23 de junio de 2009, por
la mañana, en casa.
"PARIR CON AMOR”...
Estas han sido una de las palabras más significativas que he oído en mi vida.
Venían de una persona muy especial para mí, que me había ayudado en muchos
momentos y también las estaba escuchando en un momento tan especial como
doloroso.
Acababa de enterarme de
que el corazoncito del bebé que estaba en mi vientre, de 36 semanas, había
dejado de latir. Me encontraba en el hospital, junto a mi marido y mi hija de 2
añitos. Y acompañada de dos mujeres, que acudieron enseguida que las llamé. Son
dos profesionales de la salud, que trabajan en el materno y que dedican su vida
a acompañar a madres y bebés en la gestación, parto, lactancia y crianza.
Las necesité y las
llamé. El hospital era un lugar hostil para mí y que no me daba confianza (por
experiencia de mi primer parto). Yo quería dar a luz a mi hija Ana, ya
fallecida dentro de mí, de la forma más natural posible. No quería ser
violentada, ni apresurada, ni anestesiada, ni ninguneada... Si yo podía tomar
decisiones, quería saberlo. Ellas me explicaron los procedimientos a seguir y
se ofrecieron a acompañarme.
Cuando supe que la bebé
que tenía en mi vientre estaba sin vida, yo ya me dirigía a ella mirando al
cielo. Yo quería que el parto fuera natural y nada más. Pero... oí las palabras
"PARIR CON AMOR"... fueron las palabras necesarias para que se
abriera mi corazón, para que todo el amor que yo era capaz de dar se
canalizara... palabras que hicieron posible hacer de un momento tan doloroso,
un momento glorioso, placentero, amoroso, dulce...
Cuando te enteras de la
noticia, piensas que ya no hay nada que hacer. Y no es cierto. Como madres,
somos las únicas que podemos parir a nuestr@ hij@. Yo era la única que podía
parir a Ana. Y la iba a parir con todo mi amor. Y cuando naciera la iba a
abrazar, la iba a besar, la iba a oler... la iba a recibir y a despedir con
mucho amor, con tanto amor... Y así fue.
Recibía las
contracciones con amor, con alegría porque todo tenía que ser así. El dolor
físico formaba parte del proceso, era la señal de que todo iba bien, todo
fluía.
Cuando venía una
contracción yo decía: "Aquí estoy yo Ana. Aquí está tu madre. Es lo que
tengo que hacer y nadie lo puede hacer por mi. Tú, ayúdame desde el cielo mi
niña linda... Ayuda a tu madre, ayúdame a despedirme de tu cuerpecito. Ayúdame.
Aquí estoy yo. Aquí está tu madre... " Y la contracción ya había pasado.
Fue tan amoroso.
Entre contracción y
contracción tuve oportunidad de abrazar tantas veces a mi marido... bailamos
abrazados, cantamos a Ana, nos besamos, rezamos juntos... y también, aunque parezca
mentira, reímos juntos.
Fue una experiencia
preciosa. Y fue así porque dejamos que todo fluyera, porque seguí mi instinto,
porque me permitieron parir de forma tan natural, tan respetada, tan íntima...
Con mis oraciones, mis cantos, mi dolor y mi esperanza y tantas fortalezas que
afloraron que yo no conocía de mi misma... Fue precioso. Todo estaba impregnado
de amor. Tenía tanto amor. Recibí tanto amor...
Esta experiencia está
siendo sanadora. Pasan los días. El dolor es a veces desgarrador. Pero no he
perdido la capacidad de dar gracias por tantas cosas... Sigo riendo. Como,
duermo. Sigo dando de mamar a mi hija de más de dos años. Agradezco cada sorbo
de aire que respiro. Recuerdo a Ana a veces son una sonrisa y otras con
lágrimas. Sigo respirando. Respiro, respiro... Y estoy cargada de esperanzas.
Todo fluye... y tengo la
certeza de que esto es así porque la parí con amor, rodeada de amor. Y la
despedimos con amor. Gracias a esto, seguiremos recordando a Ana con amor.
Dios, mi hija Ana desde
el cielo... estaban sosteniéndome. Se dieron todas las circunstancias, como si
hubiera estado todo hilado cuidadosamente, para que un momento de tanto dolor,
estuviera rodeado de amor, respeto, silencio, gratitud y miradas llenas de
bondad.
Muchos fueron los
testigos de este milagro. Gracias a tod@s.
Gracias Magdalena
Villanueva, por tus palabras "PARIR CON AMOR".
Gracias Olga Soldado, mi
matrona, por hacer posible este milagro.
Gracias Sergio, mi
marido, por todo.
Gracias Pepa, mi primera
hija, por todo.
Gracias Ana, mi segunda
hija, por estos 8 meses de felicidad y por elegirnos. Por ayudarme. Por
protegernos. Te tendré siempre en mi corazón.
A todas las mujeres y
hombres con tanto amor que dar...
Manuela, mamá de Pepa y
de Ana.
23 de junio de 2009, viendo
un atardecer precioso en la playa de Las Cantera
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