Los bebés que reciben mucho afecto de sus madres estarán mejor preparados para enfrentar el estrés y las tensiones siendo adultos.
La madre debe ser receptiva y sensible a las necesidades del bebé.
Esa es la conclusión de un estudio llevado a cabo en Estados Unidos con cerca de 500 personas a quienes se siguió desde la niñez hasta la adultez.
La investigación -publicada en Journal of Epidemiology and Community Health (Revista de Epidemiología y Salud Comunitaria)- encontró que los abrazos, besos y declaraciones abiertas de amor de la madre a su bebé parecen fomentar la capacidad de resistencia y recuperación emocional.
La clave, afirman los investigadores, podría ser un vínculo fuerte y seguro entre la madre y el hijo.
A pesar del creciente interés que existe en el papel que juegan las experiencias de los primeros años de vida en la salud adulta, casi no ha habido estudios que hayan podido seguir a los participantes desde la niñez hasta las etapas posteriores de la vida.
Los investigadores de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, sí pudieron seguir ese registro con 482 personas que participaban en el Proyecto Perinatal de Colaboración Nacional.
Los científicos midieron con pruebas psicológicas la calidad de la interacción entre las madres y sus bebés cuando éstos tenían ocho meses.
Al final de cada sesión, el psicólogo calificó la forma como la madre respondía a las emociones y necesidades del niño.
La cantidad de afecto y atención que la madre daba su hijo también fue clasificada, con marcadores que iban desde "negativo" a "extravagante".
Posteriormente, cuando esos bebés cumplieron en promedio 34 años, se estudió su salud mental usando pruebas estándar para clasificar síntomas que incluían tanto factores específicos como ansiedad y hostilidad como niveles generales de aflicción.
También se preguntó a los participantes si pensaban que sus madres habían sido afectuosas con ellos y debían responder con marcadores que iban desde "fuertemente de acuerdo" hasta "fuertemente en desacuerdo".
Mejor preparados
Los resultados mostraron que los niños que recibieron mucho afecto de su madre podían manejar de mejor forma todos los tipos de aflicciones.
Muy pocos estudios han podido seguir a los participantes desde la niñez hasta la adultez.
En particular, los niños de madres cariñosas podían tratar mejor la ansiedad que los niños de madres emocionalmente indiferentes.
"Es sorprendente que una breve observación del nivel de cariño materno en la infancia esté asociada con la angustia que puede enfrentar ese niño 30 años después", afirman los investigadores.
Y agregan que estos resultados comprueban la creciente evidencia de que la primera infancia ayuda a establecer las bases de las experiencias más tarde en la vida.
Pero señalan que no puede descartarse la influencia de otros factores, como la personalidad, la educación y la vida escolar.
Tal como explica la doctora Terry Apter, profesora de psicología del Newham College de la Universidad de Cambridge, "lo que realmente se desea es tanto receptividad como afección, es decir, una madre que está "sincronizada" con su bebé".
"Los bebés no nacen sabiendo cómo regular sus emociones. Lo aprenden cuando se sienten angustiados y se les tranquiliza".
"Y una madre receptiva y sensible podrá detectar la señal que indica cuando su bebé ya ha tenido suficiente".
Es decir, agrega la psicóloga, una madre receptiva no sólo sabrá cuándo hay que dar un abrazo sino también cuándo debe dejar de darlo.
"Porque ningún niño de 12 años se sentirá bien al ser abrazado y besado por su madre como si fuera un bebé", expresa la doctora Apter.
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