Hace pocos meses nació
mi tercer hijo. Esto no tendría nada de especial (salvo para su familia,
obviamente) si no fuera porque nació en un maravilloso parto vaginal después de
dos cesáreas. Si, si, sus dos hermanos mayores nacieron mediante cesárea y él no.
Cuando me quedé
embarazada tuve muy claro que quería intentar un parto vaginal. Había leído
mucho, me había informado y sabía que era seguro intentarlo, más seguro que una
tercera cesárea. Solo me faltaba encontrar un profesional que creyera lo mismo
que yo.
Y lo encontré. Y me puse
de parto. Y parí en un parto rápido y sin complicaciones. Y mi útero no se
rompió. Y mi hijo tuvo una magnifica llegada a este mundo, rodeado de sus
padres y rodeado de amor.
Y pude ocuparme de mi
hijo desde el primer momento. Pude ponerle su primer pañal. Pude, en su primera
noche, apenas dos horas después de su nacimiento, pasearle por la habitación
para que se durmiera. Pude ocuparme de él desde el primer momento. Y pude
ocuparme de mis otros dos hijos cuando volvimos a casa. Porque mi hijos tenían
a su lado una madre sin dolores, sin puntos, una madre que no había pasado por
una cirugía abdominal mayor. Tenían, en definitiva, una madre que podía valerse
por sí misma.
Se puede parir después
de una o más cesáreas. Podemos. Sólo hace falta que haya más profesionales que
nos dejen intentarlo.
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