA: Las imágenes que
ilustran esta entrada son posturas recomendadas para la dilatación y el
expulsivo de la Iniciativa Parto Normal de la FAME.
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