La masculinización
gradual del entorno del parto es una tendencia obvia en la historia del
nacimiento durante la segunda mitad del siglo XX. Comenzaré sólo con mi propia
observación como médico, involucrado en
el nacimiento indirecta o directamente desde 1953.
Un punto de vista personal
Durante el invierno de
1953-1954, pasé seis meses como “externo” (estudiante de medicina con
responsabilidades clínicas menores) en la maternidad de un hospital de
París. A finales de los 50’ habiendo
sido entrenado como cirujano justo cuando la técnica de segmento uterino
inferior se estaba desarrollando, mi involucramiento en prácticas obstétricas
era indirecto, era sólo a través de la cesárea, la cual era en ese entonces
realizada como una cirugía de urgencia. Luego, estuve a cargo de la unidad
quirúrgica y de la maternidad de un hospital cerca de París (Pithiviers),
involucrándome más y más con el nacimiento.
Después de mi carrera hospitalaria y hasta ahora, he tenido experiencia
con partos en casa en Londres. También
he practicado ocasionalmente en África (Algeria) y África Occidental (Guinea
Conakry). Después de mi carrera hospitalaria, he aceptado muchas invitaciones a
hablar en los 5 continentes, lo que me permite mirar la masculinización del
proceso del parto desde una perspectiva internacional.
Revisión histórica
Antes de examinar la
historia del nacimiento en la segunda parte del siglo XX. Es útil presentar una mirada general de su
historia entre los humanos. Tenemos una
cantidad suficiente de documentos antropológicos para sugerir que en las
sociedades previas a la invención de la escritura y de la agricultura, las
mujeres –como la mayoría de los mamíferos- se aislaban para parir. Iban al monte o a una cabaña especial, por
ejemplo. Lo más común era que cuando una mujer estaba pariendo, su propia
madre, una tía u otra madre experimentada de las cercanías estaba en los
alrededores, protegiendo el entorno en contra de la presencia de un animal
errante o un hombre errante. Esta es
probablemente la raíz de la partería.
Luego, durante miles de
años el nacimiento gradualmente se ha ido sociabilizando. La partera se transformó
a menudo en una guía que se atrevía a interferir con lenguaje. Ella se transformó en la persona que controla
el evento y también en un agente del medio cultural que transmite creencias y
rituales –usando una gran diversidad de procedimientos, incluyendo
procedimientos invasivos como la dilatación manual del cuello del útero,
compresión del abdomen o hierbas tradicionales. Un paso importante en la
sociabilización del nacimiento ocurrió cuando las mujeres empezaron a parir en
el lugar donde vivían su día a día: el parto en casa es comparativamente
reciente en nuestra historia.
Es notable que, a pesar
de que el parto se ha sociabilizado por miles de años, las mujeres siempre
tendieron a proteger el parto en contra de la presencia de hombres,
particularmente, hombres del campo de la medicina. Había muchas objeciones de
peso en contra de la presencia masculina.
En el siglo XVI un doctor fue condenado y quemado vivo después de
disfrazarse de mujer para poder ver un parto. En ese tiempo, se decía que las
mujeres preferían morir a admitir a un hombre en la habitación donde parían. No
es que los doctores hombres no estuvieran interesados en los nacimientos, pero
su influencia era discreta e indirecta. Sus roles tenían dos esferas de
competencia. Una era intervenir en situaciones desesperadas cuando las parteras
los llamaban. Antes de la invención de
los fórceps, usualmente todo lo que un médico podía hacer era sacar el bebé
trozo por trozo con ganchos y perforadores, o –si todavía había esperanza de
tener un niño vivo- llevar a cabo una cesárea en la madre después de la muerte.
El reino de los instrumentos es eminentemente masculino La otra esfera de competencia
de los médicos varones alfabetizados era escribir sobre el nacimiento,
principalmente con el propósito de educar a las parteras e instruir a otros
doctores en la supervisión de las mujeres de parto. Hipócrates, Aristóteles,
Celso, Galeno, Sorano, Efesos y otros escritores en temas médicos dedicaron
parte de sus obras a este tema. El reino
de los libros es también originalmente, y eminentemente masculino. Como el médico era llamado sólo para
desastres no tenía la oportunidad de ganar un entendimiento real del proceso
del nacimiento y de las necesidades básicas de la mujer en trabajo de parto.
Esta historia nos ayuda a interpretar la profundamente enraizada y extendida
falta de entendimiento de la fisiología del parto.
Sin embargo, a pesar de
miles de años de nacimientos culturalmente controlados, durante los cuales las
necesidades mamíferas de la mujer en trabajo de parto y de los bebés recién
nacidos eran cada vez más negadas e incluso ignoradas, y a pesar de la
influencia indirecta de los doctores varones, las mujeres todavía estaban dando a luz en entornos
predominantemente femeninos- hasta la mitad del siglo XX. Alrededor de 1950, en
el caso de los partos en casa, el nacimiento era todavía un asunto de mujeres El doctor, generalmente un médico general,
era llamado al último minuto ya sea para usar fórceps o para ser testigo de un
desastre. El marido estaba o en el bar o en el café de la esquina, o se le
había dado la tarea de hervir agua por horas.
En ese tiempo, incluso en los partos en el hospital, el entorno se
mantenía eminentemente femenino. La partera tejiendo era la figura central en
la maternidad. Había un número pequeño de doctores especializados que eran casi
invisibles, apareciendo repentinamente si la partera los llamaba para un parto
por fórceps y desapareciendo tan rápido como fuera posible después del
nacimiento. En una maternidad, donde yo era un “externo”, el doctor a cargo
pasaba sólo minutos en su oficina cada mañana, escuchando un reporte rápido de
lo que había pasado en las últimas 24 horas y ocasionalmente hablando con los
estudiantes de medicina. Como estudiante varón, yo no me atrevía a entrar a una
habitación donde una mujer estaba en trabajo de parto.
Yo sólo podía aparecer
en el expulsivo, porque se suponía que debía aprender a usar los fórceps. Por supuesto, en esa época, nadie se habría
imaginado jamás que el padre del bebé podía entrar a la maternidad
Después del punto de quiebre
Fue sólo después de la
mitad del siglo cuando la atmósfera empezó a “masculinizarse”. El número de
doctores especializados en obstetricia creció a la velocidad de la luz, y casi
la mayoría eran hombres. Después,
durante la segunda mitad del siglo, otros doctores especializados fueron
introducidos en la sala de partos; neonatólogos y anestesistas. Alrededor de 1970, una que otra mujer pedía
algo nuevo (como una manera de adaptarse a la industrialización del
nacimiento), pedía que el padre del bebé participara. Esto se transformó casi
de la noche a la mañana en una doctrina apoyada por teorías: la participación
del padre del bebé se transformó después de algunos años en una regla
indiscutible. Al mismo tiempo máquinas
electrónicas sofisticadas invadieron la sala de parto: la alta tecnología es un
símbolo masculino. Hubo una indiferencia tal hacia la gradual masculinización
del entorno del nacimiento, que no se produjo ninguna discusión seria al
respecto cuando las escuelas de partería comenzaron a aceptar alumnos hombres.
Además, la mayoría de las escuelas adoptaron criterios tales de selección que
en algunos países un hombre joven con un buen background científico, puede ser
seleccionado más fácilmente que una madre de tres hijos. Hay innumerables
historias de mujeres que parieron (o más bien les sacaron a su hijo) bajo la
supervisión de una máquina electrónica, con la presencia del padre del bebé,
con un partero hombre y un doctor hombre.
La casi total masculinización del parto se ha logrado.
Una pregunta simple
¿Es acaso esta
masculinización del entorno del parto el principal factor hoy –a nivel del
planeta- que hace que el número de
mujeres que dan a luz a sus bebés y a sus placentas gracias sólo a la
liberación de sus hormonas naturales se esté acercando a cero?
Estoy personalmente
convencido de que el mejor entorno posible para un parto fácil –incluso para
muchas mujeres modernas- es cuando no hay nadie alrededor de ella, excepto una
partera silenciosa o una doula, percibida como una figura materna. Aprendí esto sobre la “partera tejedora” — al
principio de los 50’. Gradualmente, me hice cada vez más conciente durante mi
carrera como doctor en el hospital, del punto de quiebre en la masculinización
del parto. Y estoy re-aprendiendo esto hoy, cuando ocasionalmente asisto a un
parto en casa, manteniendo al padre del bebé ocupado en la cocina o en alguna
otra parte de la casa, dejando a la mujer en trabajo de parto sólo con una
persona alrededor –experimentada, maternal y silenciosa. Sin embargo, en la
presente era de prácticas obstétricas basadas en la evidencia no podemos
confiar en la observación clínica para proporcionar una respuesta. Al mismo
tiempo, el “método dorado” no puede evaluar los efectos de los diferentes
grados de masculinización del entorno en el proceso del parto y en el primer
contacto entre la madre y el recién nacido.
De hecho, pruebas de control randomizadas no son realizables. Es por
esto, que las comparaciones entre países son el mejor acercamiento a este
problema. Las comparaciones internacionales
son válidas porque la alteración del entorno del parto en los países
industrializados, a pesar de ser un fenómeno global, no ocurrió simultáneamente
y a la misma velocidad. El número uno,
entre los países donde la masculinización empezó temprano y se desarrolló a
grandes velocidades, es los Estados Unidos. Muy temprano, durante la segunda
mitad del siglo, se produjo un superávit tal de obstetras estadounidenses que
la mayoría de ellos tenía tiempo de estar en cada nacimiento: ellos se
transformaron en la principal persona al cuidado de la embarazada, en lugar de
ser los expertos sólo para las situaciones inusuales y patológicas. Además, en
Estados Unidos la doctrina de la participación del marido/pareja en el parto ya
se había establecido a principios de los 70´.
Un superávit similar de obstetras (mayoritariamente hombres) también ha
existido por mucho tiempo en la mayoría de las ciudades latinoamericanas. En
suma, el punto de quiebre empezó antes y se desarrolló más rápido en las
Américas que en ninguna otra parte. Al otro extremo del espectro, el proceso de
masculinización se ha retrasado en algunos países. La obstetricia en Irlanda es comúnmente
asociada con “el manejo activo del trabajo de parto”, usándose criterios
estrictos pre-establecidos para controlar la rapidez del trabajo.
Aun así, la presencia
rutinaria del padre en los nacimientos irlandeses se retrasó hasta finales de
los 80´. La característica única del
sistema sociabilizado holandés es que la partera es oficialmente considerada la
principal persona al cuidado de la embarazada. El obstetra tiene el rol del
experto a quien se le pide consejo en caso de necesidad. En Holanda todavía un
30% de los nacimientos ocurre en la casa y el nacimiento en Holanda no ha sido
influenciado por las teorías de los movimientos del parto natural occidentales.
El comportamiento tradicional del marido yendo al bar o manteniéndose ocupado
en la casa, ha persistido por más tiempo allá que en ninguna otra parte. El concepto de la pareja pariendo juntos
apareció mucho más tarde en otros países de Europa Occidental y, de esta misma
manera, la masculinización del nacimiento siguió una ruta diferente y más
lenta.
Fuera de Europa
Occidental, Rusia es un país donde la masculinización se ha retrasado. Durante el régimen comunista, la mayoría de
los obstetras eran mujeres y había muchas parteras. En esos tiempos, a los padres no se les
permitía entrar a las maternidades. En 1992, vi a una madre mostrando su bebé a
su marido a través de la ventana de la maternidad en Moscú, mientras él tenía
que quedarse afuera, en la calle. Recientemente, en el año 2006, cuando
visitaba la maternidad número 10 en San Petersburgo, todas las obstetras que
conocí se veían como una abuela –incluso, la neonatóloga jefa parecía una
abuela. Las parteras eran abundantes y
los padres todavía no habían sido introducidos rutinariamente en las
maternidades. Ahora, de un momento a
otro, todos los aspectos del estilo de vida occidental se están extendiendo en
Rusia, afectando el entorno del parto.
Irlanda, Holanda y Rusia tienen algo en común:
el espectacular ascenso de las cesáreas también se ha retrasado. La incidencia
hoy, es similar a la de otros lugares.
Podemos entonces sostener que hay una asociación entre la
masculinización del entorno del nacimiento y altas tasas de intervenciones
obstétricas, particularmente cesáreas. Por supuesto, para poder interpretar
esta asociación, tenemos que tomar en cuenta que algunos medios culturales
particulares el efecto inhibitorio de un entorno masculino puede ser más
poderoso que en otros. Este puede ser el
caso, por ejemplo, del sur de Italia, una región influenciada por las culturas
arábicas, donde las tasas de cesárea están por las nubes. De todas formas, las principales preguntas
siguen siendo: ¿podemos asegurar que haya una relación causal que explique esta
asociación? ¿Podemos decir que las dificultades en el parto se relacionan con
los grados de masculinización del entorno? ¿Podemos confiar en la doula
experimentada diciendo que la hormona tímida, es incluso más tímida en un
entorno masculino que en un entorno femenino?
Podemos también asumir,
y esto no es contradictorio, que la masculinización del ambiente de los
nacimientos fueron en su origen la consecuencia, o una manifestación de la
falta profunda de interés por las necesidades básicas de las parturientas y de
los recién nacidos. Sí, hace medio
siglo, hubiese sido fácil explicar que todas las situaciones asociadas con la
liberación de adrenalina y con la estimulación del neocórtex tienden a interferir con el proceso del parto, la
historia del nacimiento habría sido empujada en otra dirección. Simplemente, si
se hubiese comprendido que una mujer en trabajo de parto necesita sentirse
segura sin sentirse observada, el rol específico de la partera como una figura
maternal se habría interpretado más fácilmente.
Si los teóricos de los 70s se hubiesen dado cuenta cuán contagiosa es la
liberación de adrenalina, y hubiesen anticipado que un hombre que ama a su
mujer podía liberar hormonas de estrés en un mal momento, ellos habrían sido
más cautelosos antes de afirmar la participación rutinaria del padre en el
parto. Si los obstetras hubiesen anticipado que el uso del monitoreo fetal
constante pudiese ser percibido por las mujeres en trabajo de parto como una
manera de observar sus funciones vitales, y, por lo tanto, de estimular su
neocórtex, ellos habrían podido predecir los resultados de muchas pruebas de
control al azar que indican que el único efecto constante de estas nuevas
invenciones fue incrementar las tasas de cesáreas. Finalmente, todos los aspectos de la
masculinización del entorno del parto se ven como consecuencias directas de la
enraizada ignorancia de los procesos fisiológicos. Esto puede esperarse después de miles de años
de nacimientos culturalmente controlados.
Es notable que en el
contexto científico del siglo XXI, los signos preliminares de la
“des-masculinización” del entorno del parto ya sean visibles. El fenómeno doula ha alcanzado dimensiones
globales; y podría servir de oportunidad para redescubrir la partería
auténtica. El puro hecho de que hoy ya
es políticamente correcto discutir sobre la doctrina de la participación del padre,
es altamente significante.
Conclusión Práctica
La prioridad es
re-descubrir las necesidades básicas de las mujeres en trabajo de parto y de
los bebés recién nacidos. Como no existe ningún modelo cultural, necesitamos
apoyarnos en conceptos fisiológicos simples, en particular el concepto de
adrenalina/oxitocina antagonismo y el concepto de inhibición neocortical. La
“des-masculinización del nacimiento, no debiera ser el primer objetivo, sino
más bien una consecuencia de un mejor entendimiento de los procesos
fisiológicos durante el período perinatal. Debemos formular nuevas preguntas
apropiadas para situaciones absolutamente nuevas.
Michel Odent
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